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Josep Martí Blanch

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El empresariado se hace estatista

Las jornadas del Círculo de Economía explicitan un nuevo marco mental que acepta que el Estado es el principal actor económico y las empresas sus agentes subsidiarios

Foto: El líder del PP, Pablo Casado (c), conversa con el presidente del Círculo de Economía, Xavier Faus (i), y el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre (d). (EFE)
El líder del PP, Pablo Casado (c), conversa con el presidente del Círculo de Economía, Xavier Faus (i), y el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre (d). (EFE)
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Los titulares de la reunión anual del Cercle d’Economia se los ha llevado la política, tal y como estaba previsto. Manda la actualidad, y que un 'lobby' económico de referencia se posicione a favor de los indultos de manera reiterada es informativamente relevante.

Lo hizo el miércoles el presidente de la entidad, Xavier Faus, e insistió ayer nuevamente el expresidente de CaixaBank y directivo del Círculo, Jordi Gual. Este último lo hizo ante el líder popular, Pablo Casado; quien, a pesar de estar en un foro tradicionalmente sensible a las recetas liberales y conservadoras, pudo advertir la soledad y marginalidad en que se sitúa su discurso en Cataluña incluso cuando el auditorio está constituido por personas poco comprensivas y nada cómplices con el independentismo. Hasta el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que también participó ayer en las jornadas, se mostró favorable a las medidas de gracia.

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La abundante espuma política ha dejado en segundo término, y apenas visible, el cambio de rasante que también ha acompañado los párrafos económicos de los discursos que se han ido escuchando. El nuevo mantra empresarial se llama 'capitalismo responsable' y ha venido, como dice el tópico, para quedarse. Primero fueron artículos, después libros y ahora ya es moneda de cambio habitual en las quedadas empresariales. Las modas, en el terreno de las ideas, siempre llegan en ese orden: primero el papel y luego los atriles.

Queda ya muy lejos el mes de junio de 2014. Por aquellas fechas, el presidente de Banco Sabadell, Josep Oliu, proponía medio broma, medio en serio, la creación de un "Podemos de derechas", orientado a la defensa a cal y canto de la iniciativa privada y el desarrollo económico. Había que combatir la estatización y la demonización del lucro y el beneficio con herramientas dialécticas duras y clásicas: el Estado como enemigo de la empresa. A tenor de lo que se ha venido oyendo estos días en Barcelona, que es prácticamente lo contrario, pareciera que haya pasado un siglo desde que Oliu dijo esas palabras que, escuchadas hoy, parecen sacadas del pleistoceno a la vista de cómo ha evolucionado, por gusto o por fuerza, el discurso empresarial.

Foto: La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, acompañada por el presidente del Cercle d'Economia de Barcelona, Xavier Faus. (EFE)

Naturalmente, en la reunión del Círculo se han reivindicado el crecimiento económico, la fiscalidad razonable que asegure la competitividad y algunos lugares comunes más que no hace falta listar.

Pero, yendo más al fondo, en la vertiente económica de la jornada ha predominado un acento netamente socialdemócrata de nueva generación. Si es por sincera convicción, por necesidad, porque es lo que la moda dicta en estos momentos —o una mezcla de todas estas variables—, está por ver. Tiempo habrá.

El presidente del Círculo, Xavier Faus, fue meridianamente claro anunciando un nuevo tiempo económico en su intervención inicial. La salida de la crisis debe serlo para todo el mundo y ha de ir más allá de las estadísticas referidas al crecimiento económico. No se ahorró las amenazas: si se deja gente atrás, tardará más o menos, pero el populismo extremo —de izquierdas o de derechas, da igual— acabará adueñándose del tablero de juego y lo pasaremos mal. A partir de ahí, el mantra cada vez más habitual de la sostenibilidad, la digitalización, el feminismo y la exigencia de políticas públicas ambiciosas de gasto pero acompañadas de reformas estructurales en el terreno de la educación, la colaboración público-privada o la Administración. Pero siempre mirando al Estado o al club de Estados que es la UE, a quien, por asentimiento, se otorga voluntariamente el rol de principal motor de crecimiento económico.

Foto: Círculo de Economía. (EFE)

En el Círculo, con las orejas despejadas, se ha escuchado claramente que el liberalismo económico ha perdido, al menos por un tiempo, la partida argumental y ya no es el plato preferido para buena parte del empresariado de toda España. La idea de la empresa como el actor principal de la actividad económica, capaz de bregarse en el mercado para crear una riqueza que después será redistribuida a través de políticas públicas, ha perdido capacidad de seducción.

Se advierte que el empresariado, como España entera, ha quedado abducido por los fondos de reconstrucción; como si en el futuro todo fuera a depender de ese gran maná. Haciéndolo, asume, quizás involuntariamente, una tesis que hasta hace poco era poco menos que anatema: no es la empresa la que hace posible la creación de trabajo y riqueza, es más bien el Estado quien desempeña esa labor, solo que se vale de las empresas para hacerlo mejor, más rápido y de manera más eficaz.

Foto: La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, acompañada por el presidente del Cercle d'Economia de Barcelona, Javier Faus. (EFE) Opinión
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Este nuevo acento no puede sorprender. A fin de cuentas, hay anunciada una fiesta de 140.000 millones de gasto público en España en el periodo 2021-2026, contando tan solo con el dinero proveniente del mecanismo europeo de recuperación y resiliencia. Añadan el resto del gasto previsto y podrán visualizar la orgía monetaria que se avecina. Todo el mundo quiere invitación para esta gran 'party', y para sacar tique hay que ponerse firme ante cierta dialéctica, siempre que uno aspire a llegar hasta la pista de baile.

A nadie se le ocurre defender que los bajos sueldos no son un problema en España y que hay que hacer frente a esa cuestión

En honor a la verdad, hay que decir que se han oído cosas que hasta hace poco eran inimaginables. La necesidad de recuperar poder adquisitivo por parte de los trabajadores, por ejemplo. A nadie se le ocurre ya defender en público que los bajos sueldos no son un problema en España y que de un modo u otro hay que hacer frente a esa cuestión. Ha cuajado ya definitivamente la idea de que no sirve el crecimiento estadístico si por el camino las clases medias se debilitan y aumentan las bolsas de pobreza.

El presidente de Agbar, Àngel Simon, habló incluso en su intervención de la necesidad de que las empresas se comprometan con un nuevo contrato social. En su caso, su afirmación iba referida a los costes que tendrá la transición energética ligada a la descarbonización y la necesidad de acompañar con planes de formación a los profesionales que corren el riesgo de quedarse descolgados si no adquieren nuevas habilidades, sin las cuales no tendrán garantizado trabajo en ese futuro que se quiere acelerar.

Todo son buenas intenciones. Se ha abandonado la idea fuerza, válida desde la revolución thatcherista, de que quien no llega a la meta de sus logros personales es porque se niega a correr. Deja de darse por buena la afirmación de que basta con que uno trabaje duro para salir adelante. Se acepta con naturalidad que el sistema es injusto y hay que corregirlo. Socialdemocracia en vena.

El tiempo dirá cuánto hay de verdad en este nuevo discurso empresarial, que va haciéndose progresivamente hegemónico

El tiempo dirá cuánto hay de verdad y cuánto de posicionamiento táctico en este nuevo discurso empresarial, que va haciéndose progresivamente hegemónico, y, sobre todo, cómo acaba combinando con las exigencias del capitalismo financiero, que siguen siendo las mismas de siempre, por muchas capas de eufemismos que se les quiera añadir encima.

En las jornadas del Círculo, por ejemplo, nadie se ha acordado de Emmanuel Faber, el presidente y consejero delegado de Danone cesado en marzo de este año. Al directivo le cortaron la cabeza tras una intensa campaña de los fondos accionistas Artisan Partners y Bluebell Capital que llevaban ya un tiempo con la mosca detrás de la oreja por el excesivo entusiasmo con que Faber desarrollaba nuevos y ambiciosos programas de sostenibilidad y justicia social.

Foto: Isla, Botín y Pallete, en la reunión del Cercle. (Círculo de Economía)

El cese abrió un serio debate en Francia sobre la realidad y la ficción de los discursos empresariales, los planes de responsabilidad social corporativa y la economía y el capitalismo responsable.

Que hay una nueva partitura tarareándose en los ambientes empresariales es una evidencia. Que esa música acabe sonando por los altavoces y sea bailable para el común de los mortales, está todavía por ver.

Los titulares de la reunión anual del Cercle d’Economia se los ha llevado la política, tal y como estaba previsto. Manda la actualidad, y que un 'lobby' económico de referencia se posicione a favor de los indultos de manera reiterada es informativamente relevante.

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