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Los cenizos y la guerra ruso-ucraniana que ya ha ganado Zelenski
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Josep Martí Blanch

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Los cenizos y la guerra ruso-ucraniana que ya ha ganado Zelenski

No es que no veamos las cosas que ven los demás. Es solo que no nos parecen suficiente para justificar tanto entusiasmo y desenfreno en las previsiones del futuro más inmediato

Foto: El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. (EFE/Miguel Gutiérrez)
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. (EFE/Miguel Gutiérrez)
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Uno debería estar contento, cuando no eufórico, a tenor de lo que lee estos días. Los buenos estamos ganando la guerra, Putin está acorralado, Rusia se desmorona y hay que correr a encargar la corona de laurel talla XL para honrar en breve y como se merece la cabeza de Zelenski por vencer en la contienda.

Lástima que resulte imposible plantarle cara al carácter y que cada uno de nosotros deba conformarse con el que el azar y el ADN dispusieron para él. Aun así, es un alivio para el conjunto que los cenizos seamos poquísimos. Nuestra insignificancia numérica garantiza que no supongamos en ningún caso una amenaza real para el optimismo generalizado desatado a tenor de la contraofensiva ucraniana y las últimas decisiones de Vladímir Putin.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, en un momento del discurso. (Kremlin)

No es que no veamos las cosas que ven los demás. Es solo que no nos parecen suficiente para justificar tanto entusiasmo y desenfreno en las previsiones del futuro más inmediato. ¡Ya nos gustaría! ¡Malditos los ojos que nos pusieron al nacer!

Nos da miedo la farsa de referéndums que van a organizarse en los territorios ucranianos prorrusos —o en sus manos, como prefieran—. Van a servir para que en la narrativa bélica rusa pasen a ser de hoy para mañana miembros de pleno derecho de su federación. Nos parece que esto altera el curso de las cosas y no para bien. Porque lo que la mayoría de los rusos ya cree desde hace tiempo pasará a ser un hecho factual, no una consideración política o un desiderátum. Después de los referéndums, la guerra ya se librará en territorio ruso a ojos del Kremlin—, y eso supone escalar el conflicto a una nueva fase. Y no mejor.

Foto: Tupolev TU-95MS, con sus misiles Kh-101 en primer término. (Ministerio de Defensa de Rusia)

Vemos también que en este partido Ucrania va con todo lo que tiene desde el primer día y que Rusia dispone de cartas en la manga que justo ahora empieza a jugar o a amenazar con hacerlo. No solo cabezas nucleares, sino capacidad de leva entre una población de 125 millones, posibilidad de sabotear infraestructuras imprescindibles como la central nuclear de Zaporiyia y un arsenal militar convencional que, por mucho que despreciemos desde nuestro discurso, sigue teniendo una gran capacidad de destrucción. Nos parece, más bien, que Rusia está fijando las bases territoriales sobre las que planteará la negociación. Y nos parece también que, lejos de decirles a los rusos que se marchen a su casa, la comunidad internacional (la de verdad, no solo Europa y los Estados Unidos) está preparando el marco narrativo para que eso suceda y que el conflicto se solvente con cesiones relevantes de territorio a la Federación de Rusia.

Ucrania va con todo lo que tiene desde el primer día y Rusia dispone de cartas en la manga que ahora empieza a jugar o a amenazar con hacerlo

Creemos también, por culpa de nuestra mirada torcida, que las protestas en Rusia por la leva obligatoria de 300.000 hombres, la tibia oposición interna al zar Putin o el intento de muchos hombres jóvenes por largarse del país para no tener que combatir serían un problema de difícil digestión para nuestros gobernantes. Pero que lo son mucho menos para un régimen como el del Kremlin y una sociedad como la rusa, que cree mayoritariamente que la guerra es justa y que en esos territorios ucranianos que van a anexionarse viven compatriotas suyos a los que hay que defender.

Foto: La policía detiene a un manifestante en una protesta en Moscú este miércoles. (Reuters)

Y vemos también que, independientemente de que el conflicto se alargue más o menos, el vuelco geopolítico que ha provocado la guerra ha situado ya en el terreno de los perdedores a los europeos. Aun 'campeonando' en lo moral, vamos a enfrentarnos a un mundo diferente que ha acelerado la forja de nuevos equilibrios y alianzas con motivo de la guerra. En este escenario que ya ha asomado la cabeza, nuestro concurso será menos importante e influyente.

No se engañen. Nuestro ferviente deseo es que quienes lleven razón sean los optimistas y que se confirme, y cuanto antes mejor, que el régimen ruso se acerca al colapso, que Ucrania saldrá de esta con su integridad territorial incólume y que volveremos a un escenario prebélico de las relaciones internacionales que nos hará olvidar que por unos meses creímos ir de cabeza a una nueva división por bloques de la que los europeos no podíamos salir muy bien parados. Solo que nos cuesta, más de la cuenta, convencernos de que eso sea posible. No nos lo tengan en cuenta.

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Uno debería estar contento, cuando no eufórico, a tenor de lo que lee estos días. Los buenos estamos ganando la guerra, Putin está acorralado, Rusia se desmorona y hay que correr a encargar la corona de laurel talla XL para honrar en breve y como se merece la cabeza de Zelenski por vencer en la contienda.

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