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Pablo Casado: "¡Soy un líder de verdad!"
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Pablo Casado: "¡Soy un líder de verdad!"

De lo que trata el circo itinerante de esta semana es de que la propia familia popular afiance una mirada de confianza sobre Casado y lo considere por fin el hombre que llegará a la presidencia

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado. (EFE)
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Las convenciones políticas tienen siempre varios objetivos. Cohesionar a la secta —la que sea— y a sus acólitos en torno al líder y a su proyecto y, en paralelo, despertar cierta querencia entre los ciudadanos que no forman parte de ella. Al mismo tiempo, generar dudas y temores entre las sectas rivales. Como cada día tiene su afán, depende del momento concreto el que acaben pesando más unos objetivos que otros.

El 'caravaning show' de siete días de duración que se ha montado el PP por la geografía española (Santiago, Valladolid, Madrid, Sevilla, Cartagena y Valencia) responde únicamente —o casi— al primer objetivo. Los mismos populares han abonado esta lectura, dado que no van a hablar de su proyecto concreto para España hasta dentro de un año.

Foto: Reunión de Moreno y López Miras. (EFE)

De lo que trata exclusivamente el circo itinerante de esta semana es de que la propia familia popular afiance una mirada de confianza sobre el liderazgo de Casado y lo considere por fin el hombre que llegará a la presidencia de España en cuanto sea que se celebren las elecciones.

Que la propia organización deje de mirar a su líder como a un igual que, coyunturalmente, ocupa la silla más importante del partido, para pasar a considerarlo alguien con mérito y capacidad suficientes para que resulte indudable que echará a socialistas y podemitas del Gobierno. ¡Que crean los nuestros!

Foto: El líder del PP, Pablo Casado (d), junto al expresidente francés Nicolas Sarkozy. (EFE)

Una ceremonia adicional de entronización en la que se añaden al jefe galones de autoridad moral a los formales que ya acumulaba. Esto, naturalmente, a veces sale bien y otras mal. Las condiciones para que salga según lo previsto son que las encuestas acompañen, que los frentes abiertos entre las diferentes familias no excedan el límite de lo razonable y que nadie de la misma sangre discuta, abierta o soterradamente, la autoridad del líder en los días, semanas y meses que siguen al 'show' de una convención.

Como no ha llegado aún la hora de hablar con los ciudadanos, esta convención cojea voluntariamente a la hora de presentar la España del futuro que tiene en la cabeza Pablo Casado. De momento, por el escenario han pasado ya muchos maestrillos y, como es natural, cada uno ha ido a perorar de su librillo. Imposible sacar nada en claro sobre los mimbres estratégicos con los que Casado aspira a suceder a Pedro Sánchez.

Rebuscando en el pleistoceno, recordemos que el PP ganó las elecciones de 1996 tras un 'viaje al centro' obligado por un sonado fracaso en los comicios de 1993 en los que, creyéndose ganador, optó por una campaña muy agresiva contra los socialistas que lo llevó a la ruina y permitió a Felipe González seguir tres años más en el Gobierno.

El PP solo puede —de momento— aspirar a gobernar España yendo de la mano de Vox

El segundo ciclo de gobierno de los populares, tras siete años en la oposición, se inaugura en 2011, tras la endeblez demostrada por José Luis Rodríguez Zapatero en la gestión de la crisis económica y su empeño en negar la existencia de la misma, hasta que el agua llegó al cuello de todos los españoles y la amenaza de 'default' económico del país se hizo real. Mariano Rajoy solo tuvo que esperar a que la fruta de la incapacidad de Rodríguez Zapatero madurase lo suficiente y guardarse las espaldas —eso fue lo más difícil— de los puñales de muchos de sus compañeros de partido, que no dejaron de intentar matarle políticamente hasta que alcanzó la presidencia.

¿Y ahora? ¿Cómo pretende recuperar el poder el PP? Y, sobre todo, ¿cómo puede recuperarlo? Para empezar, no hay comparación posible con el pasado porque, a pesar del empeño de tanto analista, la España bipartidista ha dejado de existir.

Foto: Pablo Casado y Mariano Rajoy, en el arranque de la convención. (EFE)

El PP solo puede —de momento— aspirar a gobernar España yendo de la mano de Vox. Así que no tiene más remedio que atrancar el crecimiento de los que han de acabar siendo sus socios —eso requiere un discurso ideológico nada acomplejado—, al tiempo que también se ensacan los votos del conservadorismo moderado, del liberalismo teórico que ha dejado huérfano Cs y de todas las familias políticas que han hallado cobijo tradicionalmente bajo el paraguas popular.

Y, junto a estos, el tropel de enfadados con el PSOE que tengan memoria (Sánchez les dijo que no pactaría con Podemos y que de indultos a los independentistas ni hablar) y los otros muchos que puedan desengañarse de aquí a las elecciones, sobre todo cuando vean que la salida de la crisis, a pesar de los fondos de ayuda europeos, no se traduce en mejores condiciones de vida y más holgura en los bolsillos (la coyuntura internacional —mercado de materias primas, el aumento de la tensión con China, la crisis energética— puede acabar siendo un gran aliado de Pablo Casado).

Foto: Pablo Casado y Nicolás Sarkozy. (EFE)

Así las cosas, lo más probable es que por los altavoces del PP se emitan discursos heterogéneos y que el proyecto, lo que se dice el proyecto, no acabe de clarificarse, no ahora, sino tampoco dentro de un año. Los centristas apelarán al centro, los ultraconservadores se confundirán con Vox y Casado seguirá de oca a oca tirando porque le toca y fiando buena parte de su suerte a que las circunstancias no sean las más propicias para Pedro Sánchez y que una parte importante de los votos le acabe llegando por simple decantamiento. Aspira al voto ideológico y al voto resignado y, por supuesto, a la compañía de Vox. Y cuando este sea el objetivo, lo mejor es que no quede nada claro, para que todo el mundo pueda ver solo lo que quiera ver y no lo que hay.

De momento, ahora tocaba solo lo primero: "¡Oigan, que soy un líder de verdad! ¡Acaso no han visto qué convención!".

Las convenciones políticas tienen siempre varios objetivos. Cohesionar a la secta —la que sea— y a sus acólitos en torno al líder y a su proyecto y, en paralelo, despertar cierta querencia entre los ciudadanos que no forman parte de ella. Al mismo tiempo, generar dudas y temores entre las sectas rivales. Como cada día tiene su afán, depende del momento concreto el que acaben pesando más unos objetivos que otros.

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