Es noticia
El PP, en su atolladero particular: del Gobierno ilegítimo al Gobierno indigno
  1. España
  2. Pesca de arrastre
Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

Por

El PP, en su atolladero particular: del Gobierno ilegítimo al Gobierno indigno

Vamos a la repetición del escenario de la legislatura pasada. Bloques y bronca. Si haces lo mismo, lo más normal es que acabes por obtener los mismos resultados

Foto: La secretaria general del PP, Cuca Gamarra. (EFE/Javier Lizón)
La secretaria general del PP, Cuca Gamarra. (EFE/Javier Lizón)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Alberto Núñez Feijóo, diga lo que diga Cuca Gamarra, no será el primer vencedor de las elecciones que renuncia al cargo por no querer pagar el precio que exigen los nacionalistas para cederle sus votos. El cantado fracaso de su investidura tiene menos épica porque bebe del realismo más ordinario.

Feijóo no será presidente, de momento, porque se quedó frenado en los 137 diputados en las elecciones y para llegar a los 176 que marca la mayoría absoluta de la Cámara no le basta con los 33 de Vox. Y no hay más parejas que sacar a la pista.

Con el pesado llavero de la ultraderecha en el bolsillo, al gallego no le da la cintura para practicar ningún otro baile que resulte mínimamente seductor para el resto del arco parlamentario. Así que Feijóo no renuncia a nada. Simplemente no le alcanza. Ganar las elecciones es un mérito insuficiente en una democracia como la nuestra, en la que al presidente lo elige el Congreso. Lo que Feijóo podría pagar a los nacionalistas, sin duda mucho menos que el PSOE, supondría que Vox se bajaría del carro. Así que no hay tal renuncia. Solamente la constatación de algo que ya sabíamos imposible.

Hemos vivido unas semanas un tanto erráticas en lo que atañe a la estrategia popular. Nada más recibir el encargo del Rey, a Feijóo se le sellaron todas las puertas en abrir y cerrar de ojos. La posibilidad de seducir al PNV duró como teórico escenario menos que los donuts de antaño. Y el hipotético hilo de negociación con Junts, que desde la dirección popular se reconoció era impracticable desde el minuto uno con Puigdemont de interlocutor y los pragmáticos de ese partido esperando tiempos mejores. La realidad es solo una: con Vox en la ecuación, el PP pasa a ser radioactivo para los nacionalistas vascos, al menos con unas elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina, y para el soberanismo catalán de acento conservador. No había partido desde el principio.

La lectura más común es que la manifestación del domingo abriga a Feijóo y refuerza su liderazgo. Mucha gente en Madrid contra la amnistía y levantando la voz contra los pactos que está tejiendo Pedro Sánchez por lo bajini.

Y sí, 60.000 manifestantes según el PP, 40.000 según la delegación del Gobierno en la capital, son muchísima gente. Pero tengamos en cuenta que hace 15 días, con motivo de la Diada, hubo en Barcelona 115.000 personas en la calle y la lectura común, también en este blog, fue que el independentismo está en horas bajas.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), conversa con el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán (d), a su llegada al Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Así que cuidado con las cifras y con embriagarse con los tiros de cámara favorables. Que después siempre viene el tío Paco con las rebajas. El PP ya se emborrachó antes de las elecciones y todavía le dura la resaca. Por mucha gente que haya en la calle, siempre hay más en casa. Sirve para todo tipo de manifestaciones a la hora de tomárselas como termómetro más allá de la propaganda que siempre acompaña las concentraciones en el espacio público.

Feijóo ha tenido hoy la oportunidad de explayarse con el tipo de Gobierno que a él le gustaría. Fijar el modelo de oposición que desea practicar, a sabiendas de que, si bien es cierto que la sociedad española no votó una amnistía, tampoco optó por la derogación del sanchismo y sus alianzas, que es lo que él había prometido en campaña.

Foto: Alberto Núñez Feijóo tras su discurso del debate de investidura en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Juan Medina)

Intentar taponar a la ultraderecha y crecer por el centro es como querer soplar y sorber al mismo tiempo. Así que, como apuntaba ayer el director de El Confidencial, Nacho Cardero, al PP le toca decidir cuál es su apuesta. Y los dos caminos —simplificando— que puede tomar son arriesgados.

Fiarlo todo a dar por cierto que Vox ya va de bajada y que más pronto que tarde el paraguas popular volverá a cubrir el espectro que va desde el votante reaccionario hasta el liberal izquierdista se antoja un poco fantasioso, más teniendo en cuenta que la ultraderecha forma parte del signo de los tiempos en toda Europa.

Foto: El presidente de Andalucía, Juanma Moreno, en la grada de invitados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Y decantarse por una derecha de formas más suaves, aunque firme en sus convicciones, más acorde con el carácter de Feijóo, también tiene sus incógnitas. La primera de ellas: descubrir si el líder popular tiene suficiente fuerza y capital acumulado en su partido para poder hacerlo, caso de quererlo.

Que la previa del debate de investidura de hoy haya venido aderezada con la sal gorda de afirmar por pasiva que un futuro Gobierno de Sánchez será indigno y apelaciones a la conciencia de los diputados de otros grupos para que varíen su voto, como si estuviésemos a punto de vivir un golpe de Estado, indica mayormente que vamos a la repetición del escenario de la legislatura pasada. Bloques y bronca. Solo que si haces lo mismo, lo más normal es que acabes por obtener los mismos resultados.

Alberto Núñez Feijóo, diga lo que diga Cuca Gamarra, no será el primer vencedor de las elecciones que renuncia al cargo por no querer pagar el precio que exigen los nacionalistas para cederle sus votos. El cantado fracaso de su investidura tiene menos épica porque bebe del realismo más ordinario.

Alberto Núñez Feijóo Partido Popular (PP)
El redactor recomienda