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Puigdemont ya está amnistiado. Su situación jurídica ya es lo de menos
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Josep Martí Blanch

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Puigdemont ya está amnistiado. Su situación jurídica ya es lo de menos

La imagen de ayer es un decirle alto y claro al expresidente de la Generalitat: Puigdemont, eres de los nuestros y te queremos a nuestro lado

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)
El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)
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Puigdemont ya está políticamente amnistiado. La foto del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, departiendo amigablemente en los despachos del Parlamento Europeo con el expresidente de la Generalitat, es el documento gráfico que certifica su plena rehabilitación como actor político de pleno derecho, con independencia de cuál sea su situación jurídica. El cristal lo rompió Yolanda Díaz. La siguió Andoni Ortuzar. Pero seguía faltando la absolución principal, la del PSOE. Las cosas son más ciertas cuando se ven. Sabíamos de las negociaciones. Pero la imagen de ayer es un decirle alto y claro al expresidente de la Generalitat: Puigdemont, eres de los nuestros y te queremos a nuestro lado.

La amnistía de palabra la firmó Pedro Sánchez el sábado, en su acérrima defensa de la medida en el comité federal de su partido. La foto con Pedro Sánchez, la que de verdad le hubiese gustado a Carles Puigdemont, tendrá que esperar. Pero es solo cuestión de tiempo que la veamos.

El encuentro oficializado ayer señala más cosas. La más importante, salvo que PSOE y Junts hayan tirado a la basura el manual del negociador —que no parece—, que el acuerdo entre ambos es ya inminente. ¡Alegría! No por el acuerdo en sí. Sino porque por fin estamos a un paso de dejar a un lado los ejercicios de adivinación y propaganda para poder centrarnos en los hechos cuando sea que por fin se decidan a explicarlos.

Para los amantes de las segundas y terceras derivadas, anotar que el abrazo formal entre el PSOE y Carles Puigdemont se ha producido horas antes de que la princesa Leonor jure la Constitución en el Congreso. Hoy martes, por la tarde, se reunirá la permanente de Junts. Deberemos estar atentos por si se produce una posible contraprogramación desde la sede de este partido al ceremonial previsto en las Cortes con motivo de la mayoría de edad de la princesa Leonor.

En teoría no debería ser así, puesto que del contenido de la reunión de ayer entre socialistas y junteros no se desprendía que el acuerdo deba precipitarse todavía en las próximas horas. Pero tampoco la reunión Santos Cerdán-Carles Puigdemont se contemplaba para ayer lunes, sino para finales de semana. Estamos en fase de aceleración. Se acabó la ducha escocesa. Vamos que nos vamos.

Al margen de los detalles prácticos que todavía queden por negociar, el examen a Pedro Sánchez y a Carles Puigdemont incluye una última prueba complicada: la explicación del acuerdo y en especial de las cesiones de cada uno.

Foto: Pedro Sánchez, entre Santos Cerdán y María Jesús Montero. (Europa Press/Jesús Hellín)

En eso lleva ventaja Sánchez, que ya ha asumido el riesgo de traicionar su palabra y llevar su partido hasta donde resultaba inimaginable hace poco. Nos queda por ver cómo el irreductible Puigdemont aterriza el acuerdo, sabiendo que deberá lidiar con la contradicción de haber prometido el bloqueo de las instituciones cuando finalmente habrá accedido a la investidura de Sánchez a cambio de una amnistía de la cual él será el beneficiado más notorio.

Presumiblemente, asistiremos a una escenificación por parte del líder de Junts sobre la conveniencia e inevitabilidad de un último ejercicio de confianza por parte de su partido en correspondencia a los esfuerzos realizados por el PSOE desde que se conoció el resultado de las elecciones.

Todo ello convenientemente aliñado con la insistencia de que no se trata de un cheque en blanco a Sánchez, sino de un apoyo condicionado a que durante la legislatura se alcancen hitos referidos a los compromisos adquiridos. Compromisos que, caso de no cumplirse, supondrían la retirada del apoyo parlamentario de los junteros a los socialistas.

Foto: Carles Puigdemont, en una comparecencia en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)

Las contradicciones de Puigdemont, por mucha gente que en Cataluña esté ayudándole a aterrizar, serán múltiples. Afectarán también a los acuerdos que se alcancen referidos a las carpetas de gestión. No en vano, el expresidente catalán lleva años menospreciando cualquier elemento político vinculado a la gestión autonomista. Sin un caramelo referido a la autodeterminación, Junts dejará de ser después del pacto con el PSOE el paraguas en el que pueda refugiarse el independentismo más irredento.

El precio de la investidura es la amnistía, que deberá sortear dificultades más que serias para llegar a buen puerto. Pero lo cierto es que, una vez investido, Sánchez siempre podrá recurrir, como ya hizo con la mesa de negociación pactada con ERC en su día, al refrán catalán que reza “afarta’m i diga’m moro” (lléname el estómago y llámame moro). La bola de partido era repetir como presidente. El resto es un asunto del mañana.

Quien anda totalmente descolocada sin encontrar su sitio en el tablero es ERC. Ayer por la mañana, los de Junqueras se desgañitaron alertando de cuán lejos está el acuerdo para revalidar su confianza en Pedro Sánchez. Solo que sus advertencias pasan con más pena que gloria en todos los mentideros. Nadie contempla la posibilidad de que su apoyo al PSOE pueda verse comprometido. De ahí que los avisos republicanos sobre su no a Sánchez en el caso de que no ceda en financiación autonómica o el traspaso de Cercanías no resulten creíbles. Ni siquiera el altavoz del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, les resulta suficiente a los republicanos para ganar un mínimo espacio narrativo.

Ha bastado la foto de Santos Cerdán con Carles Puigdemont para que se dé por hecho que Sánchez seguirá siendo presidente, con independencia de lo que diga ERC. Y aun así, esta competencia insana entre republicanos y junteros va a traerle más de un quebradero de cabeza al PSOE. Será, ahora que sabemos que va a haberlo, algo más que un dolor de cabeza permanente para el futuro Gobierno.

Puigdemont ya está políticamente amnistiado. La foto del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, departiendo amigablemente en los despachos del Parlamento Europeo con el expresidente de la Generalitat, es el documento gráfico que certifica su plena rehabilitación como actor político de pleno derecho, con independencia de cuál sea su situación jurídica. El cristal lo rompió Yolanda Díaz. La siguió Andoni Ortuzar. Pero seguía faltando la absolución principal, la del PSOE. Las cosas son más ciertas cuando se ven. Sabíamos de las negociaciones. Pero la imagen de ayer es un decirle alto y claro al expresidente de la Generalitat: Puigdemont, eres de los nuestros y te queremos a nuestro lado.

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