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La niña violada por seis menores en Badalona, obligada a abandonar la ciudad. ¡Vergüenza, señores, vergüenza!
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Josep Martí Blanch

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La niña violada por seis menores en Badalona, obligada a abandonar la ciudad. ¡Vergüenza, señores, vergüenza!

La única salida para evitar males mayores es marcharse de casa y acomodarse en otro lugar. Así las gastan, y con total impunidad, las familias de esos niños violadores

Foto: El alcalde de Badalona, Rubén Guijarro. (EFE/Alejandro García)
El alcalde de Badalona, Rubén Guijarro. (EFE/Alejandro García)
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Suplicar ayuda. Eso es lo que hizo ayer el alcalde de Badalona, Rubén Guijarro (PSC), en una conversación radiofónica en RAC1 en la que servidor también participó. Auxilio radiofónico a la Generalitat y al Gobierno tras confirmarse que la niña de 11 años a la que violaron seis menores (todos en libertad por ser inimputables) y su familia abandonarán Badalona porque no puede garantizarse su seguridad. No es una broma de mal gusto, aunque lo parezca. El hermano de la niña forzada sexualmente recibió amenazas verbales, pero también físicas (con un cuchillo a las puertas del colegio), del entorno familiar de los agresores. Finalmente, la única salida para evitar males mayores —una solución indigna desde el punto de vista social, pero a estas alturas la mejor para la niña y su familia— es marcharse de casa y acomodarse en otro lugar. Así las gastan, y con total impunidad, las familias de esos niños violadores.

Barrios degradados, de pobreza extrema, en los que la ley y las autoridades miran hacia otro lado, los hay en todas las grandes conurbaciones urbanas. Se acepta resignadamente su existencia. La mayoría de los españoles, salvo por curiosidad probablemente insana, llegaremos al final de nuestros días sin haberlos pisado y sin conciencia real de lo que allí sucede.

Foto: El alcalde de Badalona, Rubén Guijarro. (EFE/Alejandro García) Opinión

Y en el fondo nos va estupendamente que esto sea así. A fin de cuentas, esas zonas de guerra funcionan como campos de concentración de un tipo de individuos que ya nos conviene tener agrupados y separados del resto. Eso pone las cosas fáciles. Sabemos dónde no hay que ir para no encontrárselos y aquí finaliza el problema para la mayoría de nosotros. Ya se las apañarán entre ellos. Y aquí finaliza el problema para la mayoría. De tal suerte que acaban siendo prácticamente invisibles, también para la política y las administraciones, con la excepción de la abnegada gente de los servicios sociales que hacen buenamente lo que pueden.

La Generalitat ha puesto tanta sordina como ha podido a esta violación y a su desenlace. Ha podido hacerlo porque la familia de la niña violada es ghanesa y eso, ¡qué mal está decirlo!, alivia la presión social y la de los medios de comunicación. La reacción no hubiese sido la misma si se hubiera tratado de una niña de rasgos caucásicos del Eixample barcelonés, por poner un ejemplo.

La Administración también quería silencio porque los menores agresores y sus familias son de entorno gitano. No fuese el caso que por el ruido excesivo se acabase provocando una espiral de problemas y violencia en el barrio. En ese “quizá no es conveniente, no sea el caso que se nos vaya de las manos” habría que situar probablemente la timidez de la Dirección General de Atención a la Infancia de la Generalitat de no explorar la retirada de la custodia de los menores agresores a sus padres a pesar de estar ya acreditado que no están en condiciones, no ya de reeducarlos, sino tan siquiera de educarlos. Los servicios sociales han recibido un sonoro corte de mangas cada vez que han intentado implicar a esas familias de los menores violadores para poner en marcha acciones con apoyo de los padres para que no vuelva a repetirse lo que hicieron.

Es más, el alcalde de Badalona explicaba ayer desesperado que esos agresores, algunos forzados a cambiar de escuela, ya están generando problemas muy graves en los nuevos centros educativos que los acogen desde que se tuvo constancia de la violación. Además, la policía investiga más agresiones similares por parte de este mismo grupo de delincuentes juveniles. Un señor panorama. Y aun así, siguen en la calle y sus familias siguen protegiéndolos. Aquí no pasa nada.

Foto: La Policía a las puertas del Instituto Joan Fuster (Reuters)

Los hechos, y sobre todo el resultado final, resultan bochornosos. Una ley del menor que convierte a los agresores en intocables —los delitos que cometen es como si no existiesen—, una actitud cobarde por parte de las autoridades para actuar contra los familiares que sí son imputables por amenazar de muerte al hermano de la niña violada, y reiteración de los patrones de conducta delictiva en los nuevos centros escolares a los que se ha redirigido a los agresores. Y como guinda del pastel, que sean la niña y su familia quienes deban hacer las maletas para buscarse otro lugar en el que vivir seguras. Bienvenidos a los barrios sin ley.

Quizás alguien debiera estar pensando en modificar la legislación aplicable a los menores delincuentes a la vista de casos como este. Pero es además pertinente anotar como reflexión pendiente cómo hacemos para defender la dignidad de los ciudadanos que la ven pisoteada únicamente por ser pobres. Porque en esos barrios invisibles, la mayoría son gente como usted y como yo. Solo que no les alcanza para vivir en otro lugar. Abandonarlos a su suerte, convertirlos en rehenes de la minoría delincuencial, decirles que nos importa entre poco y nada lo que pueda sucederles, porque sus calles y plazas no existen para nosotros, quizá resulte muy práctico, pero no es propio de una sociedad que quiera mirarse al espejo sin sentir vergüenza.

Suplicar ayuda. Eso es lo que hizo ayer el alcalde de Badalona, Rubén Guijarro (PSC), en una conversación radiofónica en RAC1 en la que servidor también participó. Auxilio radiofónico a la Generalitat y al Gobierno tras confirmarse que la niña de 11 años a la que violaron seis menores (todos en libertad por ser inimputables) y su familia abandonarán Badalona porque no puede garantizarse su seguridad. No es una broma de mal gusto, aunque lo parezca. El hermano de la niña forzada sexualmente recibió amenazas verbales, pero también físicas (con un cuchillo a las puertas del colegio), del entorno familiar de los agresores. Finalmente, la única salida para evitar males mayores —una solución indigna desde el punto de vista social, pero a estas alturas la mejor para la niña y su familia— es marcharse de casa y acomodarse en otro lugar. Así las gastan, y con total impunidad, las familias de esos niños violadores.

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