Pesca de arrastre
Por
Xavier Trias resucita la Convergència pujoliana en Barcelona
Trias es un convergente clásico que se define como tal. Por tanto, es la antítesis de la manera de hacer política que ha caracterizado a JxCAT desde su fundación
Hace unos días, Xavier Trias, el convergente más convergente de todos los convergentes que aún sobreviven, confirmaba que lucharía de nuevo por la alcaldía de Barcelona en las próximas elecciones municipales. La noticia, no por previsible, resulta menos importante. Tiene dos niveles de análisis relevantes sobre los que profundizar. Uno atañe únicamente a los barceloneses. Pero el otro ejerce influencia en toda Cataluña y, en cierta manera, también en toda la España política.
El primero, fácil de observar, bascula sobre Barcelona. JxCAT no estaba en la carrera por la alcaldía y con Trias sí lo está. Su grado de conocimiento entre los barceloneses es muy elevado y además le resultará muy fácil plantear los comicios como un cara a cara con Ada Colau (que le quitó la vara de primer edil) en detrimento de los otros dos candidatos con posibilidades, Jaume Collboni (PSC) y Ernest Maragall (ERC).
Tiene además Xavier Trias una campaña fácil de articular comunicativamente sobre dos argumentos. Uno es pedirle, aunque sea indirectamente y a través de terceros, a la ciudadanía que le restituya en el cargo por la canallada que se hizo con él en 2015, al ser acusado falsamente de tener cuentas económicas en Suiza. Una mentira que tuvo un impacto cierto en la campaña y que explica —aunque no solo— su derrota de entonces. El otro eje es más clásico. Reivindicarse como el único representante de una agenda de orden y progreso que movilice a su alrededor el voto anti-Colau. Esto último no pueden hacerlo ni el PSC (gobierna en el ayuntamiento junto a Colau), ni tampoco ERC (ha sido el comodín para dar estabilidad al Gobierno municipal durante los dos mandatos de la alcaldesa).
Así que, aun saliendo último en la carrera y con las encuestas en contra, Xavier Trías estará en la pomada y no hay que negarle la posibilidad de que sus resultados lleguen a ser sorprendentemente buenos. Si gana los comicios, será alcalde. Si eso no sucede, el candidato ya ha dicho que se marchará a casa y dejará a sus concejales negociar la investidura de quien deba serlo. En ese escenario, a JxCAT no le dolerán prendas por pactar con el PSC y hacer alcalde al socialista Jaume Collboni. ¿Sorprendidos? No, si se entiende que Xavier Trías es el más convergente de todos los convergentes y la lista que está elaborando tendrá su mismo color. Y menos aún si añadimos que en esta legislatura JxCAT y el PSC ya gobiernan juntos en la Diputación de Barcelona.
Barcelona!
— Xavier Trias (@xaviertrias) December 13, 2022
Som-hi! pic.twitter.com/Smjrm8A5Fc
El otro nivel de análisis va más allá de la Ciudad Condal. Tiene que ver con su partido, JxCAT, y lo que supone que Xavier Trias lo represente en la batalla por Barcelona. Trias es un convergente clásico que se define como tal. Por tanto, es la antítesis de la manera de hacer política que ha caracterizado a JxCAT desde su fundación.
Las condiciones que ha impuesto para aceptar concurrir a las urnas son de orden ideológico y formal. No habrá nombres cercanos al ideario de Laura Borràs —presidenta del partido— y la campaña no se centrará en nada que no sea la propia Barcelona y el propio Trias. Nada de referéndums de independencia o de convertir Barcelona en el ariete de la confrontación soberanista con el Estado. De hecho, ni siquiera las siglas de JxCAT van a jugar un papel importante en la campaña de Trias, puesto que más que mostrarlas, las van a esconder. Fíjense también que el candidato anda pensando en la posibilidad de que se incorpore el PDeCAT a su lista; un partido que hasta hace bien poco era considerado poco menos que un traidor en los ambientes de JxCAT.
Así, pues, ¿llevan razón los que dicen que la candidatura de Xavier Trias significa la reaparición en el tablero político de la clásica Convergència? Pues sí, hasta cierto punto es verdad que sí la tienen. Solo que la reaparición del espíritu convergente en Barcelona no supone la desaparición de JxCAT, ni el final de las contradicciones discursivas y programáticas que este partido arrastra desde su fundación.
La elección de Trias, de hecho, es la prueba del algodón que ratifica la endeblez de buena parte del ideario de JxCAT basado en la validez del 1-O, la confrontación y un blablablá que a estas alturas resulta casi caricaturesco. Porque para tener buenos resultados en la capital catalana han ido a buscar a un convergente moderado de toda la vida. Una enmienda total al octubrismo de JxCAT y a todo lo que representa la facción más radical del partido.
Le queda un largo camino a este partido para cohesionarse y ofrecer un proyecto entendible por la gente. Pero sí es cierto que la reaparición de Trias fortalece a los pragmáticos —los que no querían abandonar el Gobierno de la Generalitat— y a su objetivo de acabar conquistando el partido para llevarlo en el eje nacional al mismo sitio donde está ERC: negociación con el Estado y abandonando del laberinto de 2017, que ya no lleva a ninguna parte. Y junto a eso, en el plano sectorial, políticas menos izquierdistas y más de centro liberal. Vamos, lo que vendría a ser la Convergència de toda la vida, aunque ahora formalmente independentista. Eso sí, con la lección del proceso más o menos aprendida.
Hace unos días, Xavier Trias, el convergente más convergente de todos los convergentes que aún sobreviven, confirmaba que lucharía de nuevo por la alcaldía de Barcelona en las próximas elecciones municipales. La noticia, no por previsible, resulta menos importante. Tiene dos niveles de análisis relevantes sobre los que profundizar. Uno atañe únicamente a los barceloneses. Pero el otro ejerce influencia en toda Cataluña y, en cierta manera, también en toda la España política.
- La pesadilla del referéndum ya está otra vez aquí Josep Martí Blanch
- Pedro Sánchez no rescata a Cataluña, rescata a políticos independentistas Josep Martí Blanch
- Demócratas, golpistas y la factura que no puede pagar la democracia Josep Martí Blanch