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Repatriar es lo mejor para el menor
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Josep Martí Blanch

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Repatriar es lo mejor para el menor

La politización del debate sobre los menores inmigrantes deja en el cajón la pregunta fundamental: ¿qué es lo mejor para ellos?

Foto: Menores inmigrantes permanecen en la ciudad española de Ceuta. (EFE)
Menores inmigrantes permanecen en la ciudad española de Ceuta. (EFE)
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La solución pasa por la devolución en caliente de cualquier menor que cruza el Estrecho. El primer derecho de los niños es tener raíces y estar con sus familias. Si se permite su entrada en Europa, el efecto llamada es imparable. Las raíces son esenciales y se las estamos cortando a estos menores. España y Francia son responsables directos de lo que pasa en el Estrecho. Se gastan un dineral en acoger a los niños allí, cuando deberían estar en Marruecos. Hay un negocio montado.

Ni una sola palabra del primer párrafo es de quien esto escribe. Son frases de Mounira Bouzid El-Alami, presidenta de la ONG marroquí Darna (Nuestra casa), dedicada a ayudar a los niños, jóvenes y mujeres en situación de exclusión. Fueron pronunciadas en agosto de 2019, en respuesta a las preguntas de una entrevista publicada en 'El Periódico', dos años antes de que el país vecino utilizara obscenamente a niños y adolescentes para presionar políticamente a España, animándolos a llegar nadando a Ceuta la pasada primavera.

Hoy tiene sentido repasar el discurso de Mounira Bouzid El-Alami. Porque, dejando a un lado las disputas políticas y legales que el intento de repatriación de este último contingente de menores ha provocado, la gran pregunta a responder desde el punto de vista humanitario sigue siendo qué es lo mejor para ellos.

placeholder Un grupo de personas trata de cruzar la valla fronteriza que separa Fnideq (Castillejos, Marruecos) y Ceuta. (EFE)
Un grupo de personas trata de cruzar la valla fronteriza que separa Fnideq (Castillejos, Marruecos) y Ceuta. (EFE)

Se entrevé, entre los contrarios de corte maximalista a la repatriación, cierto aire supremacista. Desde su perspectiva, cualquier menor estará mejor en España que en Marruecos. Parte, esta visión, del error conceptual de considerar que el bienestar material es lo único que cuenta para el desarrollo de un menor de edad, sin atender a las particularidades de cada caso individual. Pero es que, además, se olvidan de las condiciones de vida que esos chicos van a tener en España. Ser un mena —un menor no acompañado— no es un pasaporte a la felicidad ni a una colección de días de color de rosa.

Los menores, llegados en grupo o individualmente, responden a las más diversas tipologías. Los centros de acogida no funcionan como debieran. No hay capacidad ni recursos para separar a los menores que llegan a España con un comportamiento acorde a lo que aquí entendemos por un 'menor de edad' de aquellos que son delincuentes ya curtidos de difícil reinserción.

Naturalmente, la inserción de los menas en la sociedad española presenta muchísimos casos de éxito. Pero basta hablar con cualquier cuerpo policial —Policía Macional, Guardia Civil, Mossos d'Esquadra— para atinar hasta qué punto es igualmente abultado el número de fracasos. Si uno ve las cosas como son, y no como le gustaría que fuesen, no parece ni mucho menos razonable oponerse a la repatriación en términos absolutos, como ocurre normalmente desde las posiciones más izquierdistas.

Foto: Un grupo de menores en Ceuta. (EFE)

Son estos argumentos los que explican las palabras de Mounira Bouzid El-Alami. El menor siempre estará mejor entre los suyos, hablando su lengua y en un entorno que conoce. Si resulta imposible su reinserción social, es muy probable que el resultado final sea el mismo en España que en Marruecos. Y si se trata de un joven del cual puede eliminarse o matizarse el riesgo de exclusión, es también muy probable que las posibilidades sean también las mismas.

Más allá del interés de los propios menores, hay que tener también en cuenta el de la propia sociedad española. A pesar de los discursos políticamente correctos, que intentan tapar esta realidad, los ciudadanos saben perfectamente que una cifra nada desdeñable de los menores de edad llegados a España en estas condiciones acaba en el inframundo de la delincuencia.

Este problema produce un efecto tremendo sobre el colectivo y alimenta las posiciones más extremistas, cuando no directamente racistas

Esto produce un efecto tremendo sobre todo el colectivo —que es criminalizado en su conjunto— y alimenta las posiciones políticas más extremistas, cuando no directamente racistas. Cerrar los ojos a esta realidad equivale a alimentar en nombre de la buena voluntad los peores instintos.

Y también, en el mismo capítulo de los intereses de la sociedad española, está la necesidad de revertir los efectos del chantaje marroquí llevado a la práctica —tal y como las instituciones europeas han acreditado— utilizando menores de edad para presionar políticamente a España. Aunque en este capítulo es cierto que la repatriación de los menas es un asunto menor y que lo verdaderamente importante sería que algún día pudiese revertirse la debilidad extrema de España en el concierto internacional, de la que el vecino del sur viene tomando buena nota desde hace tiempo.

La solución pasa por la devolución en caliente de cualquier menor que cruza el Estrecho. El primer derecho de los niños es tener raíces y estar con sus familias. Si se permite su entrada en Europa, el efecto llamada es imparable. Las raíces son esenciales y se las estamos cortando a estos menores. España y Francia son responsables directos de lo que pasa en el Estrecho. Se gastan un dineral en acoger a los niños allí, cuando deberían estar en Marruecos. Hay un negocio montado.

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