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Lodazal de egos que todo lo inunda
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Graciano Palomo

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Lodazal de egos que todo lo inunda

Un Gobierno con todo el poder en sus manos, que lo ejerce incluso sin siquiera guardar las formas, funciona a pilas en función del inabarcable ego de su presidente

Foto: Pedro Sánchez, Carmen Calvo y Pablo Iglesias. (EFE)
Pedro Sánchez, Carmen Calvo y Pablo Iglesias. (EFE)

El esperpento político regado con lluvia ácida con el que desayuna cada mañana el más modesto de los contribuyentes pudiera tener su aquel en clave de jolgorio y divertimento; sucede, sin embargo, que la realidad nacional no está precisamente para carcajadas. Cada amanecer español, aunque no es el único caso en el mundo hispánico, se topa con situaciones inaceptables.

"¡El interés general…!", mascullan los de aquí. "¡El interés general!", gritan los de acullá… Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.

Lejos de aceptar cualquier atisbo de la realidad, el Gobierno prefiere cabalgar sobre las montañas nevadas y blandir los blasones al viento

Un Gobierno con todo el poder en sus manos, que lo ejerce incluso sin siquiera guardar las formas, empeñado en ensancharse a sí mismo, funciona a pilas en función del inabarcable ego de su presidente. No hay más que perder unos minutos cada semana para ver cómo se conduce ante el intento de control de la oposición. Lejos de aceptar cualquier atisbo de la realidad (aun la menos negra) prefiere cabalgar sobre las montañas nevadas y blandir los blasones al viento. Ego en estado puro. Porque “yo soy el presidente, eh”… Soy el presidente…

La inmensa orgía de egos batientes no cierra filas solo alrededor de la Moncloa. Luego, aparece el coaligado, el gran reconocido por su manada como gran macho alfa. Quizá todo lo que está ocurriendo a su alrededor —el salto sin red a la política madrileña— tenga que ver precisamente con un irresistible narcisismo/leninismo que lleva a una sobrevalorada vocación en sus talentos.

Foto: El candidato a la presidencia de Madrid, Pablo Iglesias. (Dani Gago)

Hay para todos, en cualquier caso. Teóricos 'dirigentes' que no han demostrado nada en la sociedad civil —en la que se valoran más las condiciones que en la actual y mediocre clase política— se conducen ante la opinión pública y publicada como si atesorasen en sus personas todos los talentos del ser humano. Hacen declaraciones sin parar; buscan a los medios so pretexto de deponer la última estulticia que se les ocurre. Lo importante no es lo que dicen; lo decisivo es alimentar sus egos aparentando que lo dicen.

Tan descriptible es su ego como baladí su mérito

¿Acaso ven a la gente seria de este país —se apelliden Ortega, Roig, Nadal, Barbacid, Pallete, Reverte, Catalán, Barceló y un largo etcétera— buscando como locos ser noticia cada día?

Si la conjugación de esa legión de egos no resultara tan cara podrían los ciudadanos hacer una colecta extra para reír todos juntos a mandíbula batiente durante todo un largo puente o durante toda la Semana Santa, ahora que no cabe otra opción que el semiconfinamiento.

Tan descriptible es su ego como baladí su mérito. Y tienen nombres y apellidos.

El esperpento político regado con lluvia ácida con el que desayuna cada mañana el más modesto de los contribuyentes pudiera tener su aquel en clave de jolgorio y divertimento; sucede, sin embargo, que la realidad nacional no está precisamente para carcajadas. Cada amanecer español, aunque no es el único caso en el mundo hispánico, se topa con situaciones inaceptables.

"¡El interés general…!", mascullan los de aquí. "¡El interés general!", gritan los de acullá… Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.

Narcisismo Moncloa Pedro Sánchez