Es noticia
La Tamames-moción y el monopolio de la indignación del que espera disfrutar Vox
  1. España
  2. Pesca de arrastre
Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

Por

La Tamames-moción y el monopolio de la indignación del que espera disfrutar Vox

La moción de censura tendrá un recorrido bastante limitado, tanto para los hipotéticos beneficiados como para los supuestamente damnificados

Foto: El candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames (d), acompañado del líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)
El candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames (d), acompañado del líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Javier Lizón)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Llegó el día de la moción de censura con los adjetivos peyorativos agotados. El margen para apostar es estrecho. Va del ridículo a lo grotesco. Es un análisis de lo más razonable adoptando la plantilla del manual conservador más ortodoxo. Si va a gobernar en breve la derecha y solo hay que esperar pacientemente a que la fruta madura caiga del árbol, ¿a qué viene a cuento, Ramón Tamames mediante, la astracanada de Vox?

En la izquierda, se formulan estos días preguntas similares. Si la única posibilidad de plantar cara a la derecha electoralmente con ciertas garantías en el próximo ciclo electoral pasa por una fumata de la paz entre el vaporoso Sumar de Yolanda Díaz y el empequeñecido, pero rocoso, Podemos del brigadier Pablo Iglesias, ¿qué sentido tiene negociar apuntando al otro en la sien con una pistola cargada con munición real con el riesgo de que el más ligero desliz con el gatillo lo eche todo al traste?

Para ambos bandos se recomienda, desde la derecha y la izquierda más pragmáticas, la misma receta: aplánense los más radicales. Acepten su condición inmutable de comparsas más o menos vistosas según el día y la conveniencia. Ajusten sus estrategias a las de sus hermanos mayores, más lúcidos. Solo estos están en condiciones de evitar que el patrimonio se pierda (la izquierda) o de conseguir recuperarlo (la derecha). Si cumplen su papel de subalternos, tengan además por seguro que podrán beneficiarse de la generosidad de los primogénitos cuando llegue el momento para con el resto de la camada. Pero mientras tanto no hagan nada que pueda perjudicar al bloque, a la familia.

Cuesta aceptar los cambios sistémicos que se han producido en la política española. En términos de análisis, seguimos contando los días que faltan para recuperar una normalidad que creemos equivocadamente entre paréntesis. Como si esa normalidad estuviese en suspenso a la espera de que alguien decrete su vuelta al escenario y podamos dar por acabados los experimentos. En realidad, se trata de un pasado ya transitado y sin posibilidad de recorrerse de nuevo. Los genios salieron de la lámpara. Y cuando eso sucede, no hay manera de encarcelarlos de nuevo. Su misión, una vez liberados, es dar la murga e intentar vivir acorde a su ser. Vale para la ultraderecha, la izquierda extrema o el independentismo.

Foto: Ramón Tamames, candidato a la presidencia del Gobierno. (EFE/Javier Lizón)

Pedir a Vox, Podemos o al independentismo que actúen políticamente de un modo convencional es, en el fondo, exigirles que atenten contra su propia naturaleza. Son proyectos de gran radicalidad, con una primera corona de votantes extremadamente ideologizados que no soportan bien ni el aggiornamento ni la contemporización. En los extremos políticos habita un público que devora muy rápido la carnaza que se le arroja. Por ello, hay que visitar más a menudo al carnicero para procurarle más alimento.

Ramón Tamames es un chuletón bastante hecho —pero de carne roja— que sus cocineros intentan hacer apetecible a los que aún no se sientan en la mesa de Vox y también a los tentados de abandonarla por la proteína de carne blanca que se sirve tradicionalmente en la derecha más convencional. Que la apuesta salga bien, mal o resulte una escaramuza sin consecuencias, es otra cuestión. Eso ya nos lo explicará —hasta allí donde resulta fiable— la obsesiva demoscopia del minuto y resultado a partir del jueves.

Foto: Ramón Tamames. (EFE/Kiko Huesca)

La moción de censura tendrá, no obstante, un recorrido bastante limitado, tanto para los hipotéticos beneficiados como para los supuestamente damnificados. Cerca de la semana santa y con una agenda mediática secuestrada por la actualidad financiera, su alcance queda reducido a iluminar un par de días la dimensión autárquica y a corto plazo de la agenda política. No es un acto político del que vaya a derivarse un momentum fundacional de nada en concreto, ni siquiera de los planes de precampaña que ya están activados.

Lo que sí huele a disruptivo es el parto oficial de Yolanda Díaz como candidata a las elecciones generales el próximo 2 de abril en Madrid. Su entronización como aspirante a la presidencia del Gobierno y la aparición en escena de Sumar, más todo cuanto acontezca hasta entonces en las negociaciones con Podemos, sí pueden suponer —a diferencia de la moción de censura— un cambio de agujas en las vías por las que circulan los trenes de la política española.

Foto: La vicepresidenta económica, Nadia Calviño (i), escucha la intervención de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Chema Moya) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Anatomía del caos a la izquierda del PSOE
Antonio Casado

La izquierda de la izquierda va camino de alejarse definitivamente de la indignación como combustible electoral, en favor del aire más propositivo —a veces, de percepción ciertamente naíf— que representa Yolanda Díaz. El PSOE tendrá a su izquierda a una candidata que a veces parece fabricada en la misma línea de producción que Pedro Sánchez. Las izquierdas —sin confundirsese mimetizarán. Hermano Sol, hermana Luna.

A la derecha de la derecha, por el contrario —con moción o sin ella—, el combustible deberá seguir siendo el enfado mayúsculo y el marcar de los músculos faciales. Enfado contra un Gobierno ilegítimo, enfado contra un Ejecutivo Frankenstein, pero también enfado, menos sincero, pero igualmente teatralizado, contra una derecha convencional que no ofrece garantías de un cambio radical de paradigma, aun cuando llegue a gobernar. Las derechas —sin renegarse del todo— se diferenciarán.

Foto: Fernando Sánchez Dragó, en su domicilio de Madrid. (A. M. V.)
TE PUEDE INTERESAR
Sánchez Dragó: "Luché contra Franco porque quería ser Hemingway"
Carlos Prieto Fotografía: Alejandro Martínez Vélez

Quien más, quien menos, y por diferentes motivos, está dispuesto a relajar el rictus. El PP, para resultar creíble en el centro, el PSOE, para demostrarnos que todo va bien, y el nonato Sumar, para romper con las limitaciones que impone el agrio Podemos, controlado por Pablo Iglesias.

La moción pasará. Pero por debajo de ella hay una corriente de fondo, contradictoria con la presentación de Ramón Tamames como candidato, de la que tomar nota. El partido de Santiago Abascal va camino de convertirse en 2023 en el único partido de la indignación. No son malas cartas, por mucho que los menospreciemos. Por eso la moción de censura será lo más amable que vamos a escucharle durante mucho tiempo a Vox sobre el Gobierno y también sobre sus compañeros en la oposición.

Llegó el día de la moción de censura con los adjetivos peyorativos agotados. El margen para apostar es estrecho. Va del ridículo a lo grotesco. Es un análisis de lo más razonable adoptando la plantilla del manual conservador más ortodoxo. Si va a gobernar en breve la derecha y solo hay que esperar pacientemente a que la fruta madura caiga del árbol, ¿a qué viene a cuento, Ramón Tamames mediante, la astracanada de Vox?

Vox
El redactor recomienda