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Aníbal-Puigdemont ensilla el elefante con el que cruzar los Pirineos
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Josep Martí Blanch

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Aníbal-Puigdemont ensilla el elefante con el que cruzar los Pirineos

El nacionalismo catalán —hoy soberanismo— saca el peor resultado desde 1982. Pero paradójicamente la llave del gobierno de España está en Waterloo

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en el mitin central de JxCAT en Amer. (EFE/David Borrat)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en el mitin central de JxCAT en Amer. (EFE/David Borrat)
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El gran elefante de la política española sigue siendo Cataluña. Y los resultados del domingo han aupado de nuevo a la grupa del paquidermo a Carles Puigdemont. Si el cartaginés Aníbal cruzó los Alpes aupado al lomo de tan extravagante compañía, el expresidente de la Generalitat deberá decidir en los próximos meses si se anima por su parte a cruzar los Pirineos, aunque de momento sea solo simbólicamente, para propiciar la reelección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Así de diabólicas son las carambolas que se producen en el billar de la política

Los peores resultados del nacionalismo catalán —ahora soberanismo— desde el año 1982 (42,7% del voto en 2019, 28,1% el domingo) son paradójicamente los que más peso le otorgan a la hora de evitar una situación de bloqueo de la gobernabilidad de España que desemboque en nuevas elecciones. Descontado el apoyo de ERC a Pedro Sánchez, y a sabiendas de que Bildu no apostará tampoco por la repetición electoral, todo depende de cómo decida Aníbal-Puigdemont conducirse con las bridas de su elefante.

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La factura que Carles Puigdemont anunciaba en campaña para hacer presidente a Pedro Sánchez es inasumible para el PSOE. Amnistía y autodeterminación (referéndum) se antojan píldoras demasiado amargas incluso para un sanchismo vitaminado por los resultados del domingo. Con todo, en política no hay nada imposible. Ayer, el secretario general de Junts, Jordi Turull, afirmaba que ahora mismo no veía la investidura de Pedro Sánchez por ningún lado. Marcamos la cursiva del ahora mismo porque el tiempo es siempre el ingrediente clave de la política. Y lo que hoy no es, quizá sí sea mañana. La fruta ha de madurar siempre en el árbol. Y por el camino salvar dificultades añadidas, como por ejemplo que ayer mismo la Fiscalía pidiese al juez Llarena que reactivase la orden de busca y captura del expresidente de la Generalitat o que Clara Ponsatí forzara su detención en Barcelona. No va a ser fácil resolver este rompecabezas.

Puigdemont, que es quien acabará decidiendo las condiciones de negociación y el resultado de esta por parte de Junts, tiene España en sus manos. Eso, siempre que demos por hecho que Pedro Sánchez quiera apurar sus posibilidades de reelección negociando con el expresidente catalán instalado en Waterloo y no conformarse con un bloqueo que nos conduzca nuevamente a las urnas en segunda vuelta. Abonado a lo imposible, lo normal es pensar que Sánchez seguirá militando en la lógica yanqui de que si la vida te da limones, toca hacer limonada. O sea, que si Junts forma parte de la ecuación, pues habrá que probar fortuna con ellos.

Lo cierto es que el expresidente de la Generalitat no puede conformarse con el precio que ya han fijado los republicanos de Oriol Junqueras y que no representa un problema para los socialistas. No al menos hoy. La propuesta de ERC a Sánchez para falcarle como presidente (nueva financiación, traspaso de cercanías, blindaje del catalán y mantenimiento de la mesa de negociación Gobierno-Generalitat) ha sido reiteradamente ridiculizada por Junts. Así que para torcer la voluntad de Carles Puigdemont debiera añadirse algo más a la balanza. Pero la verdad es que no hay mucho más que pueda ser aceptado por el PSOE, que es de suponer que se mantendrá firme en la negativa al referéndum de autodeterminación. Nuevas formas de indulto sí podrían formar parte de un pacto secreto con Junts, como ocurrió en 2019 en la negociación con ERC, en la que los indultos no aparecían como condicionante del pacto de investidura. Esta es la cesión más fácil para Pedro Sánchez, puesto que ya la ha puesto en práctica una vez.

Junts ha actuado con habilidad una vez conocidos los resultados y después de tomar conciencia del papel clave que está en condiciones de jugar. Lo primero que ha hecho es fijar como prioridad que las negociaciones empiecen con ERC, para acordar una estrategia de negociación común del independentismo con Pedro Sánchez. Gabriel Rufián, por orden de Oriol Junqueras, también había pedido lo mismo la noche del escrutinio.

Esta negociación entre independentistas para concretar el precio de la nueva investidura podría encarecer el de ERC por presión de Junts y al mismo tiempo abaratar el de estos últimos. O simplemente marcar de nuevo las diferencias entre unos republicanos proclives a investir a Sánchez con cierta facilidad y unos puigdemontistas firmes en el maximalismo del bloqueo. Demasiado pronto para hacer afirmaciones y aventurarse con hipótesis.

Si hay algo que juega a favor de Pedro Sánchez es el mapa electoral catalán de este 23-J. El PSOE, primera fuerza en Cataluña con 19 escaños (+7) y Sumar, segunda con siete diputados, han barrido al independentismo. Cataluña entera se ha pintado de color rojo y los resultados del soberanismo —disimulados por la llave de la gobernabilidad de España, en manos de republicanos y puigdemontistas— han sido un descalabro. La CUP ha desaparecido del mapa e incluso el PP (seis diputados, +4) ha superado en votos absolutos tanto a ERC como a Junts (siete diputados cada uno), aunque esa superioridad no se haya trasladado a la numérica de los escaños.

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Una repetición electoral es una incógnita en Cataluña. Pero Puigdemont no está en condiciones de asegurarse que unos nuevos comicios no significaran un estropicio todavía mayor para el independentismo. Este elemento juega con claridad a favor de las aspiraciones de Pedro Sánchez. A eso habría que sumar que en las filas de Junts no va a haber unanimidad en torno a lo que hay que hacer si el candidato socialista a la reelección no abre la puerta de la amnistía y la autodeterminación. Volverán a aflorar las discrepancias entre los más pragmáticos y los más irredentos. Pero ni una cosa —incertidumbre ante unas nuevas elecciones— ni la otra —divergencias internas— van a ser un grave problema para Carles Puigdemont que, con un simple levantar o dejar caer el pulgar, decidirá lo que buenamente considere.

Se abre el compás de espera. Lo que deba cocerse en un sentido u otro va a requerir su tiempo de cocción. Pero la paradoja es sencillamente fenomenal: en el momento de mayor debilidad jurídica de Carles Puigdemont, tras la última sentencia del TGUE, la aritmética parlamentaria ha puesto en sus manos la gobernabilidad de España, coincidiendo además con las elecciones en las que más se han desinflado los partidos de obediencia catalana desde 1982. Así es la política.

Por lo demás, Puigdemont al margen, hay que remarcar que el PSOE ha sacado el premio gordo en Cataluña. Es esta comunidad la que ha hecho de stopper a un Gobierno PP-Vox que se daba ya por hecho. Sánchez arriesgó con los indultos y la reforma del Código Penal. Pero lo que pudo perder en el conjunto de España por estas decisiones lo ha compensado con votos y diputados en Cataluña.

De hecho, si hoy estamos hablando, discutiendo y escribiendo sobre estas cuestiones en particular, es, precisamente, por la operación salvar al soldado Sánchez que ha llevado a cabo la mayoría del electorado catalán. La amenaza de Abascal pocos días antes de las elecciones, anunciando mayor tensión en Cataluña en 2024 que en 2017 si PP y Vox gobernaban conjuntamente, ayuda a entender buena parte de lo sucedido.

El gran elefante de la política española sigue siendo Cataluña. Y los resultados del domingo han aupado de nuevo a la grupa del paquidermo a Carles Puigdemont. Si el cartaginés Aníbal cruzó los Alpes aupado al lomo de tan extravagante compañía, el expresidente de la Generalitat deberá decidir en los próximos meses si se anima por su parte a cruzar los Pirineos, aunque de momento sea solo simbólicamente, para propiciar la reelección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Así de diabólicas son las carambolas que se producen en el billar de la política

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