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Sánchez nos ha mentido con las autopistas y autovías
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Josep Martí Blanch

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Sánchez nos ha mentido con las autopistas y autovías

La indignación con el engaño va por barrios, pero no hay uno solo en el que no se cuenten bulos

Foto: El candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Juanjo Martín)
El candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Juanjo Martín)
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La portavoz económica de la Comisión Europea, Veerle Nuyts, dejó claro ayer que el Gobierno español se comprometió a establecer un peaje por el uso de las autovías y autopistas españolas en 2024, una de las condiciones, junto a otras, para recibir los fondos extraordinarios procedentes de las instituciones comunitarias.

Nada que no supiéramos. Y a pesar de que el gobierno diga ahora que está intentando renegociar este compromiso, lo cierto es que las afirmaciones de Veerle Nuyts confirman que Pedro Sánchez ha mentido durante la campaña, puesto que en el cara a cara con Alberto Núñez Feijóo negó que esto fuera cierto. Añadiríamos que como el resto de candidatos, solo que cada uno ha elegido su propio catálogo de embustes y medias verdades. Más o menos como siempre.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión

No hay nada de sorprendente en el hecho de que los candidatos se hayan recreado en algunas afirmaciones a sabiendas de su inexactitud o falsedad. Como tampoco hay nada novedoso en que la indignación vaya por barrios, de manera selectiva, y que a unos les moleste más un bulo en boca de un candidato que una trola en boca de otro. Hasta aquí todo resulta más o menos normal. Pero sí es novedosa la inocencia con la que con absoluto convencimiento se exclama que jamás se había visto nada igual. Será que hemos vivido muy poco o que tenemos muy poca memoria.

Es de recibo molestarse si a uno le mienten abiertamente y se da cuenta de ello. Es también loable el trabajo de desenmascarar al mentiroso y chequear sus afirmaciones si se trata de aseveraciones tajantes pronunciadas para ganar una batalla dialéctica en campaña electoral. Pero escandalizarse por una supuesta novedad de la mentira, como si una de las reglas fundacionales de la política hubiese empezado a aplicarse ahora, provoca ciertamente sonrojo.

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“Nunca se ha mentido tanto como en nuestros días, ni de manera tan desvergonzada, sistemática y constante”. El entrecomillado no es de ahora. Lo escribió Alexandre Koyré en el breve ensayo La función política de la mentira moderna, en 1943. Malos tiempos, muy malos. El texto lo subrayó Hannah Arendt para escribir a su vez Verdad y política en 1967. Podemos ir mucho más atrás. Platón ya cantaba las excelencias de la mentira política hace más de 2.400 años. Es verdad que exigía una presuposición de bondad en su uso, un noble objetivo para justificarla. Pero ¿quién es el guapo o guapa que, en política y particularmente en campaña electoral, no cree estar en posesión de ese noble ideal que todo lo justifica?

Más madera. En 1516, Nicolás Maquiavelo publicaba su best-seller sobre el ejercicio de la política. “Todos los hombres son unos bribones y faltarán a su palabra. Vos tampoco estáis obligado a mantener la vuestra”, una manera como otra de prescribir el uso de la mentira en política. El cardenal Mazarino, en su Breviario para políticos, sentencia que la política es el arte de la simulación y el disimulo. Del engaño, vaya. Y también en la otra parte del mundo, desde muy antiguo, se prescribían fórmulas similares. Tsun Tzu, en El arte de la guerra, regala a la eternidad la afirmación de que todo está basado en el engaño.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Juanjo Martín) Opinión

Cierto que ha habido prescripciones en sentido contrario. Federico II de Prusia, el rey filósofo, intentó en 1740 combatir el maquiavelismo, que había hecho fortuna como santo y seña del éxito en política. Ayudado por su amigo Voltaire, publicó el Antimaquiavelo. Ahí leemos: “Se me antoja una pésima política actuar como bribones y embaucar a la gente; solo podrán engañar una vez, pues luego perderán la confianza”. Bonita frase. Pero ni él mismo se hizo caso. Consejos vendo que para mí no tengo. Por resumir: nuevo, nuevo, el embuste no resulta. Lo que no quita que, toda vez que lo descubrimos, no merezca nuestra reprobación y el señalamiento de quien lo pronuncia.

Quizás el problema de la mentira política​ radique en nuestra poca o nula predisposición a escuchar la verdad que no nos conviene

¿Cuánta verdad necesita un hombre? es el título de un libro de Rüdiger Safranski que bucea desde un planteamiento filosófico en la verdad y existencia del conocimiento. Pues bien, la política, poco dada a filosofar en el terreno de lo abstracto, hace tiempo que obtuvo la respuesta a esa pregunta. ¿Cuánta verdad necesitamos? Entre poca y ninguna en la mayoría de las ocasiones. Salvo que esta resulte coincidente con nuestros deseos, credos y convicciones. Quizás el problema de la mentira política radique en nuestra poca o nula predisposición a escuchar la verdad que no nos conviene o el matiz que nos obliga a realizar el esfuerzo de pensar.

En una de sus letrillas satíricas más conocidas, Quevedo apuntaba: “Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca…”. La verdad política tiene el mismo sabor y por eso mismo son muy pocos los que quieren escucharla. De ahí que por la experiencia en el oficio, los versos suenen un poco rectificados en boca de un político: “Pues amarga la verdad, me la trago y santas pascuas”. Dicho lo cual, Sánchez nos ha mentido con las autopistas.

La portavoz económica de la Comisión Europea, Veerle Nuyts, dejó claro ayer que el Gobierno español se comprometió a establecer un peaje por el uso de las autovías y autopistas españolas en 2024, una de las condiciones, junto a otras, para recibir los fondos extraordinarios procedentes de las instituciones comunitarias.

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