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La guillotina de JxCAT
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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La guillotina de JxCAT

El patíbulo de JxCAT es menos vistoso que el que armaron los revolucionarios franceses y la sangre que salpica es metafórica. Pero eso no le quita efectividad

Foto: Carles Puigdemont. (EFE)
Carles Puigdemont. (EFE)
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La guillotina es como el rascar, todo es empezar. Lo aprendieron a la fuerza los revolucionarios franceses, que no daban abasto a retirar cestas repletas de cabezas recién separadas del cuerpo. Tanto disfrutaban que acabaron cortándoselas entre ellos. Robespierre decapitó a Danton, y al Incorruptible el tajo se lo propinaron sus compañeros del Comité de Salvación Pública.

El patíbulo de JxCAT es menos vistoso que el que armaron los revolucionarios franceses en la plaza de la Concordia y la sangre que salpica es metafórica. Pero eso no le quita efectividad. El último en notar cómo el acero lo partía en dos por la nuca ha sido Jaume Alonso Cuevillas, miembro del equipo jurídico de Carles Puigdemont, que ha sido depurado de la Mesa del Parlament por atreverse a manifestar en una entrevista que no es buena idea ignorar las advertencias del Tribunal Constitucional porque la factura que se acaba pagando es muy elevada y el beneficio ninguno. O lo que es lo mismo: que el simbolismo que acarrea graves consecuencias personales es mejor ahorrárselo porque el martirologio no lleva a ninguna parte.

Cuevillas, hasta ahora un jacobino del proceso, ha probado la medicina que antes degustaron muchos otros y que acabó propiciando la escisión del PDeCAT y, con anterioridad, la purga de Marta Pascal, Carles Campuzano, Jordi Xuclà, Santi Vila y el 'masismo' en su conjunto. Cuevillas continuará siendo diputado, cierto; pero su vida política está ya en los minutos de la basura. Un guillotinado zombi, para entendernos.

placeholder Jaume Alonso Cuevillas. (EFE)
Jaume Alonso Cuevillas. (EFE)

La historia siempre es la misma. Como el proyecto político sobre el que se sustenta buena parte del discurso de JxCAT es un globo hinchado de falsa ilusión —una independencia ya votada, un referéndum que otorgó un mandato, el consejo de una república que no existe, etc.—, cualquier ejercicio de realismo, por modesto que sea, puede pincharlo y dejar a la vista la vacuidad de toda la estrategia.

El proyecto político de JxCAT tiene en realidad la fragilidad —no en votantes, pero sí en cohesión ideológica y posibilidad de concreción práctica— de un castillo de naipes. De ahí que no pueda permitirse la crítica interna ni la menor de las disensiones; y no sirva, como en el caso de Cuevillas, el apresurarse a pedir el perdón del líder. Como dicen los calabreses: 'Chi sgarra, paga'.

La decapitación de Cuevillas en plenas negociaciones con ERC para alcanzar un pacto de gobierno sirve para mantener ese globo de la fantasía en el aire. Hace creíble la estrategia de utilización del Parlament como herramienta de confrontación con el Tribunal Constitucional y refuerza el mensaje del secretario general de JxCAT, Jordi Sànchez, de que están dispuestos a quedarse en la oposición si los de Oriol Junqueras no se avienen a ceder en cuestiones clave sobre cómo debe abordarse un nuevo pulso al Estado.

Foto: Jaume Alonso Cuevillas. (EFE)

Naturalmente, todo solo tiene un objetivo: mantener hipnotizado a su electorado, que sigue mirando hacia arriba y confundiendo un globo repleto de aire con una república al alcance de la mano. Mantener la tramoya de la fantasía sobre la que se sustenta esa ilusión para no desengañar definitivamente al votante es lo único que cuenta, porque la realidad es que también JxCAT, a pesar de su estrategia, sabe que la posibilidad de un nuevo órdago al Estado es en estos momentos inviable por la división que impera en el independentismo político y también por su agotamiento mental y estratégico.

Aunque la pregunta que toda la orla política catalana intenta responderse en estos momentos es esta: lo de JxCAT facilitando la investidura de ERC, pero quedándose en la oposición, ¿es una pose negociadora o va en serio?

Poco a poco, ha ido cuajando la convicción de que el discurso reiterado de Jordi Sànchez abonando esta posibilidad puede que no sea un farol. A fin de cuentas, él viene de la tradición política de la izquierda y no tiene deudas de gratitud con los miembros de JxCAT del actual Gobierno y 'sottogoverno' en funciones. Es más, entre ellos, hay muchos que siguen en su sitio porque han renunciado a expresar cosas de las que están plenamente convencidos, como la que le ha costado la cabeza a Cuevillas.

Quedará por resolver la variable Puigdemont, que es quien acaba decidiendo en un sentido o en otro las cuestiones clave

De todos es sabido que una de las cosas que hacen más difícil marcharse del Gobierno es tener que soportar la presión de los centenares de altos cargos que sí quieren seguir conservando su puesto. Digamos que para Jordi Sànchez esta presión es menor, dado el perfil de quienes ocupan estos puestos y la relación nada estrecha que mantiene con ellos, muchos de los cuales provienen de los ejecutivos de Artur Mas y por tanto no tienen un puro ADN JxCAT.

No obstante, y a pesar de que Jordi Sànchez ejerce a plenitud las funciones de secretario general del partido, quedará por resolver la variable Carles Puigdemont, que es, cuando quiere implicarse, quien acaba decidiendo en un sentido o en otro las cuestiones fundamentales.

Por si acaso, visto lo visto, las bocas de JxCAT van a mantenerse cerraditas. Conviene conservar la cabeza encima de los hombros y la guillotina sigue plantada en la plaza de la Concordia.

La guillotina es como el rascar, todo es empezar. Lo aprendieron a la fuerza los revolucionarios franceses, que no daban abasto a retirar cestas repletas de cabezas recién separadas del cuerpo. Tanto disfrutaban que acabaron cortándoselas entre ellos. Robespierre decapitó a Danton, y al Incorruptible el tajo se lo propinaron sus compañeros del Comité de Salvación Pública.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Jordi Sànchez Carles Puigdemont Artur Mas
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