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Barcelona tiene alcalde, ahora falta un Gobierno
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Josep Martí Blanch

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Barcelona tiene alcalde, ahora falta un Gobierno

Colau dijo dos verdades en su discurso de constitución del plenario. Que tenía un pacto secreto con Collboni y que la capital catalana no puede gobernarse con los 10 concejales que tiene el PSC

Foto: El socialista Jaume Collboni, con el bastón de mando tras ser elegido este sábado nuevo alcalde de Barcelona. (EFE/Quique García)
El socialista Jaume Collboni, con el bastón de mando tras ser elegido este sábado nuevo alcalde de Barcelona. (EFE/Quique García)
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Barcelona tiene un alcalde socialista porque Ada Colau y los comunes decidieron a última hora proteger las nóminas y responsabilidades de sus cargos de confianza en el consistorio y posponer su entrada en el Gobierno de Jaume Collboni hasta después de las elecciones generales. La alcaldía se ha decidido por una cuestión tan poco romántica como esta. Lo certificaba ya como alcalde Jaume Collboni, anunciando que mantendrá en el cargo a todo el personal eventual o en comisión de servicios nombrado por Ada Colau y abriendo la puerta, solo 24 horas después de recibir la vara de mando, a contemplar la posibilidad de que los comunes acaben incorporándose al equipo de gobierno. Así las cosas, lo más probable es que tras las fiestas de la Mercè, con la llegada del otoño, Collboni pueda dar forma a su Gobierno definitivo con la integración de los comunes, con Colau o sin ella, a su proyecto.

Antes de que eso suceda, los socialistas tentarán a JxCAT, probablemente ya sin Xavier Trias en el consistorio, para incorporarse también al Gobierno municipal. De hecho, puede que esta incluso sea la opción preferida por el PSC. La sociovergencia —PSC y JxCAT (la versión más moderada de este partido que tomó forma con la lista de Xavier Trias)— es la fórmula preferida por los patricios y lobbies económicos de la ciudad. Y hay que complacer a esos sectores influyentes, al menos haciendo ver que la posibilidad que ellos prefieren sigue estando viva y puede tornarse carne después del 23-J. El mismo jefe de filas socialista, Salvador Illa, comenta que ese sería el escenario prioritario para su partido. Pero es difícil que cuaje esa posibilidad. A JxCAT le resultaría muy complicado explicar a su militancia y votantes que acaba participando en condición de subalterna en el Gobierno Collboni habiéndole ganado las elecciones. Puede pasar, pero es un escenario improbable. Solo una búsqueda desesperada de las prebendas municipalistas en un escenario de máxima escasez para JxCAT impide descartar del todo esta posibilidad.

Lo que de momento es ya una realidad es que Collboni quería mandar en Barcelona y manda. Y que los comunes no querían irse y no se han ido del todo. Colau dijo dos verdades en su discurso de constitución del plenario. Que tenía un pacto secreto con Collboni y que Barcelona no puede gobernarse con los 10 concejales que tiene el PSC. Y uno más uno todavía suma dos.

Este plato principal necesitaba una guarnición de postín. Fue el PP quien la sirvió. A Núñez Feijóo le ha venido de perlas vender que ha impedido que la capital catalana quedase en manos independentistas. Y es cierto que lo ha hecho. Pero sabía que sus votantes —los de Barcelona— no tragarían un acuerdo que no dejase fuera del Gobierno municipal a los comunes. Fijó la línea roja atendiendo a esa realidad. Y no la levantó hasta que fueron los propios comunes quienes la borraron, aceptando que durante un tiempo sus concejales —no sus cargos de confianza— pasasen a la oposición. La presión a los populares desde algunos entornos mediáticos, y también desde Cataluña a través de la entidad Sociedad Civil Catalana, para que practicase el jaque mate a Xavier Trias a cualquier precio, hubiera caído en saco rato de no ser por el salir de escena temporal de los de Ada Colau.

Foto: Collboni, nuevo alcalde de Barcelona. (EFE/Quique García)

Esta vez, aunque los fuegos de artificio apunten a una lectura diferente, lo sustantivo en clave barcelonesa era eliminar a Colau de la ecuación y lo accesorio el soberanismo. Pero nadie renuncia al dos por uno. Y sustantivo y accesorio han acabado en el zurrón de Feijóo. Ideal y coherente para su estrategia ante el 23-J: azote de separatistas y rojos. Y con sentido de Estado para entregarle al PSOE la segunda ciudad de España en favor del interés general. Un cuento redondo para explicar en los mítines.

Lo sustantivo en clave barcelonesa era eliminar a Colau de la ecuación y lo accesorio el soberanismo. Pero nadie renuncia al dos por uno

En JxCAT y ERC, mucha espuma, como en una cerveza mal tirada. Pero yerran quienes piensan que lo sucedido con la alcaldía de Barcelona es lo suficientemente disruptivo como para actuar como catalizador de un nuevo renacer soberanista, alimentado por el mal humor de ver a Jaume Collboni proclamado alcalde en el último momento, cuando el independentismo ya tenía digerido que Barcelona quedaba en sus manos. No va a ser así. Lo escribimos con toda claridad y así nos ahorramos contestar tantos mensajes de WhatsApp con la misma pregunta.

De hecho, el mapa del poder municipalista de Cataluña tras las elecciones locales da la información contraria. Los bloques ya no funcionan y continuarán sin hacerlo. Las diputaciones de Lleida y Tarragona se las han repartido socialistas y republicanos, en otros lugares los socialistas han pactado con los junteros, y en otros —Girona— ha sucedido lo contrario que en Barcelona, con el tridente indepe —ERC, JxCAT y la CUP disfrazada con otras siglas— eliminando de la ecuación al PSC, que había ganado claramente las elecciones. La promiscuidad ya vuelve a ser la norma general, como antes del proceso. La Diputación de Barcelona, una máquina de recursos económicos para los partidos, está aún por decidir. Pero ayer, para que quede claro de qué estamos hablando, el mismo Xavier Trias se mostraba favorable a repetir en esta institución el pacto PSC-JxCAT del último mandato, a pesar de que los socialistas le negasen la alcaldía de Barcelona dos días antes. La narrativa de Barcelona o Girona ha alterado la percepción de la realidad política catalana del presente, pero no la realidad misma. Ya no hay bloques. Hay intereses. O sea, hay política. Y de la normalita.

Barcelona tiene un alcalde socialista porque Ada Colau y los comunes decidieron a última hora proteger las nóminas y responsabilidades de sus cargos de confianza en el consistorio y posponer su entrada en el Gobierno de Jaume Collboni hasta después de las elecciones generales. La alcaldía se ha decidido por una cuestión tan poco romántica como esta. Lo certificaba ya como alcalde Jaume Collboni, anunciando que mantendrá en el cargo a todo el personal eventual o en comisión de servicios nombrado por Ada Colau y abriendo la puerta, solo 24 horas después de recibir la vara de mando, a contemplar la posibilidad de que los comunes acaben incorporándose al equipo de gobierno. Así las cosas, lo más probable es que tras las fiestas de la Mercè, con la llegada del otoño, Collboni pueda dar forma a su Gobierno definitivo con la integración de los comunes, con Colau o sin ella, a su proyecto.

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