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Josep Martí Blanch

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Como víctimas por rastrojo

Lo justo sería cortar una cabeza por formación política. Entonces sí que estaríamos ante un importe político justo a abonar por el desaguisado

Foto: Irene Montero, ministra de Igualdad y secretaria de Acción de Gobierno de Podemos. (EFE/Juan Carlos Caval)
Irene Montero, ministra de Igualdad y secretaria de Acción de Gobierno de Podemos. (EFE/Juan Carlos Caval)
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Bienvenida la rectificación del PSOE y su decisión de expulsar a Podemos del sidecar de la contrarreforma de la ley del solo sí es sí para llevarla a cabo sin esperar el plácet de sus socios en el Gobierno. Es lo más parecido a pedir perdón que puede hacer el Gobierno de coalición, aunque sea con la boca pequeña y con visto bueno únicamente de la parte socialista. Pero urgía. Porqué eso es lo primero que necesitaban las víctimas que, desde la entrada en vigor de este estropicio normativo, van siendo humilladas vergonzosamente por el Estado que debía defenderlas, protegerlas y respetarlas.

No obstante, este autoenmendarse la plana por parte del PSOE no debiera conformarnos ni ser suficiente. No alcanza la mínima reparación exigible que merece una sociedad que se tenga por exigente ante sus gobernantes. A saber, a los gobiernos, uno va estudiado y aprendido. Cuando los hechos prueban que no ha sido así, toca regresar a casa. O bien la vergüenza que aún te quede te impele a escribir y firmar una carta de dimisión, o bien te cesan.

Lo fácil, todos venimos practicando este deporte desde hace meses, es seguir mordiendo a la ministra de Igualdad. Considerar que ella es la destinataria en exclusiva del párrafo anterior. Y lo es. Solo que no únicamente. No hay duda de que el nombre de Irene Montero y el de su soldadesca ministerial debiera ya haber aparecido en el BOE con el latiguillo del agradecimiento a los servicios prestados.

Por su incompetencia, claro. Pero también y sobre todo por su defensa numantina del error cuando este ya era evidente e indisimulable. Y de relleno, por su machacona insistencia en la teoría de la conspiración macho patriótica para explicar todas sus desgracias políticas, hasta convertirse en un caso que rayaría la paranoia clínica. Por su obsesión victimista, jugada solo con afán ventajista. Y por su adanismo ególatra en todas las cuestiones que maneja.

Foto: Victoria Rosell y Ángela Rodríguez. (EFE/ Kiko Huesca)

Nada de esto resulta de la máxima gravedad por sí solo. Salvo cuando la puesta en práctica de todos estos atributos sirve para acabar haciendo daño a la gente que dices servir. Un Gobierno no es un juego infantil donde lo importante es participar y la ilusión y las buenas intenciones lo único a tener en cuenta. Un Ejecutivo tampoco es una Facultad de Filosofía y Letras en la que todo queda reducido a discursos ampulosos y discusiones inacabables en que cada participante intenta sacar el máximo provecho de las pocas lecturas que a esa edad acumula.

Un gobernante está en la Champions League de la responsabilidad, por eso cuenta con el apoyo de un ejército de técnicos, especialistas y asesores. Y por eso los errores, cuando se acredita que son tales, deben pagarse. Montero ha tenido mala suerte, eso también es verdad. Porqué medir resultados en política resulta harto complicado. Pero su ley, la que ella se empeñó en patrimonializar, se ha concretado rápidamente en un balance de activos y pasivos en que los segundos han resultado inasumibles para la sociedad. De ahí lo natural e inevitable que debería resultar su dimisión o cese. Entienda la ministra que no es nada personal, son negocios. Y no cualquier negocio, sino el de todos. O sea, el más importante.

Foto: Las ministras de Igualdad, Irene Montero (c), y de Derechos Sociales, Ione Belarra (i), junto a delegada del Gobierno Contra la Violencia de Género, Victoria Rosell (d). (EFE/Sergio Pérez)

Junto a Montero, debiera haber otras ejecuciones políticas. Un Gobierno es un órgano colegiado. Por eso las decisiones que se toman lo son de todos sus miembros y en particular de quien lo preside.

Así que de ningún modo sería razonable que los socialistas utilicen la crisis del solo sí es sí para intentar sacar provecho como si lo sucedido hasta ahora no fuese con ellos. La ministra de Justicia, Pilar Llop, debiera también ir ordenando los enseres de su despacho. Irene Montero por acción, Pilar Llop por omisión. Pero la misma penitencia.

¿Y el presidente del Gobierno no es acaso el principal responsable? Sí. Solo que no vamos a cargarnos la primera ley de la termodinámica política, aquella que afirma que la tarea más importante de un ministro es actuar de fusible de su superior cuando las circunstancias así lo exigen.

Y como los ceses y nombramientos de un Gobierno de coalición no responden únicamente a la voluntad de una de las partes, lo justo sería cortar una cabeza por formación política. Entonces sí que estaríamos ante un importe político justo a abonar por el desaguisado: rectificación y asunción de responsabilidades por parte de los dos partidos culpables de este esperpento.

Faltaría aún algo más. Los partidos políticos que votaron favorablemente la ley en el Congreso también debieran tomar nota de su propia estulticia e incapacidad de hacer valer el mínimo de resistencia crítica ante cualquier riada de propaganda arropada por los prescriptores del bien pensar.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Cati Cladera) Opinión
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De acuerdo. Baste en el Parlamento con la vergüenza. Pero en lo que atañe al Gobierno, seguiremos a la espera de ceses o dimisiones. Así somos de inocentones.

Bienvenida la rectificación del PSOE y su decisión de expulsar a Podemos del sidecar de la contrarreforma de la ley del solo sí es sí para llevarla a cabo sin esperar el plácet de sus socios en el Gobierno. Es lo más parecido a pedir perdón que puede hacer el Gobierno de coalición, aunque sea con la boca pequeña y con visto bueno únicamente de la parte socialista. Pero urgía. Porqué eso es lo primero que necesitaban las víctimas que, desde la entrada en vigor de este estropicio normativo, van siendo humilladas vergonzosamente por el Estado que debía defenderlas, protegerlas y respetarlas.

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