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Lo superfluo y clamor: el Consejo de Estado
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Graciano Palomo

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Lo superfluo y clamor: el Consejo de Estado

Este órgano debe justificar su existencia devolviendo en forma de sabiduría jurídica o técnica el dinero que los ciudadanos ponen en sus buenos sueldos y coches oficiales

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Andan los miembros de tan vetusta institución muy enfadados porque después de tres años de ninguneo por parte del Gobierno ahora se han percatado, con la exvicepresidenta de ZP al frente, María Teresa Fernández de la Vega, de que a Sánchez, Calvo, Redondo y al resto de los que cortan el bacalao en el poder ejecutivo les importa tanto como una higa seca sus informes sobre esto o aquello.

Primero fue a propósito de los órganos de control sobre los fondos europeos y ahora ha sido en lo relativo al decaimiento del estado de alarma, para el que, según dicen, Sánchez no cuenta con un 'plan B'. Denuncia las carencias legislativas para tutelar la salud pública, tal y como el Gobierno se comprometió en sede parlamentaria; y, finalmente, corrige y afea a la vicepresidenta Carmen Calvo su inacción para desarrollar un marco jurídico acorde con una democracia que se precie.

Foto: Consejo de Ministros.

Lo escribí con ocasión de la ocultación del Informe sobre los Fondos Europeos que hizo Sánchez para asegurarse el total control de los mismos. Si Sánchez está decidido a gobernar por decreto y a ponerse las normas emanadas desde y por la democracia, ¿para qué demonios es necesario mantener un órgano que cuesta muchos millones al contribuyente?

En teoría, el Consejo de Estado –fundado por Carlos V en el año 1526– es el supremo órgano consultivo del Gobierno de España y contemplado en la Constitución 1978 en su artículo 107. Pero debe justificar su existencia en unos momentos de revolución social en todos los sentidos. No debe servir solo para acoger en su seno a los expresidentes , ex altos cargos gubernamentales o amigos juristas de los que mandan. Debe justificar su existencia devolviendo en forma de sabiduría jurídica o técnica –consejos escritos o verbales– el dinero que los ciudadanos ponen en sus buenos sueldos, coches oficiales y otras prebendas.

Las pataletas o susurros de unos señores y señoras muy puestos todos ellos porque el Gobierno no les hace caso salen muy caros a un país que está al borde de la bancarrota.

Andan los miembros de tan vetusta institución muy enfadados porque después de tres años de ninguneo por parte del Gobierno ahora se han percatado, con la exvicepresidenta de ZP al frente, María Teresa Fernández de la Vega, de que a Sánchez, Calvo, Redondo y al resto de los que cortan el bacalao en el poder ejecutivo les importa tanto como una higa seca sus informes sobre esto o aquello.

Consejo de Estado Pedro Sánchez