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Tres años después de aquella moción de censura
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Graciano Palomo

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Tres años después de aquella moción de censura

No se puede mantener permanentemente la ascética de la neutralidad (mal entendida) ante un leviatán de insaciable apetito que no guarda ni las formas

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Mi colega (y amigo) Raúl del Pozo, el 'crack' conquense que ya contempla la vida con un largo periscopio, sostiene que Sánchez no ve sus derrotas como una respuesta a sus errores, sino a la política destructiva del PP. Precisamente, él, aquel hombre por antonomasia del “NO es NO” y otras hierbas.

Hace tres años que se encaramó a la tribuna del Congreso de los Diputados, presto a clavar legalmente, por supuesto, un puñal en la intercostal de Rajoy, con la inestimable ayuda de la judicatura de extrema izquierda y aquella prensa que Mariano menospreció.

Pedro Sánchez prometió, en síntesis, tal estado de felicidad a los españoles bajo su mandato, que hasta el que fue su telonero, Ábalos, se empapó de su entusiasmo al jurar por sus ancestros que haría desaparecer toda la fétida corrupción de la derecha que inundaba las Españas. Liquidaría a todos los Bárcenas y jamás pisaría suelo patrio ningún maletín o firmaría orden ministerial alguna que pudiera poner bajo sospecha la decencia de un gobierno honrado. A partir de ese momento, todo serían ONG a las que el ministro de Fomento es tan proclive.

Una inmensa mayoría de españoles sostiene que Sánchez tiene difícil contestar a estas someras preguntas sin sonrojarse

Adivina, adivinanza.

  • Tres años después, ¿cumplió Sánchez lo esencial de lo prometido?
  • El Gobierno Sánchez, ¿es más capaz, técnicamente, que el anterior?
  • ¿Existe menos corrupción conocida? ¿Y de la no publicada?
  • ¿Hay más transparencia?
  • ¿Se gobierna para todos?
  • ¿Se respetan más las formas y modos democráticos?
  • España, ¿es una nación más unida?
  • ¿Es mejor la situación económica? ¿Hay menos desempleo? ¿Menos pobres? ¿Las familias viven mejor? ¿Quiénes?
  • ¿Se gasta mejor el dinero de los contribuyentes?
  • ¿Es una nación más respetada en Europa y en el mundo?
  • ¿Se miente menos a los gobernados?
  • ¿Se confunde menos el partido con el Estado?
  • ¿Hay más muestra de austeridad y respeto al dinero público?
  • ¿Tiene más clara la idea Sánchez que Rajoy de que debe existir separación de poderes?
  • ¿Hay seguridad de que a día de hoy Sánchez tiene delante una mayoría social y electoral que le pueda permitir trabajar en el interés general?
Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la presidenta del partido, Cristina Narbona (i), y la portavoz socialista, Adriana Lastra. (EFE)

Una inmensa mayoría de españoles sostiene que Sánchez tiene difícil contestar a estas someras preguntas sin sonrojarse. Más bien, sostendrán lo que acaba de decir Felipe González en el sentido de que se ha ocupado más "de enfrentar a los abuelos y biznietos de la Guerra Civil que trabajar por los hijos de la democracia…". No se puede mantener permanentemente la ascética de la neutralidad (mal entendida) ante un leviatán de insaciable apetito que no guarda ni las formas.

Mi colega (y amigo) Raúl del Pozo, el 'crack' conquense que ya contempla la vida con un largo periscopio, sostiene que Sánchez no ve sus derrotas como una respuesta a sus errores, sino a la política destructiva del PP. Precisamente, él, aquel hombre por antonomasia del “NO es NO” y otras hierbas.

Pedro Sánchez ONG Raúl del Pozo