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Salvador Illa alarga la presidencia de Aragonès, pero le obliga primero a morder el polvo
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Josep Martí Blanch

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Salvador Illa alarga la presidencia de Aragonès, pero le obliga primero a morder el polvo

Sin acuerdo de presupuestos, Cataluña se iba a elecciones en 2023 y su reválida como presidente se ponía extremadamente complicada

Foto: El líder del PSC-Units, Salvador Illa. (EFE/Quique García)
El líder del PSC-Units, Salvador Illa. (EFE/Quique García)
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Los socialistas catalanes ya tienen lo que querían: al presidente de la Generalitat explicando a sus votantes mirando a cámara que acepta resignado las condiciones del PSC para aprobar los presupuestos de la Generalitat. Pere Aragonès se envaina finalmente partes sustanciales del programa electoral republicano y enmienda a la fuerza la visión de la Cataluña del futuro que los de Oriol Junqueras habían vendido a sus votantes. Proyecto Hard Rock en Tarragona, ampliación del aeropuerto de Barcelona y ayer el cuarto cinturón (B40), a ejecutar según el proyecto que defienden los socialistas. Si comparásemos la negociación de estos presupuestos con una partida de póquer, diríamos que Pere Aragonès se ha levantado de la mesa desplumado y que quien se ha quedado las fichas para cambiarlas por dinero es Salvador Illa. Pero deberíamos añadir que a cambio de perder la camisa, Aragonès se ha asegurado seguir llevando los pantalones por un tiempo. Sin acuerdo de presupuestos, Cataluña se iba a elecciones en 2023 y su reválida como presidente se ponía extremadamente complicada.

Salvador Illa ha hecho sudar sangre a los republicanos, al igual que ERC se la hizo sudar al PSOE con los presupuestos del Estado. Los socialistas catalanes querían un acto de penitencia y contrición explícita del presidente de la Generalitat y ayer lo obtuvieron: Aragonès reconoció que los socialistas habían ganado el pulso y que renunciaba a su modelo de crecimiento en favor del defendido por Illa. A unos meses de las elecciones municipales, a los republicanos les costará explicar este trágala. Además, se tira sal en las diferencias entre Pere Aragonès y Oriol Junqueras. Formalmente, la rendición en los términos que exigía el PSC se explicará por la necesidad imperiosa de disponer de presupuestos por el bienestar de los catalanes. Pero en la práctica, ERC prioriza mantenerse en el Gobierno de la Generalitat para intentar consolidarse como la opción de gobierno duradero y fiable que siempre ha reivindicado ser sin conseguirlo. Y la autopista para recorrer esos kilómetros solo podían asfaltarla los socialistas desde la salida de JxCAT del Ejecutivo. Hay píldoras amargas de tragar, solo que no queda más remedio.

Formalmente, el acuerdo aún no se ha producido. Pero el convencimiento es que, salvo que se produzca un giro inexplicable en el guion, solo falta escenificar el acuerdo y hacer sudar por gusto un poquito más a los republicanos. Ayer, Illa valoró positivamente el gesto de Aragonès y ordenó a su equipo que el lunes retome las negociaciones. Como los socialistas escalaron el desacuerdo estas últimas semanas hasta hacer creíble que podía no haber presupuestos si Pere Aragonès no rendía las armas, ahora se necesita un poco de tiempo para perder altura, desplegar el tren de aterrizaje y tomar tierra. La semana que viene, el avión estará en el suelo con toda probabilidad.

El apretón de manos, cuando sea que se formalice, supone un cambio de rasante importante en la política catalana. Se formaliza una alianza entre socialistas y republicanos que permite superar la política de bloques. Hay que recordar que hasta hace solo unos meses, ERC aún insistía en que no quería saber nada de nada de los socialistas en Cataluña. Siempre hemos escrito en esta columna que el acuerdo entre ambas formaciones acabaría por llegar, porque no había otra opción. Se necesitan. En el Congreso y en el Parlamento. Pero ahora que se hace realidad esa colaboración en Cataluña (en el Congreso, funciona desde la investidura de Pedro Sánchez), conviene reseñarlo de nuevo por su trascendencia estratégica.

Queda atrás la división política entre independentistas y constitucionalistas. El Ejecutivo soberanista de ERC se mantendrá gracias a los votos constitucionalistas de los socialistas. Naturalmente, el tablero español juega su papel. A fin de cuentas, Salvador Illa ganó las elecciones catalanas. De tal forma que podría resultar extraño para un observador que no siga la política catalana con atención que sea él quien acabe consolidando la presidencia de otra formación política. Pero como el PSOE tiene también sus necesidades en el Congreso y ERC sigue siendo necesaria para aprobar las leyes de Pedro Sánchez, apuntalar el Gobierno de la Generalitat aprobándole los presupuestos es también el escenario más conveniente para los socialistas. Esa necesidad mutua no ha impedido a Illa negociar bien y conseguir debilitar la coherencia de los republicanos con cesiones de bulto que acentúan en el fondo su debilidad.

Aragonès se asegura el sillón presidencial durante todo 2023 y 2024. Para llegar a 2025, el final teórico de la legislatura catalana, debería aprobar unas nuevas cuentas, y eso se antoja difícil. No obstante, todo puede acabar sucediendo dependiendo de cuál sea la aritmética parlamentaria del Congreso tras las elecciones de finales de este año. Si los socialistas siguen necesitando a los republicanos, nada puede descartarse. El Gobierno de Cataluña siempre será una pieza sacrificable en favor de un interés mayor como es seguir en la Moncloa. Pero si España gira a la derecha, la legislatura catalana acabará en 2024.

Hace exactamente una semana, la pregunta en el ambiente era si el proceso se había acabado definitivamente. Se la formularon todos los medios de comunicación a raíz de la manifestación independentista contra la cumbre hispano-francesa que se celebraba en Barcelona. Aquí escribimos que no se había acabado todo, pero sí muchas cosas y entre ellas las más graves. El inminente acuerdo de presupuestos de la Generalitat entre PSC y ERC refrenda exactamente esa tesis.

Los socialistas catalanes ya tienen lo que querían: al presidente de la Generalitat explicando a sus votantes mirando a cámara que acepta resignado las condiciones del PSC para aprobar los presupuestos de la Generalitat. Pere Aragonès se envaina finalmente partes sustanciales del programa electoral republicano y enmienda a la fuerza la visión de la Cataluña del futuro que los de Oriol Junqueras habían vendido a sus votantes. Proyecto Hard Rock en Tarragona, ampliación del aeropuerto de Barcelona y ayer el cuarto cinturón (B40), a ejecutar según el proyecto que defienden los socialistas. Si comparásemos la negociación de estos presupuestos con una partida de póquer, diríamos que Pere Aragonès se ha levantado de la mesa desplumado y que quien se ha quedado las fichas para cambiarlas por dinero es Salvador Illa. Pero deberíamos añadir que a cambio de perder la camisa, Aragonès se ha asegurado seguir llevando los pantalones por un tiempo. Sin acuerdo de presupuestos, Cataluña se iba a elecciones en 2023 y su reválida como presidente se ponía extremadamente complicada.

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