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El aeropuerto de Barcelona se ampliará y Aena juega con ventaja sobre el cómo
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Josep Martí Blanch

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El aeropuerto de Barcelona se ampliará y Aena juega con ventaja sobre el cómo

La ampliación, entre la ciudadanía y los 'lobbies', se da por hecha. Y la percepción es que solo falta conocer con qué proyecto definitivo

Foto: Aeropuerto de Barcelona. (EFE/Quique García)
Aeropuerto de Barcelona. (EFE/Quique García)
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Septiembre de 2021: la Generalitat y el Gobierno de España cierran la puerta a la ampliación del aeropuerto de Barcelona que había propuesto Aena. Una inversión de 1.700 millones desaparecía por el sumidero al no ser incluida en el Documento de Regulación Aeroportuaria 2022-2026 (DORA). Pere Aragonès, recién aterrizado a la presidencia de la Generalitat, había prometido una revolución verde que, traducida al román paladino, quería decir alejar Cataluña de la apuesta por las grandes infraestructuras. Una ampliación del aeropuerto no encajaba con la promesa de una Cataluña que había decidido ser tan bucólica como La Comarca de los Hobbits. Por criterios ambientales, pero también por el tipo de crecimiento económico que decía querer apuntalar el modelo Aragonès, la ampliación del aeropuerto no obtendría jamás el plácet del Gobierno autonómico. Caso cerrado.

Enero de 2023: ERC necesita al PSC para aprobar los presupuestos de la Generalitat. Los socialistas golpean donde más duele a los republicanos para alcanzar un acuerdo. Les exigen un trágala en toda regla en política territorial e infraestructuras. Un enmendársela que incluye la recuperación del proyecto de ampliación del aeropuerto. Aragonès traga saliva y cede. A medias. Salvador Illa puede argumentar que, gracias al sentido común socialista, Cataluña recuperará la ampliación de una estructura que se había descartado, pero, más allá de las palabras, no hay compromisos formales que permitan afirmar fehacientemente que esto deba ser así. Lo que se pacta es un discurso en el que los socialistas salen vencedores de la negociación. Otra cosa es la traslación práctica de ese discurso. Largo me lo fiais, piensa Aragonès.

Foto: Un pasajero observa un panel de salidas en el aeropuerto de El Prat. (EFE/Enric Fontcuberta)

Por el camino han pasado más cosas. Foment del Treball, la patronal que lidera Josep Sánchez Llibre, puso en marcha un grupo de trabajo para estudiar las posibilidades de ampliación del aeropuerto. El objetivo es ayudar a Aena y a la Generalitat a encontrar un proyecto en el que ambas partas se sientan cómodas. Por el momento, barajan hasta nueve posibilidades de ampliación y pronto darán detalles sobre todos esos proyectos. Foment trabaja en este asunto como un chef que decide cocinar muchos platos para que a la hora de la cena, cuando lleguen los dos-tres comensales (Aena, Gobierno y Generalitat), a la fuerza haya un plato que guste a los tres y que pueda servirse rapidito. Lo que cuenta es que coman y que paguen la factura. Es decir, que se ejecute la inversión y que corra el dinero. Ese es su trabajo. Foment hace lo que debe.

Más todavía. Un grupo de seis magníficos de la sociedad civil, liderados por el ingeniero Joaquim Coello y los economistas Andreu Mas-Colell y Guillem López Casasnovas, presentan un proyecto de ampliación encargado a una ingeniería privada. Consiste en la construcción de una pista sobre el mar lo suficientemente larga para permitir —¡por fin!— la conexión transcontinental del aeropuerto de Barcelona. La propuesta, explican los promotores, es un regalo a la Generalitat para que, si así lo desea, la utilice como base de negociación con Ana. Desde el punto de vista mediático, el proyecto nace ganador. Con capacidad para subsanar todas las limitaciones de vuelo actuales, moderno, original y ambientalmente responsable, según apuntan los ambientólogos que le dan apoyo. Más caro, eso sí, que el que planteaba Aena y, por supuesto, pendiente de los estudios que deberían validar todas las virtudes que los impulsores han prometido en el ejercicio de autobombo de la presentación. En estos momentos, esta iniciativa está pendiente de presentación al gestor de infraestructuras aeroportuarias. Y según explican sus promotores, el presidente de Aena, Maurici Lucena, les recibirá en breve para conocerlo de primera mano.

placeholder Maurici Lucena, presidente de Aena.
Maurici Lucena, presidente de Aena.

Han pasado más cosas, pero estas son las sustanciales. Y ahora lo más importante, las consecuencias y el nuevo escenario:

  • Las dudas sobre la ampliación del aeropuerto han desaparecido. Para la mayoría de la sociedad catalana la ampliación ya es una obligación y merece un sí generalizado. La Generalitat, ERC en particular, ya no podrá argumentar que el futuro económico que se imagina no pasa por la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Ese donut se le acabó a Pere Aragonès. No comprometerse con la ampliación es una carta política perdedora. Que no se haga, una carta peor.
  • Si Aena y la Generalitat se enrocan en mi-tu proyecto, se hará largo el camino hacia el acuerdo, sobre todo porque el Gobierno autonómico formalmente no tiene ninguno y va moviéndose en función de por dónde intuye que sopla el viento. Ambas partes deberían reconocer y premiar la implicación de la sociedad civil. Escuchar y estudiar con seriedad los proyectos que están aflorando. Con un solo compromiso de fondo: la ampliación se llevará a cabo y con el mejor proyecto posible. Sí o sí.
Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)
  • Como hasta 2026 no hay posibilidad —al menos eso es en lo que se ha insistido reiteradamente por parte de Aena— de calendarizar nuevas inversiones del calibre que supone esta ampliación, la tentación de ir arrancando hojas del calendario a la espera de que sobre la campana alguien pueda imponer su modelo es una realidad. Debiera evitarse. Hay tiempo de sobras para que as partes trabajen seriamente, con lealtad institucional, para llegar a un acuerdo que permita empezar la ejecución del proyecto en cuanto sea posible dotarlo de liquidez presupuestaria.
  • Aena tiene la paella por el mango. Quien paga, manda. Pero ahora dispone además de una ventaja que no tenía en 2021. La ampliación, entre la ciudadanía y los lobbies, se da por hecha. Y la percepción es que solo falta conocer con qué proyecto definitivo. Caso de no llevarse a cabo, quien pagaría los platos rotos, a poco que el ente aeroportuario juegue bien sus cartas, es la Generalitat, no el Gobierno del Estado, ni la propia Aena. Por el momento, a esta debiera bastarle con el compromiso y voluntad de estudiar a fondo —hay tiempo— todas las posibilidades que han ido apareciendo. Con transparencia para descartar las inasumibles y finalmente tomar la decisión que mejor transaccione con todos los intereses en juego. Tiene el presidente de Aena, Maurici Lucena, una excelente oportunidad de poner en práctica los modernos criterios de gestión que incorporan en la toma de decisiones no solo los intereses de la propia empresa, sino a todos los colectivos afectados. Haciendo suyas —comprometiéndose a su estudio— las diferentes propuestas, se evita el escenario de unos proyectos contra otros, en función de quienes sean sus valedores. Hágalos todos de Aena con el compromiso sincero de auditarlos técnicamente de un modo severo y de acabar apostando finalmente por el mejor.

Por tierra o mar. Pero la ampliación es inevitable. Buenas noticias desde Cataluña. Por fin.

Septiembre de 2021: la Generalitat y el Gobierno de España cierran la puerta a la ampliación del aeropuerto de Barcelona que había propuesto Aena. Una inversión de 1.700 millones desaparecía por el sumidero al no ser incluida en el Documento de Regulación Aeroportuaria 2022-2026 (DORA). Pere Aragonès, recién aterrizado a la presidencia de la Generalitat, había prometido una revolución verde que, traducida al román paladino, quería decir alejar Cataluña de la apuesta por las grandes infraestructuras. Una ampliación del aeropuerto no encajaba con la promesa de una Cataluña que había decidido ser tan bucólica como La Comarca de los Hobbits. Por criterios ambientales, pero también por el tipo de crecimiento económico que decía querer apuntalar el modelo Aragonès, la ampliación del aeropuerto no obtendría jamás el plácet del Gobierno autonómico. Caso cerrado.

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