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El conferenciante sin conferencia
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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El conferenciante sin conferencia

Pere Aragonès es un buen jefe de mantenimiento y reparaciones. Aún está por ver qué puede dar de sí como presidente de la Generalitat

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, participa este lunes en la conferencia 'Avanzamos'. (EFE/Alejandro García)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, participa este lunes en la conferencia 'Avanzamos'. (EFE/Alejandro García)
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Los articulistas lo pasamos mal cuando no tenemos nada que decir. Hay que recurrir entonces a estirar un argumento, improvisarlo, exagerarlo o, si quien firma no conoce el escrúpulo, inventarlo. Cada oficio apechuga con sus gajes. El de político sufre del mismo mal, aunque más exagerado. Tantas y tantas veces no tiene nada que explicar que merezca la pena ser escuchado. Pero le llega el turno y debe largar con ánimo y convicción. Así son todos los empleos vinculados de un modo u otro a la charlatanería.

Ayer vivimos un ejemplo de esto último en Barcelona. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, quiso celebrar el aniversario de las elecciones que ganó hace un año para convencerse él y de paso a los demás de que Cataluña es un barco que navega y que cuenta con un capitán fiable —él— y un rumbo decidido y marcado —el que él ha fijado—. Tras escucharle, hay que concluir que la nave existe —la Cataluña física y los catalanes que sobre ella habitan—, pero que políticamente sigue varada. Aragonès, más que un capitán, es un jefe de reparaciones y mantenimiento. Y eso no es malo. De hecho, es una figura que venía siendo necesaria tras tanta épica acumulada.

Los discursos de cumpleaños de un gobernante —lo que llamamos sin rubor conferencias— tienen una estructura previsible: explicar lo bien que se ha hecho hasta ese momento, reconocer alguna dificultad que impide mayores avances (en este punto, la culpa es de los demás) y prometer que gracias a la pericia de quien habla esos problemas lograrán resolverse gracias a un nuevo conejo que el conferenciante saca del sombrero. Después la gente aplaude, con más o menos ganas, y los asesores del presidente hacen llamadas para convencer a los periodistas de que desde el sueño de Luther King no se había escuchado nada con tanta fuerza y energía.

Aragonès dijo en la toma de posesión que su Cataluña sería feminista, verde y radicalmente democrática. Ayer añadió el concepto de "Cataluña entera". Todo lo que prometió está ya en marcha. Por ejemplo, adelantar una semana el inicio del curso escolar es, según el presidente, feminista y democrático. Tiene esto tanto de verdad como afirmar que calzar zapatos con cordones mejora la presión arterial o que llevar jerséis de lana es la mejor manera de controlar la presión arterial. Y verde que te quiero verde —y también democrático— es el decreto de energías del que también sacó pecho. Solo que de momento el presente de Cataluña —a la cola de toda España en renovables— es más bien marrón oscuro.

Lo de radicalmente democrático tiene que ver también con el proceso de independencia. Y ahí es donde Aragonès no tenía nada que decir en la conferencia que no le hayamos escuchado no una, sino mil veces: el independentismo ha de estar unido, hay que dar una oportunidad a la negociación con el Estado, poner en marcha un plan B por si fracasan las conversaciones y hacer inevitable para el Estado una ley de amnistía y un referéndum acordado. Tarde o temprano, los catalanes tendrán que votar un referéndum de independencia. Esta es —como hemos apuntado— la parte de la conferencia en la que se acusa a otros de que no haya avances. Y la culpa, claro está, fue para Pedro Sánchez, que ya no le quiere como le quería cuando necesitaba los votos de ERC para ser presidente o para aprobar los presupuestos. En todo caso, más allá de la queja y la amenaza inconcreta a Pedro Sánchez y al socialismo en su conjunto, la conferencia sirvió para acreditar que, a pesar de los aspavientos republicanos, la estrategia de ERC para con el independentismo es alargar tanto como se pueda la fase de adormecimiento en que se halla en estos momentos.

Aragonès ya sabe que no puede contar con la CUP, que puede contar lo justito con JxCAT —la presidenta del Parlament, Laura Borràs, se manifestó en contra del Gobierno el domingo— y que no puede esperar de Pedro Sánchez y de la mesa de diálogo nada que satisfaga realmente las aspiraciones del independentismo. Así que la conferencia, en lo tocante a este tema, se convirtió en el 'déjà vu' más sobado de la década en la política catalana: si vamos juntos, lo conseguiremos.

Si la conferencia buscaba afianzar un liderazgo de Pere Aragonès que no acaba de solidificarse, hay que decir que fracasó en su intento. Si lo que se hubiese pretendido hubiese sido algo más modesto como lo sería certificar que en la Generalitat ahora hay un hombre que cree en la institución y en lo que representa (a diferencia de su predecesor), que no se empeña desde su cargo en crear más problemas que los que Cataluña ya tiene (también en esto es diferente de sus más inmediatos antecesores en el cargo) y que no pretende convertir su mandato en una colección de días históricos sin ningún rendimiento para el bienestar de su gente, el objetivo de la conferencia se hubiera alcanzado sobradamente. Claro que eso equivaldría a reconocer que el presidente es ahora mismo un conferenciante sin conferencia. O a lo máximo una conferencia que cabe en un tuit: Cataluña es, con él, verde, feminista y democrática. O sea, una lechuga servida indistintamente por un hombre o una mujer y el aliño escogido en asamblea. Ya ven, en el fondo, poco o nada que decir sobre la conferencia.

Los articulistas lo pasamos mal cuando no tenemos nada que decir. Hay que recurrir entonces a estirar un argumento, improvisarlo, exagerarlo o, si quien firma no conoce el escrúpulo, inventarlo. Cada oficio apechuga con sus gajes. El de político sufre del mismo mal, aunque más exagerado. Tantas y tantas veces no tiene nada que explicar que merezca la pena ser escuchado. Pero le llega el turno y debe largar con ánimo y convicción. Así son todos los empleos vinculados de un modo u otro a la charlatanería.

Pere Aragonès
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