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¿Gobernar España sin poder pisar la calle?
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Graciano Palomo

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¿Gobernar España sin poder pisar la calle?

Sánchez ha perdido ya la mayoría social de la nación, al igual que otros mandatarios en el mundo libre, pero su investidura conlleva un mandato en tiempo y forma

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

La lógica democrática es taxativa: gobierna España aquel candidato que más apoyos cuenta en el Congreso de los Diputados a la hora de investir al candidato. Y esto es inexorable hasta que el pueblo no decida otra cosa.

De modo y manera que Pedro Sánchez gobierna con legitimidad —con independencia de que durante la campaña electoral mintiera manifiestamente en asuntos capitales— y, mientras goce con la matemática parlamentaria 'Frankestein', cuenta con toda la capacidad de ejercicio para estar al frente del país.

No me encontrarán en otra acera que la legalidad democrática. Cierto es que Sánchez ha perdido ya la mayoría social de la nación, al igual que otros mandatarios en el mundo libre, pero su investidura conlleva un mandato en tiempo y forma. Cierto es también que no hay acontecimiento que le haga salir de la Moncloa donde el pueblo llano le muestre favor o aquiescencia; ello no permite colegir otras cosas.

El pueblo siempre entiende las dificultades de la gobernanza, siempre y cuando se le mire a los ojos

En esas circunstancias es donde se demuestra la madera de un gobernante. El pueblo siempre entiende las dificultades de la gobernanza, siempre y cuando se le mire a los ojos. No cuando enfrente tiene un señor maestro con el cubilete y en dar ciervo por filete 'angus'. No tiene un pase democrático que se blinden calles completas para que el 'conducator' haga paseos triunfales y prefiera la alfombra roja (o azul) a escuchar la voz directa de los gobernados. No pasa nada porque algunos griten en voz alta lo que muchos piensan.

El Gobierno tiene un atracón de 'imagen' y un déficit constatable de gestión. Llevamos ya décadas de ejercicio democrático como para trágalas y fosfatos aguados a conveniencia. No están en lo que importa al pueblo y se ahogan en el 'detritus' provocado por el ansia de poder y los egos desmesurados.

Estoy entre aquellos se alinean ante las urnas y procuro huir de las algaradas fatuas que, pasado el fervorín, a nada práctico conducen.

La lógica democrática es taxativa: gobierna España aquel candidato que más apoyos cuenta en el Congreso de los Diputados a la hora de investir al candidato. Y esto es inexorable hasta que el pueblo no decida otra cosa.

De modo y manera que Pedro Sánchez gobierna con legitimidad —con independencia de que durante la campaña electoral mintiera manifiestamente en asuntos capitales— y, mientras goce con la matemática parlamentaria 'Frankestein', cuenta con toda la capacidad de ejercicio para estar al frente del país.

No me encontrarán en otra acera que la legalidad democrática. Cierto es que Sánchez ha perdido ya la mayoría social de la nación, al igual que otros mandatarios en el mundo libre, pero su investidura conlleva un mandato en tiempo y forma. Cierto es también que no hay acontecimiento que le haga salir de la Moncloa donde el pueblo llano le muestre favor o aquiescencia; ello no permite colegir otras cosas.

Pedro Sánchez