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El 23-J en Cataluña: socialista y constitucionalista
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Josep Martí Blanch

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El 23-J en Cataluña: socialista y constitucionalista

Un más que probable paso atrás del soberanismo, al que acompañaría un claro resurgir del constitucionalismo capitaneado por el PSC, pero con un destacado crecimiento del Partido Popular

Foto: De derecha a izquierda, Salvador Illa, Meritxell Batet y Jaume Collboni. (EFE/T. A.)
De derecha a izquierda, Salvador Illa, Meritxell Batet y Jaume Collboni. (EFE/T. A.)
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Esta semana, el CIS y el CEO, su equivalente en Cataluña, han coincidido en señalar un claro retroceso del voto independentista en las elecciones del 23-J en esta comunidad. Un más que probable paso atrás del soberanismo, al que acompañaría un claro resurgir del constitucionalismo capitaneado por el PSC, pero con un destacado crecimiento del PP.

Dado que hay un consenso general sobre la nula fiabilidad de los trabajos del CIS bajo la dirección de José Félix Tezanos, tomamos como referencia las proyecciones del CEO, que mantiene su credibilidad, para profundizar en los motivos que explicarían los números que anticipa dicha institución en su último trabajo de campo.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante un acto sectorial del Partido Popular en Cataluña el pasado 26 de junio. (Europa Press/David Zorrakino)
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El independentismo retrocede

De los 48 diputados que Cataluña envía al Congreso, el independentismo sumó en los comicios de 2019 un total de 23 (ERC 13, Junts ocho, CUP dos). La previsión más pesimista del CEO para este bloque de cara al 23-J le otorgaría tan solo 15 actas.

Las pérdidas más destacadas serían para ERC (-5) y para la CUP, que se quedaría sin representación en el Congreso (-2). Junts sería el partido que aguantaría mejor (-1). En el escenario más optimista de la horquilla, el independentismo solo perdería un representante a Cortes, con ERC dejándose dos actas, la CUP manteniendo sus dos diputados y Junts incluso sumando uno más.

El paso atrás generalizado, de confirmarse, obedecerá a múltiples causas. Hay miedo a la deserción en el campo soberanista. Lo confirman las constantes llamadas a la participación de todos los partidos. El precedente de las municipales asusta. Y en las últimas semanas han aflorado destacados influencers del mundillo independentista haciendo campaña en favor de no acudir a las urnas. Incluso la otrora poderosa ANC ha preguntado a sus asociados si debía sumarse a la campaña abstencionista, aunque estos han decidido finalmente que no. Con todo, la abstención será el primer elemento a combatir por el independentismo para evitar su derrumbe. Sería este primer grupo de abstencionistas el que se correspondería al independentismo más irredento. El que considera que la tríada de partidos soberanistas son traidores que han abandonado la causa y que ya no merecen más confianza.

ERC es quien se llevaría la peor parte. Sufren los republicanos para aguantar las dos posiciones que defienden: izquierdistas e independentistas

El segundo motivo es de signo totalmente contrario. Consistiría en la transferencia del voto al PSC, o también a posiciones abstencionistas, de los independentistas tácticos. Es decir, aquellos votantes que subieron al barco secesionista creyendo que inflar esas velas era el mejor camino para provocar un cambio en las relaciones de poder entre España y Cataluña. Para entendernos, los que pensaban que pedir la independencia era la mejor manera de ganar competencias y mejorar la financiación. En este bloque, estarían también los que consideran que para defender las posiciones nacionalistas, por paradójico que resulte, ahora el voto útil es el PSC, con el objetivo de evitar el mal mayor del PP.

ERC es quien se llevaría la peor parte. Sufren los republicanos para aguantar las dos posiciones que defienden: izquierdistas e independentistas. En el flanco izquierdista, la llamada al voto útil al socialismo es muy tentadora para parte de sus votantes. Y en el eje soberanista, su apuesta por el pragmatismo y la negociación también les reporta algunos costes entre una militancia históricamente muy rocosa en este ámbito. Tampoco consigue capitalizar la acción política llevada a cabo a través del Gobierno de la Generalitat, que ahora maneja en solitario. Pere Aragonès no ha afianzado su liderazgo y no funciona como prescriptor de voto. Y el rufianismo, tan vistoso en sus primeros días, parece haber agotado también todo su recorrido.

La desaparición de la CUP obedecería a la abstención y a la alta volatilidad del voto de extrema izquierda anticapitalista

Junts sufriría menos que ERC, entre otras cosas, porque la posición que debe defender es, de partida, más humilde. Contra lo que pueda pensarse, su mejor resistencia —a pesar de que el partido es una olla de grillos en lo ideológico— obedecería, caso de confirmarse, más a sus posicionamientos sectoriales que no al irredentismo puigdemontista. El soberanismo de centro derecha y derecha no tiene otra opción de voto. En lo que atañe a la CUP, su desaparición obedecería a la abstención y a la alta volatilidad que siempre acompaña al voto de extrema izquierda anticapitalista, que no acostumbra llevar bien observar cómo las siglas a las que otorga su confianza acaban empapándose de institucionalidad.

Constitucionalismo fuerte y en clara ascendencia

No hay ninguna duda sobre la victoria socialista en Cataluña el 23-J. En el mejor escenario, obtendría hasta 18 diputados (+6), y 16 en el más pesimista (+4), pudiendo doblar en escaños al partido que quede segundo. El PSC lograría un triplete (ganó las autonómicas, aunque no alcanzara el Gobierno, las municipales y ahora haría lo propio en las generales) y consolidaría su posición de privilegio en el nuevo escenario de la política catalana, el que se abrió tras los indultos a los líderes procesistas.

Además de su votante fiel, el PSC sería esta vez el partido del voto útil. Robaría sufragios prácticamente a todas las formaciones. Por la izquierda, a los comunes y a ERC, y también, como ya se ha señalado, sumaría papeletas del soberanismo táctico, que ya no da más crédito a los partidos soberanistas, considerando ahora que lo más importante es evitar un Gobierno de derechas que levante de nuevo la bandera del anticatalanismo. A diferencia del resto de España, en Cataluña el socialismo sacará un claro provecho de su apuesta por la desinflamación y la desescalada del conflicto independentista.

El PP también se sube al carro de la clara mejoría. En su caso, su posición de partida, solo dos diputados en Cortes, hace prácticamente obligado el ascenso, máxime si añadimos a la ecuación la desaparición de Ciudadanos. No obstante, el crecimiento puede ser muy destacable, ya que la horquilla le otorga hasta un total de ocho diputados, que pasan a ser seis en la parte más baja de la misma.

Foto: Yolanda Díaz, candidata a las elecciones generales del 23 de julio por Sumar. (EFE/Ismael Herrero) Opinión

El crecimiento popular hay que explicarlo sobre todo por el liderazgo de Feijóo, puesto que el partido en Cataluña no cuenta con liderazgos muy visibles, ni tampoco consolidados. Este crecimiento impediría el de Vox, que mantendría, según el CEO, sus dos actas actuales o añadiría una más en el mejor de los casos.

La gran sorpresa en negativo, junto a ERC, la protagonizarán, según el CEO, los comunes y el proyecto de Yolanda Díaz, Sumar. Si en 2019 obtuvieron siete actas de diputado, ahora se quedarían entre un mínimo de dos y un máximo de cuatro. Las malas proyecciones obedecen, por un lado, a la fuga de voto hacia los socialistas. Pero también al ambiente pesimista que acompaña a estas siglas tras la pérdida del gran bastión de Barcelona por parte de Ada Colau. Y también lo que pueda afectarle la crisis interna que ha acompañado en los últimos meses al batiburrillo de confluencias y familias de este espacio político.

Más allá de las proyecciones sobre cada partido, los resultados que anticipa el CEO guardan relación con el porcentaje de ciudadanos favorables o no a la independencia, cuestión esta sobre la que también pregunta en sus encuestas. Los contrarios a la independencia representan el porcentaje mayoritario (52%) y se sitúan en máximos desde 2015. Se advierte, pues, cierta coherencia con los resultados previstos. Cataluña, cada vez más socialista y constitucionalista. De momento, encuestas, claro.

Esta semana, el CIS y el CEO, su equivalente en Cataluña, han coincidido en señalar un claro retroceso del voto independentista en las elecciones del 23-J en esta comunidad. Un más que probable paso atrás del soberanismo, al que acompañaría un claro resurgir del constitucionalismo capitaneado por el PSC, pero con un destacado crecimiento del PP.

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