Es noticia
El PP se equivoca con las firmas (otra vez)
  1. España
  2. Pesca de arrastre
Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

Por

El PP se equivoca con las firmas (otra vez)

Reconocer un error no dice nada bueno de quien lo comete si en similares condiciones vuelve a incurrir en él

Foto: Campaña de recogida de firmas contra los indultos. (PP)
Campaña de recogida de firmas contra los indultos. (PP)

El Partido Popular en Cataluña ya tiene bastantes problemas internos como para andar distraído con otros asuntos que no sean los de su propia supervivencia. Tres diputados en el Parlamento (sobre 135) y dos en el Congreso (sobre 48) dan muestras de la irrelevancia a la que ha llegado la formación que lidera Pablo Casado en Cataluña. Una insignificancia que ha situado a los conservadores a un paso del descenso a la división extraparlamentaria. Tan mal resultado dio el tono agresivo de Cayetana Álvarez de Toledo encabezando las listas en las elecciones generales de 2019, como la oratoria más sosegada de Alejandro Fernández liderando el cartel de las últimas elecciones autonómicas celebradas en febrero. Tras los sucesivos descalabros, las direcciones provinciales están ahora en manos de gestoras impuestas por los mandos de Génova y el liderazgo autonómico de Alejandro Fernández, aunque no se cuestione abiertamente, ha perdido solidez.

Así las cosas, exigir a la división catalana del PP que ande organizando mesas petitorias para animar a los ciudadanos a firmar contra los indultos quizá suponga exigirle un sobreesfuerzo que no está en condiciones de asumir. Pero bien podría ser, y de hecho así es, que no sea la incapacidad logística para montar teatrillos en la calle lo que haya llevado a los populares catalanes a no recoger rúbricas por las aceras, sino más bien la intuición de que el rendimiento político de hacerlo sería nulo o contraproducente.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado. (EFE)

Entiéndase. No es que los populares catalanes no compartan la decisión de su partido de oponerse abiertamente a los indultos. Es más bien que consideran que basta y sobra con dejar claro cuál es su posicionamiento sin necesidad de caer en el histrionismo de sacar a la calle mesas y sillas para animar a los ciudadanos a estampar su signatura contra los indultos. Los catalanes que quieran firmar contra el indulto podrán hacerlo en el formulario digital alojado en change.org, pero nadie les va a gritar en medio de la calle, al menos por el momento, “échame aquí una firmita”.

En Cataluña, la posición del PP es más cercana a la que prescribía José Antonio Zarzalejos en su artículo “Ni firmas ni Colón”, desaconsejando “una especie de leva de firmas de ciudadanos contra los propósitos gubernamentales”. Pero de nuevo quienes están en el terreno, y por tanto en mejores condiciones de leer en el termómetro la temperatura ambiente de la sociedad a la que sirven, van a contar poco o nada en la estrategia nacional de su partido.

Xavier García Albiol, alcalde de Badalona, la única gran ciudad catalana gobernada por el PP, reconoció en su día que la recogida de firmas organizada por los populares en 2006 contra el Estatut fue un error porque acabó siendo percibida como una agresión, no al nacionalismo, sino a toda Cataluña.

De hecho, este tipo de confesión ha sido moneda corriente en el PP tras la eclosión del proceso separatista en 2012, también entre sus líderes nacionales. Algunas de estas voces lo han expresado abiertamente en público, otras en privado. Pero el sentimiento generalizado entre los conservadores en los últimos años era que, visto lo que ocurrió después, el Estatuto que finalmente cercenó el Tribunal Supremo, tras un recurso del propio PP, no hubiese sido un mal acuerdo para solventar por un largo tiempo el contencioso con el nacionalismo catalán.

Fue un error pedir firmas en 2015 y vuelve a serlo ahora. Sin quitar legitimidad a los posicionamientos contrarios al indulto

El problema de la recogida de firmas, como método para avalar un posicionamiento contrario en este caso al indulto, o previamente al Estatuto, es que multiplica la carga emocional que ya incorpora de por sí la política. Tanto entre las personas que se sienten impelidas a firmar como entre quienes están en la posición contraria, que perciben esas firmas como un ataque. No es lo que necesitan Cataluña y tampoco el resto de España.

Fue un error pedir firmas en 2015 y vuelve a serlo ahora. Sin quitar legitimidad a los posicionamientos contrarios al indulto, debería evitarse cualquier paroxismo que caliente los ánimos sin que haya necesidad de ello.

La recogida de firmas no tiene nada que ver con la oposición a los indultos. Es en el fondo la puesta en práctica de las acciones tácticas que aconseja la hoja Excel del PP que refleja sus cálculos electoralistas y en la que su marginalidad en Cataluña ya viene descontada.

Foto: Campaña de recogida de firmas contra los indultos. (PP)

La decisión ha vuelto a ser que exacerbar los ánimos en el resto de España sale a cuenta si sirve para mejorar en las encuestas y taponar la amenaza siempre presente de Vox (finiquitado, a Cs no hace falta dedicarle una línea).

Los indultos esconden una convicción ideológica legítimamente contraria a los mismos, por supuesto. Pero la manera de demostrar esa convicción —las firmas— obedece únicamente a cuestiones de 'marketing' político. Sale a cuenta. Por eso en Cataluña —donde no ofrece beneficios claros— no se van a recoger, salvo rectificación, y en el resto de España, sí. Es tan fácil de entender como censurable. Reconocer un error no dice nada bueno de quien lo comete si, en condiciones similares, vuelve a incurrir en él. Y por lo que se ve, nada se ha aprendido de 2006. Lamentablemente, no sorprende.

El Partido Popular en Cataluña ya tiene bastantes problemas internos como para andar distraído con otros asuntos que no sean los de su propia supervivencia. Tres diputados en el Parlamento (sobre 135) y dos en el Congreso (sobre 48) dan muestras de la irrelevancia a la que ha llegado la formación que lidera Pablo Casado en Cataluña. Una insignificancia que ha situado a los conservadores a un paso del descenso a la división extraparlamentaria. Tan mal resultado dio el tono agresivo de Cayetana Álvarez de Toledo encabezando las listas en las elecciones generales de 2019, como la oratoria más sosegada de Alejandro Fernández liderando el cartel de las últimas elecciones autonómicas celebradas en febrero. Tras los sucesivos descalabros, las direcciones provinciales están ahora en manos de gestoras impuestas por los mandos de Génova y el liderazgo autonómico de Alejandro Fernández, aunque no se cuestione abiertamente, ha perdido solidez.

Cayetana Álvarez de Toledo Pablo Casado Toledo Nacionalismo
El redactor recomienda