Pesca de arrastre
Por
La Diada de los minutos de la basura
Lo que va a pasearse por Barcelona en la manifestación convocada por la ANC es un enfermo que está en la UCI con el siguiente diagnóstico: envenenamiento por seguir mintiendo compulsivamente
La diada menos diada. Así será el 11 de septiembre de este año. Al menos para el independentismo, que es quien se apropió de la fiesta nacional de Catalunya (así la define el Estatuto ajustado a la Constitución) a partir de 2012 e incentivó que el foco de los festejos pasase de las instituciones a la calle. Va a ser un mal día para el soberanismo. Atrás quedan las grandes manifestaciones de la década anterior.
Hoy, sin llegar a ser un funeral, lo que va a pasearse por Barcelona en la manifestación convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) es un enfermo que está en la UCI con el siguiente diagnóstico: envenenamiento por seguir mintiendo compulsivamente y abuso del tacticismo irresponsable.
"Esto está por acabarse. De hecho, se ha acabado ya. Estamos en los minutos de la basura"
Que la camiseta oficial de este año para la 'perfomance' reivindicativa sea de color negro es una premonición. A pesar de que las constantes vitales del soberanismo siguen latiendo, los manifestantes hoy vestirán de luto anticipado. No hay que ser un médico experimentado para confirmar el desenlace del enfermo. Esto está por acabarse. De hecho, se ha acabado ya. Estamos en los minutos de la basura. Ojo, no del independentismo. Sino de la lógica de unicornios en la que buena parte de él sigue instalado.
Hay dos grandes entidades civiles que aglutinan al secesionismo ciudadano en Catalunya. Ómnium y la ANC. El presidente de la primera, Xavier Antich, dijo ayer claramente que el ciclo iniciado con los hechos de octubre de 2017 está agotado y que hay que dar urgentemente la vuelta en lugar de seguir adelante hacia ninguna parte y buscar nuevos caminos y estrategias.
La segunda, liderada por Dolors Feliu, sigue militando en el terraplanismo absurdo, consistente en dar por cierto que Catalunya es independiente desde hace cinco años y que solo la falta de arrojo de los políticos impide que esa realidad pase de ser de meramente teórica a factual. Trasladado a los partidos, Òmnium está más cerca de ERC y la ANC está asimilada con la facción de JXCAT que lidera Laura Borràs y su ejército de almogávares de chichinabo. Este es el ambiente que ha hecho que la manifestación de hoy acabe siendo, en lugar de una demostración de fuerza hacia fuera —el resto de España, Europa—, un pulso hacia dentro. Lo que se va a ver y medir hoy en las calles de Barcelona es cuánta gente está en contra de la estrategia de ERC de bajar la pelota al suelo y apostar por la negociación con el PSOE. Esa va a ser la lectura y no otra. El independentismo se consume como una vela a la que le falta oxígeno para arder. Y lo más importante: es él mismo el que se lo niega.
"Habrá poca gente en comparación con las grandes manifestaciones del pasado"
No crean que a la manifestación irán cuatro gatos mal contados. Será, en términos generales, una manifestación muy concurrida. Que los partidos soberanistas se descuarticen entre ellos —a pesar de compartir gobierno— no impide que la ciudadanía independentista siga militando en sus posiciones. Solo que, en comparación con los festejos del pasado, hay que dejar constancia de tres grandes diferencias.
La primera, cuantitativa. Hoy habrá mucha gente, pero poca en comparación con las grandes manifestaciones independentistas del pasado. Cualquier manifestación política en España reciente o del futuro inmediato seguirá contando menos manifestantes que los que habrá hoy en Barcelona. Cuidado, pues, con menospreciar la cifra. El problema y la conciencia de él sigue existiendo en la cabeza de mucha gente. Otra cosa es la desmovilización temporal. Aun así, nada comparable —y esto es relevante— con las grandes demostraciones de fuerza que ha habido en la última década.
La segunda, ya apuntada, referida a los objetivos que persigue la demostración de fuerza. La manifestación va dirigida al consumo puramente interno, con el objetivo de debilitar las posiciones pragmáticas de ERC y forzarla a pisar el acelerador como en su día se hizo con Artur Mas. Es una prueba más de que, en cierta modo, Catalunya está en un viaje al pasado. Al 2012 concretamente. Solo que los convocantes ya no tienen la fuerza de presión que si tuvieron en su día y ERC aguantará sin problemas su posición.
La tercera, de lejos la diferencia más importante respecto al pasado reciente, es el impacto en la agenda política que vaya a tener la Diada. Si hace años la manifestación servía para forzar a las distintas familias políticas del soberanismo a buscar puntos de acuerdo y a pactar una estrategia conjunta, la de hoy servirá para lo contrario. Afianzará y acentuará la división ya insalvable entre ERC y JXCAT, que seguirán degradando su relación hasta que decidan poner fin a su matrimonio y Catalunya entre de lleno en un nuevo capítulo político. Ya dijimos recientemente que el curso 2022-2023 es el último de la ESO para la política catalana.
En las diadas del pasado reciente no había manera de reservar una mesa en un restaurante de Barcelona tres semanas antes de la manifestación (de los que deben reservarse, se entiende). Hoy se podrá comer prácticamente donde a uno le apetezca. Donde sí habrá problemas de reservas es en los restaurantes de la costa. No tomen por frívola la afirmación. Hace buen tiempo y les aseguro que el de las reservas es un termómetro fiable para saber por dónde van a ir los tiros esta tarde.
En el fondo no hay mejor argumento para desincentivar la participación en una reivindicación que ignorar exactamente para qué se requiere de uno su asistencia. Y el independentismo sigue dando tumbos como un pollo sin cabeza incapaz de intuir cómo reordenarse y con qué objetivo. Si les pasa a los partidos, imagínense a la gente. Por eso lo de hoy será, en términos políticos, una nadería sin recorrido. Los milagros hay que ir a buscarlos a Lourdes y, más recientemente, a Medjugorje.
La diada menos diada. Así será el 11 de septiembre de este año. Al menos para el independentismo, que es quien se apropió de la fiesta nacional de Catalunya (así la define el Estatuto ajustado a la Constitución) a partir de 2012 e incentivó que el foco de los festejos pasase de las instituciones a la calle. Va a ser un mal día para el soberanismo. Atrás quedan las grandes manifestaciones de la década anterior.
- Aragonès se ausenta de un documental sobre Tarradellas que ensalza la unidad de Cataluña Antonio Fernández. Barcelona
- La división entre los partidos soberanistas envenena al colectivo de presos del 'procés' Antonio Fernández. Barcelona
- Rufián se descuelga de la manifestación de la Diada tras el plante general de ERC Marcos Lamelas. Barcelona