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Junqueras da al PSOE el gesto final para facilitar los indultos
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Josep Martí Blanch

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Junqueras da al PSOE el gesto final para facilitar los indultos

Aunque el líder de ERC no habla de arrepentimiento, sí lo hace de aprendizaje de los errores cometidos. Con un objetivo: dejar bien clara la renuncia a la unilateralidad como mecanismo para alcanzar la independencia

Foto: El presidente de ERC, Oriol Junqueras. (EFE)
El presidente de ERC, Oriol Junqueras. (EFE)
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Oriol Junqueras desnudó ayer —del todo— en un artículo publicado en 'Ara' y remitido a La Sexta la estrategia de su partido para el nuevo tiempo político. Hizo más. Puso también encima de la mesa lo que venía reclamándosele desde hace tiempo desde el Gobierno de España por motivos políticos y desde las instancias judiciales por cuestiones jurídicas: explicitar los argumentos que faciliten la justificación y el otorgamiento de los indultos.

Aunque el líder de ERC no habla de arrepentimiento, sí lo hace de aprendizaje de los errores cometidos. Con un objetivo: dejar bien clara la renuncia a la unilateralidad como mecanismo para alcanzar la independencia. Junqueras ya había dicho cosas similares con anterioridad, pero nunca de manera tan cristalina, fácil de entender y sin añadir coletillas que maticen o quiten valor a la afirmación principal.

Foto: El líder de ERC, Oriol Junqueras. (EFE)

Junqueras se recrea además en la necesidad de que la Generalitat, que preside ahora su partido, sea la de todos los catalanes, sin protagonizar actuaciones que dejen parte de la ciudadanía desamparada, como sucedió en 2017, e insiste en que el único modo de avanzar en su proyecto independentista es el diálogo y la negociación con el Estado. Se puede decir más alto, pero no más claro: ERC se equivocó, ha aprendido la lección y ahora elige otro camino. Al menos, eso es lo que escribe su máximo mandatario de su puño y letra.

Junqueras ha cumplido con el gesto exigido por el PSOE. Y lo ha hecho escogiendo a conciencia el momento: el día del primer encuentro entre el presidente de España y el de la Generalitat, en el acto que se celebró ayer en la patronal Fomento del Trabajo para condecorar al editor de 'La Vanguardia', Javier Godó, con motivo del 250 aniversario del nacimiento de la asociación empresarial y el 140 cumpleaños de la histórica cabecera barcelonesa.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Ejecutivo. (EFE)

Los esfuerzos por recuperar tanta normalidad como sea posible en Cataluña son ingentes y vienen protagonizados principalmente por ERC y por el PSC-PSOE. Pero ya nadie, tampoco JxCAT, queda al margen totalmente de esta estrategia desde que Jordi Sànchez, el secretario general de la formación, se impusiera en el pulso mantenido con otras sensibilidades de este espacio político. Una de las derrotadas, Elsa Artadi, corrió ayer a añadir que la unilateralidad no debe descartarse, pero lo hizo desde el minialtavoz de un grupo minoritario de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, y no desde la vicepresidencia del Gobierno catalán, que estaría ejerciendo de no haber sido derrotada por su secretario general en las negociaciones con ERC para formar Gobierno.

El encuentro entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en la sede de Foment, fue un acto de normalidad al que el artículo de Oriol Junqueras añadió más vaselina de la que ya se había untado en los días previos. Los discursos de los presidentes también estuvieron pensados para aliviar tensión, no para crearla. Optimismo, generosidad, negociación. Palabras de alivio, no de enfrentamiento.

Nadie, desde el independentismo —a excepción de los entornos marginales—, calentó el ambiente ni cuestionó la oportunidad de este. Esta normalidad es excepcional, si se toma como referente el pasado más próximo, y por eso mismo merece ser destacada.

El viernes, los presidentes —Sánchez y Aragonès— hablaron por teléfono, ayer se encontraron físicamente en un acto y pronto se verán en una reunión de trabajo. Y tampoco nadie, al menos de momento, tiene un interés particular en hacer descarrilar la secuencia del reencuentro desde las filas de uno u otro Gobierno. No es poca cosa.

Las mismas ganas que hace un tiempo se dedicaban a crear tensión y mal ambiente con anterioridad a cualquier contacto —para poder destacar luego el absoluto fracaso de cualquier acercamiento— se tienen ahora en sentido contrario. A anotar también que no se generan tampoco falsas expectativas gratuitas. El capítulo de mantener las expectativas en el terreno de la racionalidad es primordial. Y se está haciendo. No hay normalidad posible si deja de tocarse con los pies en el suelo.

Foto: Sánchez (d), esta mañana junto a Aragonès (i). (EFE)

Simplemente se apuntala la necesidad y oportunidad de un nuevo tiempo político que se sabe difícil. Pero no es poca cosa. Podemos expresarlo así: el ambiente no huele a perfume parisino, pero el desodorante de pH neutro está haciendo un primer trabajo en favor de la normalidad institucional.

No solo quienes gobiernan intentan manejar una nueva normalidad; esta sí, a diferencia de la que nos regala la pandemia, deseable. También la oposición —en Cataluña, no en el Congreso— está por hacer los deberes. En este sentido, el ganador de las elecciones, Salvador Illa, está trabajando para recuperar algo que también le faltaba a la política catalana: una oposición que ejerza como tal. En la anterior legislatura, los catalanes no tuvieron presidente y apenas tuvieron Gobierno, pero tampoco contaron con un líder y un partido de la oposición efectivo. Por parte de Cs, ni Inés Arrimadas primero, ni Carlos Carrizosa después, cuando la primera se marchó a Madrid para sustituir a Albert Rivera, supieron estar a la altura de lo que significaba ser el primer partido de la oposición y qué trabajo se esperaba de ellos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

Illa ha entendido que la normalización catalana también pasa por una oposición de verdad. Su oferta de grandes pactos al Gobierno de la Generalitat —pandemia, recuperación económica, renovación de cargos institucionales caducados y reforma estructural de los medios de comunicación púbicos para hacerlos viables desde el punto de vista económico—, combinada con una oposición dura en otros asuntos, va en la línea de normalizar el papel de la oposición y con ello el de las instituciones y la política catalanas. Su 'Gobierno en la sombra', presentado esta semana, hay que situarlo en esta lógica de normalidad de que hablamos: la Generalitat es de quien se la gana, y los socialistas quieren ganarla.

El diccionario de la Real Academia Española se refiere de esta guisa a la normalidad: cualidad o condición de normal. Entenderá el lector que la situación política en Cataluña está lejos de ajustarse con precisión a esta definición.

Pero sí se ha alcanzado la normalidad si nos limitamos a utilizar la palabra para referirnos al hecho de que desde las instituciones de gobierno —catalanas y españolas—, y en particular desde sus presidencias, no se trabaja para empeorar la situación y puede que incluso se haga para mejorarla. Es lo que se espera de los gobernantes. Eso sí es y debe ser una cualidad o condición de normal. ¿No?

Oriol Junqueras desnudó ayer —del todo— en un artículo publicado en 'Ara' y remitido a La Sexta la estrategia de su partido para el nuevo tiempo político. Hizo más. Puso también encima de la mesa lo que venía reclamándosele desde hace tiempo desde el Gobierno de España por motivos políticos y desde las instancias judiciales por cuestiones jurídicas: explicitar los argumentos que faciliten la justificación y el otorgamiento de los indultos.

Oriol Junqueras Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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