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Voracidad Iglesias (insaciable)
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Graciano Palomo

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Voracidad Iglesias (insaciable)

A medida que van quedando más claros los feos asuntos internos en Podemos, la agresividad imperial de Iglesias resulta más descriptible

Foto: El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. (EFE)
El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. (EFE)

Primero metió mano a la cartera del pobre Escrivá; luego pasó a la de la todavía más pobre Calviño a la que ahora ha colocado con nocturnidad y alevosía una enmienda sobre los desahucios en los PGE; se ha ido comiendo las competencias de Iván Redondo en Presidencia y ha colocado a su amigo Cintora en RTVE con el que dice jugar seguro; los pobres Campo y Robles se quejan amargamente por las esquinas de que el vicepresidente está desatado y, finalmente y por el momento, le ha hincado el diente a la cartera de la inexistente González Laya creando un enorme problema para España con el Reino de Marruecos.

Foto: Soldados saharauis el pasado mayo. (EFE)

A medida que van quedando más claros los feos asuntos internos en Podemos, la agresividad imperial de Iglesias resulta más descriptible. Hasta tal punto que los que tiraron a Mariano Rajoy por la ventana —conviene recordarlo—, es decir, los modernos del Partido Nacionalista Vasco le están suplicando a Sánchez que pegue un puñetazo en la mesa (literal) y ponga en su sitio al caudillo del moño. Y, ¿por qué si fue Iglesias el que convenció finalmente a Aitor Esteban de que liquidaran a Rajoy? Sencillamente, porque el mencionado caudillo cabalga a las grupas de Bildu que, aunque hijos pródigos del nacionalismo (con manos manchadas de sangre), tienen proyectos sociales y económicos bien diferentes a los que mantienen los herederos del carlismo identitario rancio en aquel territorio que despreciaron los romanos como recuerda en sus inmortales libros don Claudio Sánchez Albornoz.

Foto: El portavoz del PNV, Aitor Esteban, durante su intervención en la sesión de control al Ejecutivo, este miércoles en el Congreso. (EFE)

Margarita Robles ha sido la única que se atrevió a poner coto al hambre totalitaria de aquel muchacho que no tuvo reparo alguno en recoger una beca de manos de Miguel Blesa para irse unos meses a Cambrigde. Se le ha unido Campo, Calviño, Escrivá… Pero todos esos nombres no importan porque políticamente en el actual Gobierno no son nada.

¡El braserillo sanchista se está calentando…!

Primero metió mano a la cartera del pobre Escrivá; luego pasó a la de la todavía más pobre Calviño a la que ahora ha colocado con nocturnidad y alevosía una enmienda sobre los desahucios en los PGE; se ha ido comiendo las competencias de Iván Redondo en Presidencia y ha colocado a su amigo Cintora en RTVE con el que dice jugar seguro; los pobres Campo y Robles se quejan amargamente por las esquinas de que el vicepresidente está desatado y, finalmente y por el momento, le ha hincado el diente a la cartera de la inexistente González Laya creando un enorme problema para España con el Reino de Marruecos.