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El pujolismo se reivindica. No vuelve Convergència, pero sí los convergentes
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Josep Martí Blanch

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El pujolismo se reivindica. No vuelve Convergència, pero sí los convergentes

Pujol y el pujolismo están de vuelta. Y no es casualidad que esto esté pasando en el momento en que el proceso ya se da por muerto y enterrado

Foto: El expresidente catalán Jordi Pujol. (EFE/Alejandro García)
El expresidente catalán Jordi Pujol. (EFE/Alejandro García)
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El pujolismo vuelve a reivindicarse entre la Cataluña nacionalista. Jordi Pujol, el hombre y su legado político, ya no son motivo de vergüenza entre tantos como hasta hace poco venían haciendo en público lo que san Pedro con Jesucristo: negarlo tantas veces como fuera necesario.

Pujol ha sido mucho tiempo material radioactivo para la mayoría de los integrantes de la que fuese la gran familia política que él levantó. Hasta tal punto llegó la necesidad de renegar de él que Convergència no le sobrevivió como partido. Quien fuera su heredero, Artur Mas, fue quien se encargó en primera persona de levantar diques de contención entre la época Pujol y lo que debía ser el futuro de un nuevo espacio político sin lastres pretéritos. Las consecuencias de esa decisión fueron de gran trascendencia. El proceso no se explica únicamente por la necesidad de huir de la sombra de Jordi Pujol, pero resulta imposible explicarlo sin tenerla en cuenta.

Foto: Xavier Trias. (EFE/Enric Fontcuberta) Opinión

Nadie en el PSOE o en el PP imaginó jamás que los casos de corrupción que han afectado a estas formaciones políticas pudiesen llevarse por delante las siglas y obligasen a una metamorfosis extrema de estos partidos. Con Convergència, sí sucedió. Significativo por inusual: se renegó del hombre, celebrando su ostracismo casi monacal practicado durante muchos años; a la par que se renunciaba también a su legado político, aplicando la eutanasia a Convergència para alumbrar otras criaturas —PDeCAT y JxCAT— que en nada debían parecerse a la anterior. Todo esto ha tocado a su fin. Pujol y el pujolismo están de vuelta. Y no es casualidad que esto esté pasando en el momento en que el proceso (al menos tal y como lo hemos conocido) ya se da por muerto y enterrado.

El miércoles, Jordi Pujol presentó una reedición de un libro suyo de 1978 ( Dels turons a l’altra banda del riu). Lleno hasta la bandera y muchas caras conocidas, entre ellas, Artur Mas o Jaume Giró, consejero de Economía de la Generalitat hasta la salida de JxCAT del Gobierno catalán, por citar solo dos. Ovaciones cerradas al autor. Ganas de resarcirse con él y con su legado político. Ganas, en el fondo, de lo que representó en su día Convergència.

Foto: El expresidente catalán Jordi Pujol. (EFE/Alejandro García) Opinión
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El lunes, Xavier Trias, el último gran convergente en activo, revivido políticamente para salvar los muebles de JxCAT en las elecciones de Barcelona, presentó su candidatura. También ahí estaban Jordi Pujol y Artur Mas. Y aunque al acto asistió Laura Borràs, presidenta del partido y exponente del procesismo menos dispuesto a rectificarse, el acto olió a convergente. De hecho, Trias prepara una campaña sin la imaginería de JxCAT, reivindicándose él mismo como convergente y habiendo exigido como condición para encabezar la candidatura que los hombres y mujeres que le acompañen representen los valores convergentes de antaño. ¿No es esto una forma de reivindicar a Pujol y el pujolismo?

Cerramos el capítulo de ejemplos con una pincelada de hoy mismo. Empieza el juicio por supuesta corrupción a Laura Borràs y JxCAT ha convocado una manifestación de apoyo a su presidenta. Ni Xavier Trias, ni Artur Mas, ni Jaume Giró, ni tantos otros ni tantas otras van a dejarse ver por los alrededores del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, a pesar de la llamada a la movilización del secretario general del partido, Jordi Turull. Reivindicar el legado político del pujolismo es incompatible con una adhesión ciega a los principios del torrismo, que ahora representa Borràs.

Tres pinceladas en una sola semana de cómo se está recosiendo la conexión emocional con el pujolismo y cómo la extinta Convergència, su gran obra política, vuelve a adquirir valor de legado en un escenario posprocesista. ¿Quiere decir esto que vuelve Convergència? No, ni mucho menos. Pero sí quiere decir que en JxCAT, descontados Carles Puigdemont y su entorno y también el torrismo de Laura Borràs, hay una pulsión convergente que empieza a sacar pecho de manera descarada y que, desde posiciones formalmente independentistas, acepta el marco del autonomismo como inalterable y que reivindica un modo de hacer política que recupere valores del antiguo pujolismo, como el de enfocarse más hacia un modo de hacer más práctico y útil que utópico y maximalista. En realidad, para la mayoría de los que así piensan, la pesadilla es advertir que ha sido ERC la que más rápido tomó nota de que el pujolismo seguía anclado en la sociedad y que, una vez fracasado el envite independentista, fuese el partido de Oriol Junqueras el que más pronto virase hacia posiciones que en muchos aspectos podrían calificarse de netamente pujolistas y que pueden resumirse en algo así como la máxima ambición nacionalista, pero sin abandonar el principio de realidad.

Pujol, pendiente de juicio y que hace poco sufrió un ictus que afortunadamente superó sin secuelas de gravedad, puede estar, si no satisfecho, sí ligeramente confortado por cómo han evolucionado las cosas en los últimos tiempos. De apestado entre los suyos a reivindicado de nuevo, y con el tiempo dándole razón sobre cuán poco conveniente era abrir en Cataluña el melón independentista, algo a lo que él siempre se negó (de hecho, fue incluso contrario a la redacción de un nuevo estatuto, que fue algo que impulsó el socialista Pasqual Maragall con el primer tripartito en 2003). Convergència no va a volver, pero sí están volviendo los convergentes. El primer paso: recuperar desvergonzadamente a Pujol y su legado. ¿Y el juicio? Pues ya se verá. De momento, caminamos hacia los 10 años con el caso embarrancado en la Audiencia Nacional. Tiempo suficiente para matar a Pujol y para tratar ahora de resucitarlo.

El pujolismo vuelve a reivindicarse entre la Cataluña nacionalista. Jordi Pujol, el hombre y su legado político, ya no son motivo de vergüenza entre tantos como hasta hace poco venían haciendo en público lo que san Pedro con Jesucristo: negarlo tantas veces como fuera necesario.

Jordi Pujol Convergència Democràtica de Catalunya (CDC)
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