Palo Alto
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¿Quieres ser ministra(o)? ¡No, gracias!
Cada día que pasa vemos que los mensajes que se distribuyen entre las nuevas generaciones es que es mejor convertirse en activista de la cosa que quemarse las pestañas estudiando o leyendo libros
El ministro de Universidades, Manuel Castells (cuota Podemos, 17 millones de patrimonio) ha tenido su minuto de gloria –tampoco se prodiga en el curre excesivamente– en la prensa internacional cuando dijo aquello de que Leopoldo Alas 'Clarín' fue fusilado por el franquismo durante la Guerra Civil, cuando en realidad se fue al otro mundo arrebatado por una tuberculosis intestinal tres décadas antes de que estallara el conflicto.
El oprobio no es para el sujeto, sino para los españoles. En un diario francés, no precisamente sospechoso de bailar el agua a la derecha, se descojonan abiertamente de un miembro del Gobierno español que ignora algo que se puede solucionar con un 'clic' en Google.
Una golondrina no hace verano. Son muchas golondrinas revoloteando en torno a la ignorancia elemental.
En el mundo anglosajón hay un principio básico del servicio público: devolver a la sociedad algo de lo aprendido en el mundo civil
Tal y como está el panorama patrio a la hora de cooptar miembros en el gabinete quizá lo más sensato fuera cerrar las universidades –incluso los centros de educación secundaria–, escuelas superiores de máster y ahorrarnos una pasta. Porque cada día que pasa vemos que los mensajes que se distribuyen entre las nuevas generaciones es que es mejor convertirse en activista de la cosa que quemarse las pestañas estudiando o leyendo libros.
Ahí está el último fichaje (no hablo de posiciones políticas) de Ione Belarra que, según todas las informaciones publicadas, no ha trabajado nunca antes de llegar a altos cargos en la Administración. No deseo, por obvio, referirme a su íntima amiga en Igualdad, que tiene una carrera muy similar. Ni tampoco el ínclito Garzón, que pontifica con anatemas excluyentes todo aquel pensamiento que no coincide con la doctrina totalitaria que aprendió durante sus seminarios políticos en La Habana. Con aire acondicionado, por supuesto.
En el mundo anglosajón hay un principio básico de todo aquel que decide dedicarse al servicio público: devolver a la sociedad algo de lo aprendido en el mundo civil.
El problema que tiene hoy España es que muchos de sus dirigentes en la industria política pueden devolver poco, salvo el dineral acumulado, porque nunca aprendieron nada. Ni les resultaba rentable (exige esfuerzo), el dato y la realidad chocaban frontalmente con sus presupuestos ideológicos preconcebidos.
En la política española no están los mejores. Ni se les espera.
El ministro de Universidades, Manuel Castells (cuota Podemos, 17 millones de patrimonio) ha tenido su minuto de gloria –tampoco se prodiga en el curre excesivamente– en la prensa internacional cuando dijo aquello de que Leopoldo Alas 'Clarín' fue fusilado por el franquismo durante la Guerra Civil, cuando en realidad se fue al otro mundo arrebatado por una tuberculosis intestinal tres décadas antes de que estallara el conflicto.
El oprobio no es para el sujeto, sino para los españoles. En un diario francés, no precisamente sospechoso de bailar el agua a la derecha, se descojonan abiertamente de un miembro del Gobierno español que ignora algo que se puede solucionar con un 'clic' en Google.
Una golondrina no hace verano. Son muchas golondrinas revoloteando en torno a la ignorancia elemental.