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Método Castells para disolver Harvard
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Graciano Palomo

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Método Castells para disolver Harvard

No puedo entender al ministro Castells a no ser por que le haya dado un superaire podemita/caribeño y que no seguir los dictados que marca Monedero/Belarra pondría en peligro su magnífico puesto

Foto: El ministro de Universidades, Manuel Castells. (EFE)
El ministro de Universidades, Manuel Castells. (EFE)

El maestro Fernando Savater, quizá el intelectual vivo más lúcido en la actual canícula hispana, sostiene que no hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad. Esto sería, en cualquier caso, una parte del problema al que se enfrenta la sociedad. El otro es el discurso "humanista" (sic) con mensajes no subliminales que de un tiempo a esta parte el ministro de Universidades, Manuel Castells y la exministra de Educación, Isabel Celaá, remitieron a los jóvenes y adolescentes españoles acerca de su formación académica, necesaria para luego entroncarse en el mundo profesional. Básicamente, esos mensajes directos han sido: el esfuerzo es una antigualla.

Sin esfuerzo, señores ministros, habría, sin duda lo hay, ministros, secretarios de Estados, directores generales, presidentes autonómicos, pero no habría investigadores que salvan vidas, no habría campeones olímpicos, ni centros con excelencia, ni becados con garantía. Gentes que no podrían devolver posteriormente a la sociedad lo que esta les ha dado.

Parte de una premisa básica: igualdad de oportunidades para todos, vengan de donde vengan, sean nietos de Amancio Ortega —ejemplo, por cierto, de superación, austeridad, trabajo y talento— o descendientes de las más familias más depauperadas de las Urdes. El toque distintivo tiene que pasar necesariamente por el trabajo y el esfuerzo.

Foto: Isabel Celaá posa para El Confidencial. (Foto: Jorge Álvaro Manzano)
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Isabel Celaá ha sido despedida por Sánchez con deshonor. Ha dejado algo que no sobrevivirá siquiera a unos pocos años. Tratar de igualar a todos, se esfuercen o no, trabajen o no, suspendan o aprueben, luchen o se tiren a la bartola, es algo que le perseguirá mientras viva. No hay sociedad más abierta que la norteamericana. De ahí que los Obama —que no descienden precisamente de la familia Ford— pudieran estudiar en Harvard, el centro más prestigioso del mundo, incluso donde españolas(es) de ancestro humilde se han doctorado y se gradúan en el no menos prestigioso MIT de Boston.

Sinceramente, no puedo entender al ministro Castells, multimillonario en California, a no ser por que le haya dado un superaire podemita/caribeño y que no seguir los dictados que marca Monedero/Belarra pondría en peligro su magnífico puesto pagado por el contribuyente. Quizá haya querido reivindicar su escaso esfuerzo al frente de una cartera ministerial que debería ser clave para el futuro de las generaciones españolas que siguen esperando el raciocinio no sectario que arbitra en latitudes en progreso del mundo libre.

Foto: El ministro de Universidades, Manuel Castells. (EFE) Opinión
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No parece que el decisivo asunto de la educación primaria, secundaria y superior sea algo sobre el que se pueda jugar y hacer experimentos bolivarianos al uso. Ni siquiera por necesidad política ser un reparto de carteras en parte alícuota.

PD. Con aquellos presupuestos educativos y de esfuerzo personal nada tiene de extraño haber confirmado en Tokio lo que se veía venir: un fracaso en toda la regla de nuestros deportistas. Salvo, claro, para RTVE, donde el denominador común en sus comentaristas no ha sido otro que el de un triunfalismo vacuo y en ocasiones justificativamente desternillante ante las derrotas.

El maestro Fernando Savater, quizá el intelectual vivo más lúcido en la actual canícula hispana, sostiene que no hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad. Esto sería, en cualquier caso, una parte del problema al que se enfrenta la sociedad. El otro es el discurso "humanista" (sic) con mensajes no subliminales que de un tiempo a esta parte el ministro de Universidades, Manuel Castells y la exministra de Educación, Isabel Celaá, remitieron a los jóvenes y adolescentes españoles acerca de su formación académica, necesaria para luego entroncarse en el mundo profesional. Básicamente, esos mensajes directos han sido: el esfuerzo es una antigualla.

Fernando Savater Isabel Celaá RTVE Amancio Ortega Manuel Castells