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Carajal, inmenso carajal
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Graciano Palomo

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Carajal, inmenso carajal

El virus avanza incontinente como las tropas del turco sobre Constantinopla. Se lleva por delante vidas y haciendas mientras aquel machote que le había derrotado se parapeta tras sus escuderos

Foto: Dos vehículos de la Policía Nacional patrullan por la calle Amor del barrio sevillano de Amate. (EFE)
Dos vehículos de la Policía Nacional patrullan por la calle Amor del barrio sevillano de Amate. (EFE)

El virus avanza incontinente como las tropas del turco sobre Constantinopla. Se lleva por delante vidas y haciendas mientras aquel machote que le había derrotado (Vigo, 4 de julio 2020) se parapeta tras sus escuderos incapaces de llevar al ánimo de la ciudadanía un hálito de esperanza.

Pregunto en mi ingenuidad. Si el 14 de marzo, con menos infectados, fue necesario declarar el estado de alarma en todo el territorio nacional, ¿cómo es que ahora se deja en manos de los territorios? Respondo: porque Sánchez es consciente de que ello resulta impopular y quiere cargar la responsabilidad sobre las espaldas de otros. ¡He aquí, un jefe de Gobierno donde los haya!

Los ciudadanos, uno tras otro, no saben a qué carta atenerse. Si pueden pasar la calle de su pueblo sin trasgredir la norma; si pueden subirse a su vehículo sin ser un malhechor; si ir al súper de enfrente que es más barato so pena de resultar un delincuente… Tarde, mal y nunca.

Nadie sabe a ciencia cierta si el decreto que se firma hoy será revocado al día siguiente

Ahí está España, perenne en todos los 'rankings', con la peor gestión de la pandemia. ¿Cómo es lo que ocurre si al frente el país tenemos al estadista más formidable que parieron los siglos? Pues, sencillamente, porque la oposición es malévola, ultra, carca, desafinada y cruel.

Nadie sabe a ciencia cierta si el decreto que se firma hoy será revocado al día siguiente, si lo que se ventila con alharaca por la tarde resiste antes de que llegue la medianoche… en un suma y sigue de despropósitos, errores de principiantes, inútiles técnicamente, mientras el pueblo asiste atónito a una orgía de prioridades en el debate público que no se compadecen con unas circunstancias de emergencia nacional.

Finalmente, para concluir, según Illa, Simón y demás compañeros de la cosa, que la culpa en último extremo la tiene la "gente", que en su estulticia es incapaz de discernir y valorar las hechuras de estadista inabarcable que el Altísimo nos mandó para salvarnos la vida y resguardar nuestro presente.

Llegados a este punto quiero apuntarme a lo que dejó escrito el científico alemán Georg C. Lichtbenger.

"Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto".

El virus avanza incontinente como las tropas del turco sobre Constantinopla. Se lleva por delante vidas y haciendas mientras aquel machote que le había derrotado (Vigo, 4 de julio 2020) se parapeta tras sus escuderos incapaces de llevar al ánimo de la ciudadanía un hálito de esperanza.

Pedro Sánchez