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¿Es la amnistía para Puigdemont lo que la kryptonita era para Superman?
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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¿Es la amnistía para Puigdemont lo que la kryptonita era para Superman?

Si inviste a Sánchez, el año que viene a quien van a silbar en el séptimo aniversario del 1-O es a él

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)
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Sexto aniversario del 1-0. La fiesta de cumpleaños es cada vez menos concurrida. Y eso a pesar de que los sacristanes del soberanismo mantienen la fecha en lugar destacadísimo del calendario litúrgico del independentismo.

Más allá de la modesta cifra de asistentes, 5.000 según la guardia urbana (11.000 el año pasado según la misma fuente), lo único que podía tener cierto interés fuera de la cámara de eco del soberanismo es lo que pudiera decir Carles Puigdemont en su discurso. Va acercándose la hora de la verdad y es el momento de empezar a reducir velocidad, bajar altura y desplegar el tren de aterrizaje. Siempre que lo que se pretenda es hacer realidad la investidura de Pedro Sánchez en tiempo y forma.

Foto: Manifestación por el sexto aniversario del referéndum del 1 de octubre. (EFE/Enric Fontcuberta)

Consciente de que cada palabra suya tiene ahora un recorrido político mucho mayor que antes del 23-J, Puigdemont midió más su discurso en el aquelarre de este año. Eso sí, se erigió en guardián del espíritu del 1-0, aplausos, y cantó las alabanzas del fake referéndum como acto fundacional de la “república independiente”. E insistió otra vez en que su partido no va a sucumbir a ninguna presión para desdecirse, renunciar o arrepentirse de lo que él hizo hace seis años. Es más, reiteró que la fórmula del 1-0 es la ganadora, existe y solo hay que decidirse a aplicarla.

Es fácil advertir que de momento no hay voluntad de enmienda por parte de Carles Puigdemont y que al PSOE va a costarle obtener lo que sí consiguió de Oriol Junqueras en 2020, cuando se negociaron con gran reserva los indultos que se aprobaron posteriormente. Al líder de ERC el PSOE le pidió, y él aceptó, una renuncia a la unilateralidad y meritar a la baja el valor político del 1-O.

De momento, no es el caso de Puigdemont, que sigue con un discurso pétreo respecto a los hechos que él protagonizó: todo fue estupendo y, por tanto, no hay motivo alguno para ningún tipo de renuncia o reconocimiento de culpa. Junts no será nunca el partido del no volveremos a hacerlo, dijo para quien quisiera escucharlo.

No pronunció ni una sola palabra sobre la amnistía o un futuro referéndum pactado con el PSOE. Como concesión al optimismo de quienes desde diferentes posiciones beben los vientos por un acuerdo PSOE-Junts, el expresidente de la Generalitat tuvo a bien añadir que hay que explorar el camino de la negociación con más “empatía”.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante un acto del PSOE en la Rinconada (Sevilla) el pasado sábado. (EFE/Julio Muñoz)

Quien sí se ha apresado a matizar lo que ha de entenderse por “referéndum” es Marta Rovira, la secretaria general de ERC. Ayer verbalizó en Catalunya Ràdio que para su partido lo importante es abordar la cuestión de la autodeterminación de alguna forma. Pero no están pidiendo a Sánchez, según Rovira, nada que este no hubiera aceptado ya hace tres años. Se exige, según la republicana con domicilio en Suiza, un calco de lo ya conseguido por su partido cuando negoció la primera investidura del presidente en funciones: el reconocimiento de la existencia de un problema político que ha de abordarse a fondo y cuyo final ha de ser una votación que, de alguna manera, permita a los partidos soberanistas decir que han cumplido con la exigencia de sus votantes.

Es decir, referéndum sí, pero menos y vaya usted a saber la fórmula y sobre qué exactamente. A los republicanos les ha hecho efecto el golpecito en la mesa del PSOE y del PSC, el más explícito Salvador Illa, advirtiendo que la autodeterminación no es negociable y que no pasa nada si hay que ir a elecciones de nuevo.

Por mucho que ERC quiera subirse a la parra de Puigdemont, sus votos siempre van a salirle más baratos a Pedro Sánchez que los de Junts. No en balde los de Oriol Junqueras se pasaron la campaña explicando que era imprescindible frenar a Vox y al PP mientras que el expresidente de la Generalitat prometía el bloqueo institucional de España.

Así que la última palabra, por muy efectista que intente ser el mover los brazos y piernas de ERC para recordarnos que está ahí, la tienen Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. Y los dos tienen incentivos más que suficientes para apostar por la entente. Del mismo modo que ambos saben también a estas alturas que la negociación tiene para las dos partes unos límites que difícilmente podrán traspasarse.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la misión de España ante la ONU. (EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

Si el PSOE se mantiene firme en la negativa de negociar sobre la base semántica de la “autodeterminación”, y exige además algún tipo de pronunciamiento del expresidente de la Generalitat renunciando explícitamente a la unilateralidad, Puigdemont tiene un problema. Se le acorta la pista de aterrizaje. Y aún vuela muy alto y rápido para detener la aeronave en pocos metros.

En cambio, si el mandamás de Junts sigue en sus trece martilleando con su discurso sobre las bondades del 1-0 y la declaración de independencia que vino después, condicionando además la investidura a que de un modo u otro se aborde la cuestión de la “autodeterminación” sin eufemismos, el problema lo tiene el PSOE. Elección de palabras, sí, pero es que la política se nutre de ellas.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en el Congreso. (Reuters/Susana Vera)

El acuerdo es más que posible sobre la base de una amnistía que ya veremos cómo se concreta y aplica; y una patada hacia adelante en la solución política al encaje territorial que plantea el independentismo. Lo que se antoja difícil es explicarlo a tus parroquianos más fieles pagando la menor factura por tu incoherencia. Esa es la partida que queda por jugar.

"¿Podré contarlo sin que me llamen traidor?", se pregunta Puigdemont, sabedor de que no habrá referéndum de independencia. Y la respuesta es no. No podrá. Si inviste a Sánchez, el año que viene a quien van a silbar en el séptimo aniversario del 1-O es a él. Es más, puede que su regreso a España, caso de concretarse, tenga el mismo efecto que la kryptonita tenía en Supermán. No durante los fastos soberanistas de celebración por la vuelta a casa, pero sí una vez quede al descubierto que a la amnistía no le sigue referéndum alguno. Será, en este preciso punto, que los líderes del proceso habrán llegado al final del camino circular que emprendieron. Una década para acabar en el punto de partida. Y vuelta a empezar, que no ha sido nada.

Sexto aniversario del 1-0. La fiesta de cumpleaños es cada vez menos concurrida. Y eso a pesar de que los sacristanes del soberanismo mantienen la fecha en lugar destacadísimo del calendario litúrgico del independentismo.

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