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El centrismo no casa con lo genuflexo
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Graciano Palomo

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El centrismo no casa con lo genuflexo

El jefe del PP sabe que debe romper el alambre de la ratonera donde le quieren conducir las triquiñuelas simplonas y caras del poder

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, en el Congreso de los Diputados. (EFE)
El líder del PP, Pablo Casado, en el Congreso de los Diputados. (EFE)

El golpe de mano perpetrado hace unos días por Pablo Casado a propósito de su propia supervivencia conlleva necesariamente continuidad. Así se ha conducido en la última entrega a propósito del nuevo estado de alarma durante medio año que, básicamente, consiste en tratar a unos ciudadanos (teóricamente libres) del sur de Europa como a meros súbditos.

Situarse acertadamente en el llamado centroderecha no puede significar sumisión, vasallaje, ni estar permanentemente en posición genuflexa. Eso es lo que pretende el gobierno más radical y extremoso de Europa. Esos que aplican el rodillo implacablemente con un Gobierno que empieza a tener muy serias contradicciones internas y a los que solo la determinación del poder los mantiene enhiestos.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, durante su intervención en la segunda sesión del debate de moción de censura. (EFE)

Aquel golpe, que implica vocación por asentar sus reales en el centro, no necesita el aval de los extremos para ser real; ni sus aplausos, ni su beneplácito. Más bien al contrario. Ni mucho menos carecer de perspectiva del rol que una formación en la oposición debe tener frente al Gobierno. El centrismo y la moderación fuera del poder no puede desconocer la situación real del país que en nada se compadece con los mensajes tóxicos que emanan de la radiotelevisión del señor Redondo y, en general, de esa más que descriptible brunete mediática que sangra, lucha y pervive en su adoración al káiser de Tetuán.

El centroderecha que se lleva en el mundo libre tiene la misma determinación a la hora de no aceptar teóricas superioridades morales y éticas de aquellos que no pueden impartir lecciones de moderación, como a la hora de denunciar la merma de libertades por parte de los instalados en las mamandurrias con sus más que evidentes excesos con el dinero público y de sus incapacidades manifiestas a la hora de administrar el bienestar de todos.

Aquel golpe, que implica vocación por asentar sus reales en el centro, no necesita el aval de los extremos para ser real; más bien al contrario

El jefe del PP sabe que debe romper el alambre de la ratonera donde le quieren conducir las triquiñuelas simplonas y caras del poder. Un difícil equilibrio, mucho más cuando se carece de terminales para llegar al corazón del pueblo. Denunciar una gestión penosa ante la pandemia sanitaria; señalar la irresponsabilidad concluyente de un gobierno desnortado a la hora de conducir a la cuarta potencia europea a la ruina; al mismo tiempo producir alternativas moderadas y realistas.

O lo que es lo mismo: seguir dando agua mientras se cambian las cañerías.

El golpe de mano perpetrado hace unos días por Pablo Casado a propósito de su propia supervivencia conlleva necesariamente continuidad. Así se ha conducido en la última entrega a propósito del nuevo estado de alarma durante medio año que, básicamente, consiste en tratar a unos ciudadanos (teóricamente libres) del sur de Europa como a meros súbditos.

Pablo Casado Pedro Sánchez