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De Fèlix Millet a Imma Folchi. Del saqueo del Palau al saqueo del Parlament
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Josep Martí Blanch

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De Fèlix Millet a Imma Folchi. Del saqueo del Palau al saqueo del Parlament

Viene a cuento el señor Millet​ a cuenta de otro tipo de bandidaje legal que ha sido noticia estos días. El practicado por los letrados del Parlament de Cataluña

Foto: Fèlix Millet. (EFE/Archivo/Quique García)
Fèlix Millet. (EFE/Archivo/Quique García)
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Ha fallecido Fèlix Millet, el hombre que saqueó para disfrute personal el Palau de la Música y que provocó la implosión del otrora llamado oasis catalán, poniendo al descubierto una trama ilegal de financiación de Convergència. Millet robó a manos llenas sin ningún cargo de conciencia. Aprovechó incluso la boda de su hija para lucrarse. El Palau de la Música se hizo cargo de todos los gastos del festejo. Pero él envió igualmente la factura a su consuegro exigiéndole el pago de la mitad del teórico coste. El súmmum del ladrón de guante blanco. Un flecha del latrocinio. Descanse en paz.

Millet no se tenía por un asaltadiligencias, aunque eso es lo que fue. A su entender, dirigía hacia su bolsillo cantidades de dinero que él creía merecer por su buen hacer al frente de la institución que dirigía. ¿No era acaso él quien seducía a todas las administraciones y empresas para que financiaran con donaciones generosas el Palau de la Música? ¿No tenía derecho a una retribución acorde a su exitosa labor de captación de fondos? Este tipo de ladrón siempre encuentra una cobertura moral para ponerse ante el espejo y no pasar vergüenza ante su reflejo. Quien cree merecer lo que roba acaba creyéndose un justiciero más que un maleante.

Foto: Fèlix Millet en una imagen de archivo. (EFE/Andreu Dalmau)

Viene a cuento el señor Millet a cuenta de otro tipo de bandidaje legal que ha sido noticia estos días. El practicado por los letrados del Parlament de Cataluña. Gracias al trabajo del periódico ARA y de elDiario.es, hemos sabido que Imma Folchi, secretaria general del Parlament de Cataluña de 1999 a 2015, se embolsó un millón de euros sin ir a trabajar. Un latrocinio legal perpetrado gracias a la figura de la “licencia de edad” que ella misma negoció en el marco de sus atribuciones y competencias. O que Pere Sol, su sustituto, se embolsó más de 600.000 euros por quedarse en casa unos cuantos años por el mismo concepto. O que David Pol, otro alto funcionario de la Cámara catalana, ingresó más de medio millón también por estar de vacaciones. La lista suma y sigue.

Nada tiene que decir la Justicia al respecto. El saqueo del Parlament, a diferencia del del Palau de la Música que perpetró Millet, ha sido y es completamente legal. Pero comparte, para vergüenza de sus protagonistas y de quienes autorizaron esos acuerdos, la misma capa de cobertura moral. Si Millet se creía el dueño del Palau de la Música, derecho de pernada incluido, los altos funcionarios del Parlament, con Imma Folchi a la cabeza, se creyeron los amos de la Cámara. No tuvieron reparo en disponer de ella a su antojo y saltar como piratas conocedores de leyes sobre el dinero público para apropiárselo de un modo indecente. Sinvergüencería de guante blanco con el añadido de unas oposiciones. Pero sinvergüencería al fin y al cabo. Folchi y su muchachada, cada uno ante su espejo, deben estar convencidos de que han actuado como personas de bien. Que lo que durante años se les ingresó en cuenta cada 30 días por no hacer nada y disfrutar de sus aficiones —sueldos de entre 10.000 y 15.000 euros mensuales— era lo que merecían. El pirata cree que hace justicia apropiándose de aquello que en puridad no debería pertenecerle. Como el finado Millet, al fin y al cabo. Solo que su galeón, tratándose de altos funcionarios, no iba adornado con la enseña pirata, sino con la bandera catalana y la del abnegado servicio público.

Foto: El expresidente del Palau de la Música Félix Millet. (Efe)

A muchas millas de distancia, pero por el mismo mar de la moral, navegan los escándalos del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, o de la líder de Más Madrid, Mónica García, a cuenta del cobro del bono social térmico. No lo necesitaban, no estaba pensado para ellos, pero sacaron provecho de una normativa que los sitúa como beneficiarios con independencia de su nivel de renta. No estamos aquí ante una goleta, sino ante un simple bote a remos. Pero el mismo objetivo: apropiarse de una parte del botín de lo público, simplemente porque tienes derecho a ello. La gesticulación de Mónica García y su repentino deseo de devolver lo cobrado tiene más que ver con haber exigido previamente la dimisión de Ossorio por lo mismo que estaba haciendo ella, que con una toma de conciencia real de que su comportamiento es moralmente censurable. Ossorio ha sido más coherente y milletiano: esto es una merienda de negros y tonto el último.

¿Y nosotros? Usted y yo. ¿Pasaríamos la prueba del algodón? Antes de respondernos, citemos al bueno del Dr. Samuel Johnson: “I hate mankind, for I think myself one of the best of them, and I know how bad I am” ("Odio a la humanidad, ya que me considero uno de sus mejores exponentes y aun así sé lo malo que soy"). Ahora sí, ya podemos contestarnos.

Ha fallecido Fèlix Millet, el hombre que saqueó para disfrute personal el Palau de la Música y que provocó la implosión del otrora llamado oasis catalán, poniendo al descubierto una trama ilegal de financiación de Convergència. Millet robó a manos llenas sin ningún cargo de conciencia. Aprovechó incluso la boda de su hija para lucrarse. El Palau de la Música se hizo cargo de todos los gastos del festejo. Pero él envió igualmente la factura a su consuegro exigiéndole el pago de la mitad del teórico coste. El súmmum del ladrón de guante blanco. Un flecha del latrocinio. Descanse en paz.

Fèlix Millet
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