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El Rey en uniforme constitucional
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Graciano Palomo

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El Rey en uniforme constitucional

A lo largo de semanas anteriores, los partidarios de esa esotérica república intentaron crear un escenario para que el monarca dijera lo que no puede decir por mandato constitucional

Foto: El rey Felipe VI, durante su discurso de Nochebuena. (EFE)
El rey Felipe VI, durante su discurso de Nochebuena. (EFE)

Me sitúo entre aquellos que creen, sin contar con especial devoción intelectual/académica monárquica, que, tras el discurso del rey Felipe en la Nochebuena más reciente, hubo más hogares españoles en los que se habló de la 'república de Galapagar' que, en aquellos otros, a propósito de sus convicciones acerca de la forma de Estado.

A lo largo de semanas anteriores, los partidarios (embozados en muchos casos) de esa esotérica república donde se confunden intereses personales actuales, claramente descriptibles, con derrotas históricas que no han deglutido, intentaron crear un escenario para intentar que el Rey dijera lo que no puede decir por somero imperativo constitucional. Llevan tiempo provocando que las vísceras de Felipe VI superen al raciocinio frío de un monarca constitucional. Después de escuchar al inquilino de Somontes, se han quedado tan 'pasmaos' que solo aciertan a titular por lo "obvio" para "no decir nada". ¿Pretendían acaso que el jefe del Estado cayera en la trampa que esa minoría interesada en volarle los sesos le habían tendido arteramente?

Foto: El Rey durante el discurso de Nochebuena. (EFE)

El Rey y su entorno conocen mejor que nadie quién y quiénes son aquellos que pretenden llevarle al cadalso. Tampoco se ocultan, pero en ocasiones resultan patéticos hablando de antiguallas, podrían estar en lo cierto, pero para demodés y fracasados sus modelos ideológicos/políticos. Los más peligrosos son aquellos que se camuflan de plumillas independientes o progres de pacotilla (cuando, con millones de euros en sus cuentas, no pagan la SS de su asistenta)…Ya todo el mundo conoce su pelaje, aunque hayan sido desplumados por un Gobierno que solo admite la genuflexión en y durante todas las estaciones.

El rey Felipe estuvo donde tiene que estar. Con la unidad nacional, reivindicando la voz y el derecho de los más desprotegidos, en la Constitución democrática y garantista, llamando al coraje de un pueblo que vive horas tan amargas como la hiel que cubre a los desamparados. Don Felipe se refugió, en medio de diferentes y artificiales tormentas de nieve negra, en su rol constitucional para situarse por encima de unos cuantos barriobajeros venidos a más, enriquecidos por mor de la decisión de un primer ministro que tendrá que agachar la cerviz ante la historia.

Foto: El rey Felipe VI pronuncia su tradicional discurso de Nochebuena, desde el Palacio de La Zarzuela. (EFE)

Los principios éticos invocados por el jefe del Estado sirven tanto para sus ancestros como para aquellos que al socaire de diferentes detritus se han apalancado en las arcas del Estado para medrar personal y familiarmente una vez engañados y confundidos unos millones de votos.

Tengo para mí, insisto sin especiales vitolas en cuestiones de testas coronadas, que, si al día de hoy el pueblo llano y soberano tuviera que elegir, mandaría a paseo aquellos que tratan de meter al cuitado pueblo español en una caverna similar a la de 1917.

Hoy, en la vieja y cuarteada España, no hay un zar con Palacio de Invierno, ni un Lenin pagado con el oro de Berlín, ni un ejército en la estepa derrotado por kaiser alguno. La decisión de ese pueblo contribuyente (desde La Zarzuela a Galapagar, pasando por los habitáculos de algún Garzón y su coche oficial) parece bastante clara. No deseo irme al otro barrio sin comprobarlo.

Los que lucen piqueta de derribo quieren desconocer algo obvio: el rey en España representa, no gobierna. Para ellos es mero señuelo.

Me sitúo entre aquellos que creen, sin contar con especial devoción intelectual/académica monárquica, que, tras el discurso del rey Felipe en la Nochebuena más reciente, hubo más hogares españoles en los que se habló de la 'república de Galapagar' que, en aquellos otros, a propósito de sus convicciones acerca de la forma de Estado.

A lo largo de semanas anteriores, los partidarios (embozados en muchos casos) de esa esotérica república donde se confunden intereses personales actuales, claramente descriptibles, con derrotas históricas que no han deglutido, intentaron crear un escenario para intentar que el Rey dijera lo que no puede decir por somero imperativo constitucional. Llevan tiempo provocando que las vísceras de Felipe VI superen al raciocinio frío de un monarca constitucional. Después de escuchar al inquilino de Somontes, se han quedado tan 'pasmaos' que solo aciertan a titular por lo "obvio" para "no decir nada". ¿Pretendían acaso que el jefe del Estado cayera en la trampa que esa minoría interesada en volarle los sesos le habían tendido arteramente?

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