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A Sánchez le crece la nariz en los minutos de la basura
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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A Sánchez le crece la nariz en los minutos de la basura

El presidente todavía no ha sabido encontrar argumentos sólidos y convincentes para explicar que las reuniones deban ser en el extranjero, y menos todavía para que deban contar con un verificador

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Raúl Terrel)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Raúl Terrel)
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Pedro Sánchez se aproximó ayer en su entrevista matinal en TVE un poquito más a la verdad en algunas cuestiones. Por ejemplo, reconoció abiertamente que la amnistía debe su existencia única y exclusivamente al escrutinio de la noche del 23-J, cuando con los resultados ya inamovibles quedó claro que no le quedaba otra que el trágala si lo que se pretendía era seguir gobernando.

Después vino el relleno y los discursos sobre la convivencia y reencuentro de los catalanes. Pero si hay que rescatar algo de la entrevista es eso, la explicación sincera de que todas las virtudes de la amnistía las descubrió y construyó Sánchez buscando debajo de las piedras después de decidirse por su aceptación, no antes.

Si hasta ahora lo que le habíamos oído al presidente era que una decisión de tal calibre obedecía a la obligación de “hacer de la necesidad virtud”, ahora va un poquito más allá para situarla en el ámbito de elección entre lo malo y lo peor. Lo malo era la amnistía y lo peor, un Gobierno del PP y Vox.

El argumentario presidencial pivota sobre esa realidad: no era lo que queríamos, pero no quedaba otro remedio. Sánchez avaló de nuevo la política de bloques: era la derecha más la ultraderecha o las fuerzas de progreso que yo represento. Los entrevistadores olvidaron comentarle que también cabía la posibilidad de una entente entre socialistas y populares. Pero no cabe catalogarlo como fallo, puesto que la ciencia ficción no es un género periodístico.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/Ronald Wittek)

Sánchez sabe aprovechar al máximo la gatera que le brinda ese argumentario para escapar de las cuestiones más de fondo que plantea la amnistía. Esta era un jarabe amargo en forma de rectificación, se le adivina al presidente. Pero evita, continúa Sánchez, el riesgo de que España sucumba al embrujo de los Milei, Wilders, Meloni y tantos otros representantes de la derecha alternativa, ultraderecha o libertarismo.

Ayer mismo, el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Antonio Tajani, le dio cumplida respuesta preguntándole si en España se respeta el estado de derecho. Los argumentos de Sánchez, pensados últimamente para fortalecer su liderazgo en el frente interior a base de insultar a otros gobiernos, son de obligada réplica para los aludidos. También ayer, a rebufo de la entrevista, Israel retiró temporalmente a su embajadora en España por la insistencia del presidente Sánchez en sus dudas sobre el cumplimiento del derecho internacional por parte de Israel.

Foto: Los eurodiputados Carles Puigdemont y Toni Comín, en Estrasburgo. (EFE/EPA/Ronald Wittek)

A dos días de la reunión en Suiza del PSOE con Junts, Pedro Sánchez se abonó al secretismo, ahora llamado discreción. El presidente todavía no ha sabido encontrar argumentos sólidos y convincentes para explicar que las reuniones deban ser en el extranjero, y menos todavía para que deban contar con un verificador, relator, mediador o como deba llamarse esa figura que se sentará entre socialistas y junteros.

Las respuestas de Sánchez a las preguntas referidas a esta cuestión tienen la solidez y credibilidad de un azucarillo debajo de un grifo de agua. Se intuye que ahora mismo se trata principalmente de ganar tiempo al tiempo sin más ruido del innecesario. Algo que siguen necesitando tanto el PSOE como Junts. Pero resulta preocupante tanta opacidad sobre algo que afecta directamente a la gobernabilidad de España. La imagen es la de un país en proceso de descolonización, saliendo de una guerra civil o negociando el final del terrorismo, los escenarios en los que es más común celebrar las reuniones en secreto, con testigos y más allá de las propias fronteras. Cuando Sánchez acusa al PP de llevar sus fracasos a Europa y colaborar de este modo con la internacionalización de los problemas de España, debe mirarse antes ante su propio espejo.

Sobre el lawfare, Sánchez se envalentonó con lo fácil, pero se acobardó con lo difícil. Dijo abiertamente que en España se han instrumentalizado instituciones como la policía para perseguir adversarios políticos o alterar pruebas en casos judiciales. Pero se limitó en el capítulo de ejemplos al caso Kitchen, para poner el dedo en el ojo de los populares. En cambio, tuvo mucho cuidado en no pasar de la policía a los jueces con sus respuestas. Y tampoco se refirió a ningún caso de los que utilizan los independentistas para acusar a España de practicar lawfare. Cauteloso anduvo también con la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), asegurando que no alterará las mayorías exigidas para tal fin. Hiló fino Sánchez en este capítulo para no estropear todavía más su relación y la de su partido con el mundo de las togas. Pero mientras estaba siendo entrevistado, el CGPJ negaba por primera vez su aval al nombramiento de un fiscal general del Estado propuesto por el Gobierno. Como el plácet no es vinculante, el Ejecutivo no ve alterados sus planes con la candidatura de Álvaro García Ortiz. A las guerras, una vez iniciadas, cuesta ponerles fin.

Foto: Carles Puigdemont, 'expresident' de la Generalitat y líder de Junts per Catalunya. (Reuters/Yves Herman)

El capítulo de mentiras explícitas llegó en la parte final de la entrevista. El compromiso de tender la mano al PP para alcanzar un diálogo provechoso y fructífero a partir de ahora o la confesión de un gran respeto y cariño por Irene Montero. Ahí fue justo donde se advirtió que la nariz del presidente empezaba a crecer. Por suerte para él, eran ya los minutos finales, los de la basura.

Pedro Sánchez se aproximó ayer en su entrevista matinal en TVE un poquito más a la verdad en algunas cuestiones. Por ejemplo, reconoció abiertamente que la amnistía debe su existencia única y exclusivamente al escrutinio de la noche del 23-J, cuando con los resultados ya inamovibles quedó claro que no le quedaba otra que el trágala si lo que se pretendía era seguir gobernando.

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