Pesca de arrastre
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FIAT traicionó a Italia, Ferrovial a España
El dinero es dueño de sí mismo y siempre busca acomodo allá donde se siente menos amenazado, más protegido y con más posibilidades de multiplicarse
Los Agnelli, la realeza empresarial italiana, trasladaron en 2014 la sede corporativa del holding a través del cual controlan sus inversiones a Holanda. "FIAT traiciona a Italia", se leyó entonces en muchos rotativos del país de la bota. "Evolución natural del negocio", explicaron quienes tomaron la decisión. El Gobierno transalpino no se lo tomó bien, claro. Pero pasaron los días, después las semanas y aquí paz y después gloria.
Más o menos la misma historia que estos días en España a cuenta de Ferrovial. El peso del negocio fuera de las fronteras del país que vio nacer la empresa, la coyuntura patria, la seguridad jurídica, los beneficios que se disfrutan en países más empáticos con la actividad económica, la evolución y peso del accionariado y todas las variables que queramos añadir para llegar finalmente a la verdad del barquero: el dinero es dueño de sí mismo y siempre busca acomodo allá donde se siente menos amenazado, más protegido y con más posibilidades de multiplicarse.
La reacción más espontánea, la que nace en el estómago, conduce a un juicio moral inapelable sobre la maldad de las multinacionales. No tienen patria ni corazón. Su único sentimiento es el color del dinero. Bobadas. ¿Quieren un ejemplo de pymes? Muchas empresas catalanas se han trasladado a la franja aragonesa porque ahorran dinero haciéndolo y sufren menos presión administrativa por parte del Gobierno de Javier Lambán.
Situados en el ámbito de los profesionales a título individual, no son pocos los que se han exiliado formalmente a Madrid en busca de una fiscalidad mejor. De ahí que la Inspección de la Agencia Tributaria dedique ingentes esfuerzos para comprobar hasta qué punto son ciertos esos cambios de residencia.
El resumen: grandes, pequeños y medianos hacen lo que pueden para sacar mayor rendimiento al dinero y en defensa de sus intereses. Y el que no lo hace es porque en la ecuación coste-beneficio de la decisión, el resultado no arroja datos suficientemente claros. En temas de dinero, siempre se espera más generosidad por parte del otro, al tiempo que la propia se considera ya suficiente o excesiva.
Si preguntan sobre si es necesario subir impuestos, mucha gente les responderá que sí. Pero porque contestan pensando en los demás —los que tienen sueldos mayores, los que tienen un patrimonio superior— y no en ellos mismos. ¡Hay que subir impuestos! ¡Pero siempre a los otros! Estas son las reglas que mueven nuestros corazones y es conveniente tenerlas siempre presentes.
El Gobierno de Pedro Sánchez lleva equivocándose con el empresariado desde el primer día. Jugar a la criminalización de la actividad económica o convertir la creación de impuestos en un comodín en la búsqueda de titulares con los que ganar oxígeno político no es muy inteligente, aunque pueda rendir electoralmente. Energéticas, banca, distribución alimentaria, nadie ha quedado a salvo de esta práctica recurrente. Que el ambiente que viene creando el Ejecutivo para con el capital y el empresariado no es el más oportuno es evidente. Otra cosa es que Ferrovial traslade su sede a Holanda por estas cuestiones. Si su negocio estuviera en España y el BOE fuese su principal nutriente, aguantaría carros y carretas.
Vemos empresas moverse de una comunidad a otra. Hemos visto ahora a Ferrovial trasladarse de un país a otro. Y quién sabe si no veremos también corporaciones emigrar con sus sedes sociales de un continente a otro. En Europa, por ejemplo, hay cierta preocupación por los efectos que pueda tener la ley antiinflación de Joe Biden. Existe el temor de que algunas empresas con volúmenes de negocio relevantes al otro lado del Atlántico muevan sus headquarters a los Estados Unidos. ¿Es imaginable que Iberdrola acabe teniendo su sede en USA, por ejemplo? Miquel Roig, subdirector de este periódico, me recordaba ayer mismo una información suya de junio de 2021 en la que destacaba este entrecomillado atribuido a Ignacio Sánchez Galán: “Si en Moncloa me piden que me lleve la sede de Iberdrola de Bilbao a Madrid, no me preocupa, pero como me lo pida BlackRock...”. Pues eso. La evolución del negocio, los accionistas, el peso de cada mercado en la cuenta de resultados y al final lo que más convenga. Todo puede imaginarse. Y lo que puede imaginarse, puede pasar.
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, estaba ayer enojadísima con Ferrovial en Onda Cero. ¡Con lo que les debe a los españoles! Carlos Alsina tuvo que recordarle a la ministra que quizás esta empresa no le debe nada a nadie. Ha hecho obra pública que el Gobierno de turno licitaba por considerarla de interés general y se la adjudicaba y ejecutaba Ferrovial por ser el mejor postor. O sea, un negocio equilibrado que no genera deudas entre las partes si cada uno ha hecho lo que debe: unos pagar y otros construir. Eso son negocios, señora ministra. Usted debiera saberlo como persona viajada y experimentada que es.
Se entiende la dificultad y hasta cierto punto frustración de los gobiernos para manejarse en un mundo complejo y abierto en el que el capital encuentra siempre maneras de optimizar su beneficio. Pero las reglas, hasta que no cambien, son las que son. Así que no parece el mejor modo de seducir a nadie afearle permanentemente los beneficios, amenazarle constantemente con alterar el marco jurídico e impositivo o fiarlo todo a un patriotismo de tres al cuarto que en el mundo corporativo, sometido a la influencia de inversores sin más nacionalidad que el interés, tiene un escaso recorrido. No hace falta ponerse de rodillas ante empresas y empresarios. Pero tampoco tacharlos de enemigos cada vez que la actualidad recomienda echar mano de un chivo expiatorio.
Cambiar de actitud en esas cuestiones básicas quizá no sería suficiente para evitar casos como el de Ferrovial. Pero sí serviría para dejar de abonar la idea de que en España la actividad empresarial ha dejado de estar bien vista y que el capital no es bienvenido. Nos conformaríamos con eso.
Los Agnelli, la realeza empresarial italiana, trasladaron en 2014 la sede corporativa del holding a través del cual controlan sus inversiones a Holanda. "FIAT traiciona a Italia", se leyó entonces en muchos rotativos del país de la bota. "Evolución natural del negocio", explicaron quienes tomaron la decisión. El Gobierno transalpino no se lo tomó bien, claro. Pero pasaron los días, después las semanas y aquí paz y después gloria.
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