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No es una campaña electoral, es un compás de espera
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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No es una campaña electoral, es un compás de espera

El esfuerzo de los partidos y de los medios por caldear los últimos días de campaña está cayendo en saco roto. Gana por goleada la indolencia

Foto: El candidato del PP a las elecciones generales, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Pepe Zamora)
El candidato del PP a las elecciones generales, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Pepe Zamora)
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La última verbena de San Juan sirvió para que debutara en el mercado un nuevo concepto de pirotecnia basada en el petardo insonoro. Sin vergüenza alguna, cada vez cuesta más tenerla, sus avispados promotores difundieron su propuesta con los parches semánticos que sirven para cualquier absurdidad: inclusividad, responsabilidad y sostenibilidad. La tontería es como el universo expandiéndose hacia el infinito. Pero lo cierto es que ya se puede comprar y pagar a precio de petardo aquello que no lo es, simplemente porque no hace ruido.

Quienes se debieron pasar por la caseta donde se vendía tal aberración fueron las gentes del PSOE y Sumar. Y se llevaron como falso petardo la foto de Alberto Núñez Feijóo en compañía del narcotraficante Marcial Dorado a bordo de la embarcación de este último tomada hace 28 años.

Foto: Feijóo, durante un acto público en Logroño (EFE/Raquel Manzanares)

Si la remontada que supuestamente necesita la izquierda ha de pivotar sobre esa instantánea, Feijóo puede dormir a pierna suelta hasta el domingo. Los petardos, incluso los que sí llevan pólvora, solo explotan una vez.

Y esta fotografía ha venido utilizándose reiteradamente desde 2010, cuando El País la presentó en exclusiva, sin más efecto que el de consolidar las mayorías absolutas del candidato popular en Galicia y su trayectoria política ascendente. La penúltima vez que el PSOE echó mano de este recurso fue el pasado marzo, en pleno debate sobre la ley del solo sí es sí, cuando Pedro Sánchez recurrió en el Senado al comodín del narco en el intercambio de turnos con Feijóo. Ayer le tocó hacer lo mismo por encargo a Teresa Ribera, la vicepresidenta de Transición Ecológica. Y el día antes había sido Yolanda Díaz. Lo dicho, un petardo que no hace ruido. Solo creen escucharlo los que lo tiran.

Foto: Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, antes del cara a cara. (Atresmedia)

El esfuerzo de los partidos y de los medios por caldear los últimos días de campaña está cayendo en saco roto. Gana por goleada la indolencia. Estamos supuestamente en el tramo decisivo y esto ha cogido más bien el aire de los minutos de la basura de un partido de baloncesto.

Los esfuerzos del periodismo por chequear las afirmaciones de los candidatos —ayer en TVE Feijóo fue pillado en un renuncio con las pensiones y automáticamente toda la prensa de sensibilidad izquierdista avivó la llama del candidato mentiroso— son loables, sobre todo si se practican con todos los candidatos, pero no van a cambiar la historia de esta campaña.

Foto: Yolanda Díaz. (EFE/ Daniel González)

El pescado está vendido y en la piedra de mármol solo quedan los restos y la morralla. Mientras todo esto sucede, Feijóo ya se fotografía con vistas a la Moncloa y propone una colección de pactos de Estado. Unos en Boston y los otros en San Francisco. No ha habido en España una campaña tan desdibujada como esta.

Nos queda el debate a tres de mañana en TVE, con la ausencia de Alberto Núñez Feijóo, si no hay una rectificación de última hora de los estrategas populares, y poquita cosa más. Sánchez, Díaz y Abascal convertirán al gran ausente en el principal protagonista de la velada. ¿Favorece o perjudica al PP el plantón de su candidato? Abascal tendrá la oportunidad de defender la importancia del voto a Vox para atar corto al PP y obligarlo a practicar el frentismo del que Feijóo dice querer escapar. Y el dueto Sánchez-Díaz dispondrá de una última bala para llamar a la movilización de la izquierda. El presidente del Gobierno también intentará defender su frontera de voto con el PP, pero deberá al mismo tiempo tratar de impedir que la candidata de Sumar le coma la tostada por la izquierda. Veremos qué da de sí este último espectáculo televisivo. Pero lo que sí es seguro es que no habrá un antes y un después.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto en Alicante. (EFE/Morell)

El problema de esta campaña canicular, que es lo único que en puridad puede analizarse en este momento, es que toda España, incluyendo los supuestamente perdedores, vive desde hace días en un futuro en el que ya gobierna la derecha. En este imaginario, Feijóo ya está en la Moncloa y Pedro Sánchez está actualizando su CV en LinkedIn. Solo la letra pequeña despierta cierto interés, por desconocida: ¿el PP solo o en compañía?, ¿Bildu o el PNV a la cabeza del nacionalismo vasco?, ¿cuánto retrocederá el soberanismo catalán?, ¿cuál será el nivel de resistencia del PSOE?, ¿dónde pondrá el listón de partida el proyecto de Yolanda Díaz?

En lo que respecta a la gran pregunta —¿quién será presidente?—, estamos viviendo más un compás de espera que una campaña. Aunque después las cosas que vayan a suceder confirmen o no este escenario que se presenta como indiscutible. Es este manto de irreversibilidad de la victoria popular lo que ha matado la campaña y convierte cualquier petardo en insonoro, como los que se vendieron en Barcelona en vísperas de San Juan. Y así será presumiblemente hasta el domingo, cuando las urnas confirmen o desmientan lo que ya creemos adivinado.

La última verbena de San Juan sirvió para que debutara en el mercado un nuevo concepto de pirotecnia basada en el petardo insonoro. Sin vergüenza alguna, cada vez cuesta más tenerla, sus avispados promotores difundieron su propuesta con los parches semánticos que sirven para cualquier absurdidad: inclusividad, responsabilidad y sostenibilidad. La tontería es como el universo expandiéndose hacia el infinito. Pero lo cierto es que ya se puede comprar y pagar a precio de petardo aquello que no lo es, simplemente porque no hace ruido.

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