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La 'mascletá' posfallera de Vox y el patriota de buena voluntad
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Josep Martí Blanch

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La 'mascletá' posfallera de Vox y el patriota de buena voluntad

Estamos ante la puesta en escena de una actuación de las que toda la vida han venido en llamarse filibusterismo parlamentario

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Manu Reino)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Manu Reino)
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Este año, las mascletás se alargarán con posterioridad a la festividad de San José. Aunque la última no será en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, sino en el Congreso de los Diputados. El día 21, Meritxell Batet, en calidad de presidenta del Congreso y fallera mayor, pronunciará solemnemente la frase mágica: “Señor pirotécnico, puede empezar la mascletá”. Y Santiago Abascal cumplirá obedientemente la orden y prenderá la mecha que culminará con la explosión del masclet (petardo) Ramón Tamames, ejecutando el papel guionizado de patriota de buena voluntad, dispuesto a todo en el invierno de sus días ante las serias amenazas de ruina o desaparición (o ambas cosas) de la patria.

Tiene lo de Vox el nombre de moción de censura, aunque no lo sea más que formalmente. En realidad, estamos ante la puesta en escena de una actuación de las que toda la vida han venido en llamarse filibusterismo parlamentario. Es decir, usar una herramienta prevista en el reglamento para utilizarla con un fin diferente para el que se previó su existencia. Pero Vox tiene lo que legítimamente buscaba. Sacar cabeza en un Congreso pluripartidista en vísperas del inicio de un ciclo electoral en el que se agudiza, por una mezcla de costumbre e intereses (más lo segundo que lo primero), la tendencia de seguir explicando la realidad política española en clave bipartidista, como si solo contaran a futuro el PSOE o el PP. Que en medio de esta narrativa los de Abascal se esfuercen en levantar la mano y hacerse oír no es para nada descabellado de acuerdo con sus intereses, que hay que recordar que no son exactamente los del PP. La izquierda, como gobierna, se pelea para intentar diferenciarse una de otra en el Ejecutivo. La derecha muestra sus divergencias en el modo de entender y practicar la oposición. Todos quieren gritarle al mundo que están ahí. El multipartidismo multiplica los frentes de batalla. Ya no basta con aporrearse con los de enfrente cuando llegan las elecciones, hay que hacerlo también con los de al lado.

Aunque de ahí a afirmar, como se ha hecho en algunos sitios, que esta es una moción de censura contra Núñez Feijóo media un abismo. Aunque sea cierto que todo lo que haga Vox practicando el histrionismo en busca de su propio beneficio le pone un poco más difíciles las cosas al PP. A fin de cuentas, comparten caladero de votos, aunque el de Núñez Feijóo sea mucho más amplio y variado. Que quienes alentaron en su día al partido de Abascal quieran ahora que este se comporte como una muletilla obediente de los populares es entendible. Solo que lo es mucho más que Vox busque su propio beneficio y no supedite su estrategia política a la que más les convenga a los populares. Visto así, se entiende mejor el invento Tamames.

Con la moción de censura, Vox lanza un mensaje a la parte del electorado que ya le es fiel —somos los únicos que estamos dispuestos a todo para voltear España como un calcetín—, al mismo tiempo que intenta atraer con perfumes más variados a quienes aún no les han prestado su apoyo —los mayores, por ejemplo— o a los que quizá se estén planteando dejar de hacerlo —el voto útil más derechista—. La moción es inútil y ridícula vista a través de ojos muy diferentes. Pero no si esa mirada es la de quienes tienen una querencia por el discurso y las formas de Vox. Otra cosa es que funcione la estrategia de convertir la ultraderecha en un partido generoso, dispuesto a sacrificar parte de sus ideales en favor del consenso de los “buenos patriotas”. El valor de uso de Ramón Tamames desde este punto de vista no parece que sea muy alto para afianzar una narrativa de tal calibre.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Zipi)

El PSOE ha optado por sacarse el asunto de encima cuanto antes mejor. Un acuerdo con la Unión Europea para la reforma de las pensiones con el aval de los sindicatos y con las baterías publicitarias bombardeando a pleno pulmón las bondades de este, más un acelerón en las cesiones a los socios que permita desatascar la ley de vivienda, puede dar más rendimiento político si cuando suenen las trompetas y fanfarrias del festejo ya ha quedado atrás el ruido de la perfomance de Vox con Ramón Tamames. A fin de cuentas, castigar el hígado del PP como cómplice necesario de la ultraderecha seguirá siendo un comodín perfectamente utilizable, aunque la moción sea cosa del pasado. De ahí que Meritxell Batet haya decidido solventar el teatrillo por la vía de urgencia. Pim, pam, fuera. En las pensiones y en el alquiler hay mensaje y acción para dos grupos de votantes muy importantes. Por un lado, los jubilados y los que se acercan a la edad del retiro (la demografía nos dice que pronto será este colectivo el único que pondrá y quitará gobiernos) y, por el otro, la legión de jóvenes que aspiran a independizarse y los adultos que andan permanentemente con la soga al cuello por la presión al alza del mercado de alquiler. Paradójicamente, y sin que sirva de precedente, al PP también le conviene que la actuación del dueto Abascal-Tamames se desarrolle lo más pronto posible. Ya que no vas a despegarte del todo de la ultraderecha, negándole el pan y la sal, que pase cuanto antes mejor el momento en el que te acusarán —sin que puedas defenderte del todo— de contemporizar con Vox por la anunciada abstención.

En cuanto a Vox, lo dicho. Si te alimentas del ruido, siempre es un buen momento para una mascletá. ¿Extemporánea? Por supuesto. Pero solo para los demás.

Este año, las mascletás se alargarán con posterioridad a la festividad de San José. Aunque la última no será en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, sino en el Congreso de los Diputados. El día 21, Meritxell Batet, en calidad de presidenta del Congreso y fallera mayor, pronunciará solemnemente la frase mágica: “Señor pirotécnico, puede empezar la mascletá”. Y Santiago Abascal cumplirá obedientemente la orden y prenderá la mecha que culminará con la explosión del masclet (petardo) Ramón Tamames, ejecutando el papel guionizado de patriota de buena voluntad, dispuesto a todo en el invierno de sus días ante las serias amenazas de ruina o desaparición (o ambas cosas) de la patria.

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