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Ponsatí juega sin riesgo al gato y al ratón con el juez Pablo Llarena
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Josep Martí Blanch

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Ponsatí juega sin riesgo al gato y al ratón con el juez Pablo Llarena

La eurodiputada, la ley de claridad y la pequeña comedia del día a día solo son parte del tratamiento a base de placebos con que el independentismo viene curándose la ansiedad de un proyecto embarrancado

Foto: La 'exconsellera' catalana y eurodiputada de JxCAT Clara Ponsatí, en su despacho de Bruselas. (EFE/Leo Rodríguez)
La 'exconsellera' catalana y eurodiputada de JxCAT Clara Ponsatí, en su despacho de Bruselas. (EFE/Leo Rodríguez)
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Clara Ponsatí ha hecho exactamente lo que había anunciado: plantar a Pablo Llarena. Que la eurodiputada utilizaría la citación del juez instructor de la causa del procés a modo de papel higiénico era cosa sabida desde su detención televisada del 28 de marzo. Ponsatí sabe que arriesga entre poco y nada comportándose de este modo. Su situación procesal, acusada únicamente de desobediencia tras reformular el TS los cargos obligado por la reforma del código penal pactada entre el PSOE y ERC, le permite jugar al gato y al ratón a sabiendas de que la cárcel ya no forma parte de la ecuación. De hecho, fue la garantía jurídica de no acabar entre rejas y no otra cosa lo que la hizo volver a Barcelona en un viaje anunciado secretamente a los medios de comunicación el día antes para que diera tiempo de organizar la producción de la cobertura para dar potencia de emisión al show en cuatro actos que iba a protagonizar: rueda de prensa-paseo-detención-puesta en libertad.

El rédito mediático no se acababa ese día. Ayer tocaba el segundo capítulo, el plantón a Llarena. Y todavía nos queda el tercero cuyo guion también parece ya escrito. Nueva detención instrumental, traslado forzoso en esta ocasión al Tribunal Supremo, comparecencia y puesta en libertad a la espera de la fecha del juicio. El capítulo definitivo, que determinará vencedores y vencidos sobre el particular, se emitirá en cuanto conozcamos la respuesta del Tribunal General de la UE sobre el alcance real de la inmunidad de los eurodiputados.

Foto: Clara Ponsatí en la última sesión plenaria del Parlamento Europeo. (EFE/Olivier Hoslet)

Ponsatí, coyunturalmente eurodiputada de JxCAT sin militar en la formación, es un verso libre. Sus actuaciones no pueden computarse a beneficio de inventario de ningún partido independentista ni deben leerse tampoco como parte de una estrategia colectiva. Aunque, eso sí, los fuerza a todos a posicionarse y, de paso, añade leña al fuego de la guerra civil entre soberanistas. ERC respeta su decisión, pero defiende a la vez que comparecer ante el juez es el modo inteligente de confrontarse con el estado. La CUP y JxCAT, por su parte, insisten en que Ponsatí no tiene por qué presentarse ante Llarena y que este lo que debiera hacer es dar carpetazo al asunto para respetar la inmunidad de la eurodiputada. Tanto anticapitalistas como junteros ya aprovecharon la detención de Ponsatí para embarrar el tablero, acusando a ERC y a su consejero de interior, Joan Ignasi Elena, de actuar como agentes colaboracionistas de la represión por poner a los mossos al servicio del Tribunal Supremo. Esta sandez se entiende en boca de la CUP, pero resulta de una hipocresía de nivel enfermizo en boca de JxCAT, empeñada formalmente en defender todas las competencias y funciones de la policía autonómica, incluidas las de policía judicial.

Justamente ayer, el jefe de los Mossos d'Esquadra, Eduard Sallent, defendía a primera hora de la mañana la legalidad de la detención del pasado marzo en una entrevista en Catalunya Ràdio. También dejaba meridianamente claro que la policía autonómica volverá a hacer lo mismo en cuanto haya una orden judicial que así lo ordene. De inmediato, Clara Ponsatí aprovechaba Twitter para dirigirse a los mossos y acusarles de haber organizado un numerito para dejar constancia únicamente lo obedientes que son con el amo Llarena.

Pero más allá de la serie guionizada sobre Clara Ponsatí que estamos viendo por capítulos, lo cierto es que su ascendencia sobre el independentismo sistémico e institucional es nula. Funciona únicamente como un recordatorio del numantismo que se pretendía en 2017 y que hizo aguas en el minuto uno. Desde entonces, su influencia, que nunca fue mucha, ha ido declinando todavía más. Simpatía obligada e hipócrita por parte de JxCATa excepción del pequeño núcleo torrista de la formación—, desprecio mal disimulado por parte de ERC y simple valor de uso noticiable para la CUP que aprovecha cualquier ingrediente para añadirlo a su olla de caldo de incoherencia pseudo revolucionaria. Solo una ANC en horas bajas, además de sus amistades, le ríen las gracias con sinceridad y convencimiento. Su capacidad de impacto en la agenda política es, pues, muy limitado. Y todavía menos estando encima de las municipales, con todos los partidos independentistas tocando la flauta de la gestión y haciendo lo posible por sacar la cuestión identitaria de la campaña electoral.

Foto: Ponsatí, junto a Puigdemont y Comín. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)

El plantón de Clara Ponsatí a Pablo Llarena tiene miga narrativa pero poco jugo estratégico. Lo más importante de lo sucedido ayer en política catalana fue la confirmación de algo que, no por sabido, deja de tener su importancia una vez oficializado. El líder de los socialistas catalanes confirmaba en una entrevista en el diario.es que el PSC no estará en la mesa de partidos con la que Pere Aragonès pretende dar salida a los trabajos para una futura ley de claridad que permitiera pactar con el gobierno español un nuevo referéndum en Cataluña. El no del PSC arruina las posibilidades de ese acuerdo propuesto por el presidente de la Generalitat con el ánimo de convertirlo en el banderín de enganche de la oferta electoral de los republicanos de cara a las próximas elecciones generales. No es un no definitivo, pero señala claramente que la puerta permanecerá cerrada hasta después de las elecciones generales. Solo el cisne negro de la inmunidad de Carles Puigdemont acumula capacidad disruptiva en estos momentos en la agenda catalana. Todo lo demás, Ponsatí, el acuerdo de claridad y la pequeña comedia del día a día solo son parte del tratamiento a base de placebos con que el independentismo viene curándose la ansiedad de un proyecto embarrancado por méritos propios. Hasta después de las generales el pescado en este frente está vendido.

Clara Ponsatí ha hecho exactamente lo que había anunciado: plantar a Pablo Llarena. Que la eurodiputada utilizaría la citación del juez instructor de la causa del procés a modo de papel higiénico era cosa sabida desde su detención televisada del 28 de marzo. Ponsatí sabe que arriesga entre poco y nada comportándose de este modo. Su situación procesal, acusada únicamente de desobediencia tras reformular el TS los cargos obligado por la reforma del código penal pactada entre el PSOE y ERC, le permite jugar al gato y al ratón a sabiendas de que la cárcel ya no forma parte de la ecuación. De hecho, fue la garantía jurídica de no acabar entre rejas y no otra cosa lo que la hizo volver a Barcelona en un viaje anunciado secretamente a los medios de comunicación el día antes para que diera tiempo de organizar la producción de la cobertura para dar potencia de emisión al show en cuatro actos que iba a protagonizar: rueda de prensa-paseo-detención-puesta en libertad.

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