Es noticia
Esencia del progreso: cultura del mérito
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

Esencia del progreso: cultura del mérito

Las sociedades progresan con base en el esfuerzo individual, a la plusvalía que produce el talento colectivo —suma de individualidades— siempre mirando hacia el porvenir

Foto: Las ministras de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz (c); Igualdad, Irene Montero (i), y de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra (d). (EFE)
Las ministras de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz (c); Igualdad, Irene Montero (i), y de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra (d). (EFE)

España es uno de los países del mundo libre donde la corrupción del lenguaje, sobre todo, el político, alcanza cotas predemocráticas. La izquierda, sin oposición del centro y la derecha, cuarenta años después de la restauración democrática y otros tantos de la caída del Muro —que sustanció y visualizó a escala cósmica la derrota del sistema comunista—, ha conseguido aquí imponer su dictadura y sostenerla.

La palabra clave es 'progresismo'. Ser o no ser 'progresista'. La vida o la muerte. Teórica y lógicamente, 'progresista' tiene que venir de 'progreso', esto es, que un progresista se distingue de un conservador (por estos lares se denomina 'facha') porque excita y potencia el progreso. Ese progreso, entendido social y globalmente, no puede significar otra cosa que avanzar, mejorar las condiciones existentes para producir otras mejores.

Las sociedades, desde que el mundo es mundo, se desarrollan y progresan con base en el esfuerzo individual, a la plusvalía que produce el talento colectivo —suma de individualidades— siempre mirando hacia el porvenir. Porque una cosa es ser 'progresista' y otra muy distinga 'progre'. Los segundos suelen alardear de lo primero generalmente para envolverse en un ropaje que camufle su indigencia humana, política en flagrante contradicción.

Foto: El exdirector del Gabinete del Presidente del Gobierno, Iván Redondo. (EFE) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Iván ante la fiscalía europea
Graciano Palomo

Por corto y por derecho: las comunidades que en presente continuo progresan asientan sus reales en la cultura del mérito individual, no en la desenfilada de sectas de todo tipo y condición, desde afiliaciones sociales de mera coyuntura (generalmente subvencionadas) a militancias en las que esconder sus andrajos. De modo y manera, que podríamos concluir que este país de la Europa sureña está repleto de falsos progresistas que por lo general suelen invocar su título para tapar su escaso valor personal.

Desengaño. No hay progreso, ni por ende progresista alguno, sin mérito. Y, ¿qué es el mérito entonces? Trabajo, esfuerzo, honradez. Coherencia entre lo que se predica y lo que se practica. En este campo no sirve ya la distinción entre izquierda, centro y derecha. Se es trabajador o vago; honrado o sinvergüenza, coherente o impostor. Al baremo del progresismo hay que aplicarle seguidamente el termómetro de si los individuos aportan más a la sociedad que lo que arramplan de ello.

Bastaría en la coyuntura de la España de hoy aplicar someramente este catálogo para distinguir a los auténticos 'progresistas' de los cuatreros de la cosa. Hoy, afortunadamente, no es un toque de distinción en la cuna donde naces. El 'touch' lo da el currículum académico, la trayectoria profesional, el talante ganador e irreductible ante la adversidad, la consecuencia entre la prédica y el grano, la limpieza en la vida cotidiana de cada cual y, por decirlo todo, si se le puede comprar un coche usado a alguien sin que al minuto se quede en el chasis. Así que menos lobos manidos y falsos y un poco de autenticidad.

¡Vivir para comprobar!

España es uno de los países del mundo libre donde la corrupción del lenguaje, sobre todo, el político, alcanza cotas predemocráticas. La izquierda, sin oposición del centro y la derecha, cuarenta años después de la restauración democrática y otros tantos de la caída del Muro —que sustanció y visualizó a escala cósmica la derrota del sistema comunista—, ha conseguido aquí imponer su dictadura y sostenerla.

El redactor recomienda