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El brócoli de Ada Colau
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Josep Martí Blanch

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El brócoli de Ada Colau

La alcaldesa es un desastre y merece una de las peores notas que jamás haya alcanzado un primer edil barcelonés. Pero, en el caso de haber elecciones, Ada Colau las ganaría holgadamente

Foto: La alcaldesa Ada Colau, durante un pleno del Ayuntamiento de Barcelona. (EFE/Toni Albir)
La alcaldesa Ada Colau, durante un pleno del Ayuntamiento de Barcelona. (EFE/Toni Albir)
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Aborrecemos el brócoli hervido. Somos incapaces de imaginar un plato más deleznable. Escuchamos la palabra y perdemos nervios, compostura y apetito. Olemos a brócoli en la cocina y nuestro cuerpo queda vencido por las arcadas. Pero si acudimos al restaurante, tras leer la carta con atención, nos rendimos a lo conocido y exigimos la presencia del camarero para ordenarle con entusiasmo: “Oiga, márcheme un plato de brócoli, por favor”. ¿Les suena creíble un ejercicio tan sonado de coherencia?

Pues más o menos esto es lo que pasa con los barceloneses y su alcaldesa, Ada Colau, a tenor del último barómetro municipal presentado ayer por el consistorio. Los resultados de la encuesta del consistorio se resumen de la siguiente manera: la ciudad, en opinión de sus gentes, está peor que nunca. Sucia, insegura y mal gestionada. La alcaldesa es un desastre y merece una de las peores notas que jamás haya alcanzado un primer edil barcelonés. Pero en el caso de haber elecciones, Ada Colau las ganaría holgadamente. O sea que ¡marchando una de brócoli!

Foto: La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (EFE/Quique García)

Hace tiempo que el oficio de la adivinación abandonó los canales marginales de televisión en horario nocturno para incrustarse y hacer negocio con la política, ataviada, eso sí, con el disfraz de una ciencia exactísima. Sabemos que a veces se acierta y a veces no. Pero la credibilidad se mantiene intacta porque nos pirramos por jugar a la ruleta política del futuro. Además, los errores siempre pueden achacarse a una mariposa que pasaba por ahí y que torció el curso de los acontecimientos. O bien puede explicarse con pompa y circunstancia que las proyecciones que se mostraran falsas respondían a una foto fija de la realidad del momento que naturalmente después siguió en movimiento. Con tanta excusa donde tirar a mano cuando no se acierta ni la hora, es explicable que cada vez resulte más boyante el negocio público y privado de tirar las cartas para explicarnos qué pasará en las futuras elecciones. Y ayer tocaba jugar a saber quien será el vencedor de las futuras municipales en Barcelona.

Vayamos al brócoli de la Ciudad Condal. El 49,4% de los barceloneses encuestados (46,1% hace un año) considera la gestión del Ayuntamiento mala o muy mala y la alcaldesa Ada Colau, que ya perdió los últimos comicios frente a ERC, aunque pudo seguir gobernando gracias al apoyo de Monsieur Manuel Valls, obtiene la nota más baja desde que ocupa el sillón de primer edil (4,2). Los problemas que se mantienen o irrumpen con fuerza en la agenda de los ciudadanos son la inseguridad, que es lo que más preocupa al 20,8% de los entrevistados, y la falta de limpieza, que lo es para el 12%. Pero aun así, según la encuesta, Ada Colau coge clara ventaja frente a ERC y el PSC y sería la clara ganadora de unas hipotéticas elecciones municipales con el 14,8% de los sufragios, más de cuatro puntos y medio por encima de los republicanos (10,2%) y doblando al PSC (7,4%). Brócoli con patatas.

Foto: Manifestación contra la gestión de Ada Colau. (Joan Mateu Parra) Opinión

Una vez presentado el barómetro, todos los analistas corrieron a calzarse cada uno las zapatillas más veloces para interpretar los resultados. Para unos, todo se reduce a una indisimulada manipulación de los ingredientes en la cocina del ayuntamiento para mejorar burdamente el estado de salud política de Ada Colau antes de acabar 2021. Se insistía, desde los partidos perjudicados por la encuesta y sus correveidiles, en la sobreponderación de la intención de voto directo a Barcelona en Comú en comparación al resto de partidos políticos. Para los defensores de Ada Colau, en cambio, el barómetro ha sido munición caída del cielo para disparar a ráfagas contra los que vienen enterrando a la alcaldesa desde el día que alzó por primera vez el bastón de mando en 2015 y que seis años después siguen viéndola y viviéndola como una anomalía que hay que rectificar para recuperar el estado natural de las cosas.

Pero más allá de los clubes de fans y de las milicias de detractores, lo único cierto es que en estos momentos un barómetro municipal que quiera despejar la incógnita sobre los resultados de las próximas municipales no es más que un simple ejercicio de voluntarismo. Como máximo es útil, y no es poco, para dar un bofetón de realismo a quienes crean —y son muchos— que Colau se marchará del Ayuntamiento de Barcelona con oprobio y vergüenza, abandonada por completo por su electorado. Esto no va a pasar. Colau conservará muchos de los 161.000 votos que cosechó en 2019 y que, recordemos, no le sirvieron para ganar las elecciones, aunque sí para volver a ser alcaldesa con la ayuda del dinero de las élites antiindependentistas que sufragaron la campaña del 'citadin' Manuel Valls, quien cumplió a rajatabla con la orden de prestarle después su apoyo bajo la consigna de 'Barcelona, antes roja que rota'.

Foto: Ada Colau. (EFE/Toni Albir) Opinión
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Barómetro al margen, los números que manejan los partidos sitúan a ERC, PSC y Barcelona en Comú en una carrera muy ajustada. Y vienen afilando los cuchillos desde la convicción de que la victoria se decidirá cuando llegue el momento por un margen de votos muy estrecho. Así se están preparando las 'protocampañas'. Eso, sin contar que aún puede saltar la sorpresa con alguna de las candidaturas. Particularmente en el caso del PSC, porque aunque formalmente el aparato socialista haga piña alrededor de Jaume Collboni, no puede descartarse el aterrizaje de un paracaidista que despierte más ilusión, como ya pasó en las elecciones al Parlamento con la llegada disruptiva de Salvador Illa para sustituir a Miquel Iceta.

Lo que sí es probable es que, a diferencia de lo que pasó en 2019, con una Cataluña anclada todavía en la política de bloques, el futuro alcalde de la ciudad sea esta vez quien gane las elecciones, sea Ada Colau, el republicano Ernest Maragall o, si finalmente se confirma como cabeza de cartel, el socialista Jaume Collboni.

Foto: Colau, en la inauguración de la Asamblea de los comunes. (EFE/Toni Albir)

Y ahí no hay incógnita posible. Barcelona seguirá con los dos pies anclada en la izquierda, con un tripartito o un bipartito. Para saber que ni el PP, ni Cs ni la derecha nacionalista que intenta representar JxCAT con Elsa Artadi seguirán sin pintar nada no hacen falta barómetros. ¿Y las plataformas ciudadanas que han movido la cola en los últimos meses? Espuma y poco trabajo. Al menos de momento.

Lo que salva a Colau —aunque no lo diga el barómetro— es que nadie ha sido capaz todavía de armarle un proyecto alternativo creíble. Le sigue siendo de ayuda que entre sus rivales y contrarios haya demasiados que la siguen viendo como un error del sistema que se corregirá automáticamente cuando se apriete el botón de reinicio. Eso mismo pensaban en 2019 y revalidó mandato. Les parece imposible que esta muerta esté tan viva porque siguen sin asimilar que su proyecto sedujo y seduce todavía a muchos barceloneses. Ahora bien, de ahí a afirmar que está en condiciones de ganar las elecciones por goleada media el abismo de un atracón de brócoli.

Aborrecemos el brócoli hervido. Somos incapaces de imaginar un plato más deleznable. Escuchamos la palabra y perdemos nervios, compostura y apetito. Olemos a brócoli en la cocina y nuestro cuerpo queda vencido por las arcadas. Pero si acudimos al restaurante, tras leer la carta con atención, nos rendimos a lo conocido y exigimos la presencia del camarero para ordenarle con entusiasmo: “Oiga, márcheme un plato de brócoli, por favor”. ¿Les suena creíble un ejercicio tan sonado de coherencia?

Ada Colau
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