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Graciano Palomo

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Aquí manda Iglesias

El gran asunto no es Sánchez sino España, a la que quieren convertir en una "república plurinacional" y otras cosas al estilo Bolivia

Foto: El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)
El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)

La hemeroteca de este diario no me dejará por embustero. Con los primeros compases del gobierno de coalición afirmé que con 35 escaños y un 13 por ciento de votos, Pablo Iglesias se convertiría en el auténtico poder fáctico gubernamental. Once meses después, ahí está la realidad descriptible.

Sánchez le tiene pánico. Procura huir de la confrontación porque cuando la cosa se pone tensa, el jefe podemita recuerda que le puede mandar al averno antes incluso de ajustarse el moño. Iglesias tiene la ventaja de que, en efecto, cuenta con una hoja de ruta luminosa y la determinación de llevarla a cabo. Incluso cuando parece recular en algunas posiciones máximas tiene preparado el siguiente golpe. Lo ha demostrado en los últimos días con su exhibición de poder en Bolivia, en el llamado 'Ministerio de la Verdad' y en tantos aspectos que no ayudan precisamente a zurcir las grietas cainitas en la sociedad española.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero (d, delante), recibe los aplausos de sus compañeros de partido en el Congreso. (EFE)

Sánchez le deja hacer no fuera que se tire al monte. Iglesias le utiliza y le desprecia. Cierto es que el presidente es presidente porque el de Podemos convenció a los secesionistas para que derribaran a Rajoy y de ahí que a partir de ese momento tenga en sus manos a un teórico jefe hasta llegado el momento. El gran asunto no es Sánchez sino España, a la que quieren convertir en una "república plurinacional" y otras cosas al estilo Bolivia.

Frente a un primer ministro que aspira a convertirse en jefe de Estado, preocupado únicamente por la fanfarria para ocultar la ineptitud y la escasez de hechuras, aparece un 'bolche' con las ideas claras y, sobre todo, la voluntad de plasmarlas.

Comprendo la inquietud de Sotillos, Carmona y demás compañeros mártires. Observan encabronados cómo el Estado se ha diluido entre las manos de su jefe y ha pasado abruptamente a manos de aquel muchacho que lo prometió todo y nada ha cumplido. Esto es lo que hay. Y, además, existe.

La hemeroteca de este diario no me dejará por embustero. Con los primeros compases del gobierno de coalición afirmé que con 35 escaños y un 13 por ciento de votos, Pablo Iglesias se convertiría en el auténtico poder fáctico gubernamental. Once meses después, ahí está la realidad descriptible.

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