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La última bala del catalanismo indigente
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Josep Martí Blanch

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La última bala del catalanismo indigente

Àngels Chacón presentó ayer una oferta de ampliación de capital político a la que están invitados su partido y el resto para crear una nueva formación que los integre a todos

Foto:  La secretaria general del PDeCAT, Àngels Chacón. (EFE)
La secretaria general del PDeCAT, Àngels Chacón. (EFE)
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La tesis se ha escrito mil veces, pero la realidad no ha corroborado la afirmación. Consiste en dar por hecho que el proceso independentista dejó huérfano al catalanismo liberal conservador que históricamente había encontrado acomodo en CiU. Continúa el argumento dando por hecho que desde entonces muchos catalanes adscritos a esa cosmovisión orbitan por el espacio sideral a la espera de que un partido político con una propuesta catalanista moderada y realista los vuelva a ilusionar. Un mercado de votantes huérfanos esperando al papá moderado y a la mamá realista.

Claro que si hasta el momento no ha sido así, bien podría ser que ese marco teórico no fuese más que una nueva versión del cuento de la lechera de quienes piensan que son más de los que son en realidad. Una equivocación habitual en política, oficio en el que las cuentas, antes de pasar por las urnas, siempre son las del Gran Capitán.

Lo cierto es que hasta el momento la teoría no ha funcionado. La prueba del algodón no engaña. En la última contienda autonómica, el PDeCAT y el PNC, con Àngels Chacón y Marta Pascal de candidatas, se estrellaron y quedaron fuera del hemiciclo con 77.000 y 4.500 votos respectivamente. Que con resultados tan pobres fueran por separado a las elecciones permite observar cuan erróneas eran sus aspiraciones. Aunque, a decir verdad, con los números que arrojó el escrutinio ni contigo ni sin ti tenían sus males remedio.

Foto: La máxima dirigente del PNC, Marta Pascal. (EFE)

Así que, por decir las cosas por su nombre, electoralmente, al menos hasta la fecha, estamos ante el club de la miseria. Muchos partidos y partidillos, nombres y reuniones, pero a la hora de la verdad, que solo llega con el recuento de los votos, un fracaso estrepitoso. Sin paliativos, añadiríamos para cumplimentar el tópico.

Junto a estos dos actores, el PDeCAT —cuatro diputados en el Congreso, alcaldes de pueblos y ciudades como Igualada, Mollerussa, Tortosa o Amposta— y el PNC —nacido de la voluntad de Marta Pascal, pero sin otro activo que ese—, se sitúan en un entorno ideológico similar grupúsculos todavía más minoritarios como Convergents (Germà Gordó, histórico de Convergència, secretario del Gobierno y después consejero de Justicia en los gobiernos de Artur Mas), Lliures (bajo el liderazgo del también histórico convergente, Antoni Fernàndez Teixidó) y la Lliga, comandada por la politóloga Astrid Barrio. Faltaría sumar a Units per avançar, bajo la batuta de Ramon Maria Espadaler, heredero del ala constitucionalista de la desaparecida Unió de Josep Antoni Duran Lleida. No obstante, estos últimos viven cómodamente instalados ahora bajo el manto protector del PSC, partido con el que acuden a las elecciones aliados, a cambio de poder mantener un acta de diputado en el Parlament y una regidoría en el Ayuntamiento de Barcelona.

Foto: Àngels Chacón. (EFE)
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Al hermano mayor de esta pandilla, el PDeCAT, se le acaba el tiempo de reacción. Las municipales están políticamente a la vuelta de la esquina y muchos de sus alcaldes muestran síntomas de nerviosismo. Así que por fin el partido ha entendido que tocaba hacer un esfuerzo para reagrupar todas las otras siglas con las que comparte un mínimo común denominador ideológico para multiplicar las posibilidades de subsistir políticamente en el futuro.

De esta reflexión nació la conferencia de ayer de su líder, Àngels Chacón, en la que presentó una oferta de ampliación de capital político a la que están invitados su partido y el resto para crear una nueva formación que los integre a todos. Una ampliación que supondría la superación del PDeCAT por arriba con la creación de otro partido en el que todas las familias citadas tendrían silla en el consejo de administración.

Para hacer posible esta comunión de grupúsculos, el PDeCAT abandona formalmente cualquier referencia al referéndum de 2017 y a la independencia. El límite de la reivindicación nacionalista queda fijado en la modificación de la Constitución para que se explicite el reconocimiento de Cataluña como nación, la mejora del autogobierno con especial mención a la financiación y un nuevo estatus —por definir— en el marco de la UE con el permiso de España.

Foto: La excoordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, junto al expresidente de la Generalitat Artur Mas. (EFE)

Todo ello convenientemente embalado y empaquetado con la legalidad como frontera que no puede traspasarse y votado finalmente en un referéndum convencional convocado por el Estado. No es un paso menor para el PDeCAT. Más teniendo en cuenta que antes de las últimas elecciones aún firmó en campaña electoral un manifiesto junto a ERC, JxCAT y la CUP en el que se excluía a los socialistas de cualquier pacto de gobernabilidad.

La nueva postura en el eje nacionalista es lo que permitiría que acudiesen a la ampliación de capital Convergents, PNC, Lliures y La Lliga. Sería el nacimiento de un nuevo partido nacionalista formado por independentistas que no lo han sido nunca o que han dejado de serlo, junto a constitucionalistas de marcado sentir catalanista. Todos ellos, agrupados en torno a un proyecto que Chacón calificó de centro en su conferencia en lo que atañe a las políticas sectoriales.

Foto: Antoni Fernández Teixidó, presidente de Lliures. (EFE)

El principal problema de este invento es la cultura corporativa de sus impulsores, muy ligada a la antigua hegemonía convergente. Andan tan obsesionados con no ser tildados de populistas si suben el tono en la forma de plantear sus propuestas que, a la postre, corren el riesgo de no hacerse escuchar y ni tan siquiera diferenciarse lo suficiente de sus adversarios políticos.

Parece como si no acabaran de entender que su posición de partida —a pesar de los cuatro diputados en el Congreso, ganados bajo las siglas de JxCAT antes del divorcio— es literalmente el extraparlamentarismo.

Foto: Manifestación convocada por la ANC con motivo de la Diada. (EFE) Opinión
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Y el extraparlamentario ha de ganarse el sitio a codazos porque aún no es nadie. Haciéndose escuchar con propuestas que, tanto en el fondo como en la forma, le diferencien abiertamente de sus contrincantes electorales. Si quieren mejorar sus resultados y tener alguna opción, deberán sin duda ser más atrevidos en ese capítulo, aceptando que a pesar de haberse criado en un partido atrapalotodo como Convergència, ahora solo pueden aspirar de momento a ser un partido de nicho. Y el votante de nicho quiere un poco de marcha. La tesis que con tanta fe ciega se repite sobre la cantidad de ciudadanos ansiosos por poder votarlos se ha demostrado ya falsa. No hay nadie esperando, son ellos los que deben crear su nicho de mercado.

Si cuaja la oferta de Àngels Chacón, veremos nacer otro partido con la aspiración de ser ideológicamente la Convergència de 2021. Será la última bala del catalanismo político indigente. Deberán calcular bien donde apuntan, pero sobre todo atreverse a disparar. Lo último es lo que les viene faltando hasta ahora. Demasiado miedo a perder cuando nada se ha ganado todavía.

La tesis se ha escrito mil veces, pero la realidad no ha corroborado la afirmación. Consiste en dar por hecho que el proceso independentista dejó huérfano al catalanismo liberal conservador que históricamente había encontrado acomodo en CiU. Continúa el argumento dando por hecho que desde entonces muchos catalanes adscritos a esa cosmovisión orbitan por el espacio sideral a la espera de que un partido político con una propuesta catalanista moderada y realista los vuelva a ilusionar. Un mercado de votantes huérfanos esperando al papá moderado y a la mamá realista.

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