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La paradoja de la debilidad en la alcaldía de Barcelona
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Josep Martí Blanch

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La paradoja de la debilidad en la alcaldía de Barcelona

Un mandatario municipal con solo 10 concejales sobre un total de 41, incapaz de aprobar las cuentas de la ciudad y caminando por el alambre de la reprobación, no es precisamente la imagen de un Hércules político

Foto: El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. (Europa Press/Alberto Paredes)
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. (Europa Press/Alberto Paredes)
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Jaume Collboni fue elegido alcalde de Barcelona el 16 de junio de 2023. Han pasado más de seis meses. Y en este periodo no han podido aprobarse las cuentas de la capital catalana para 2024 y Collboni ha sufrido un intento de reprobación por parte de los comunes de Ada Colau. Una reprobación que quedó en nada ante la imposibilidad de la exalcaldesa de reunir apoyos suficientes para su iniciativa. Hasta aquí, la imagen es de debilidad sin matices ni peros. Un mandatario municipal con solo 10 concejales sobre un total de 41, incapaz de aprobar las cuentas de la ciudad y caminando por el alambre de la reprobación no es precisamente la imagen de un Hércules político.

Y, sin embargo, esa debilidad real y tangible encierra en sí misma una gran paradoja. Porque Jaume Collboni ha conseguido en medio año desinflamar el ambiente político de la ciudad —polarizado al extremo bajo los mandatos de Colau— y consolidar el PSC, según datos del Barómetro Municipal de Barcelona (sin cocinar), como la fuerza preferida de los barceloneses en intención directa de voto con un 13,5%, situación que los socialistas no vivían desde el año 2009. Los barceloneses también aprueban al propio Collboni con una puntuación, en este mismo trabajo de campo, de 5,1. Un suficiente raspado, pero que no puede menospreciarse teniendo en cuenta que Ada Colau suspendía recurrentemente desde 2019.

Pero la paradoja de la debilidad tiene más miga. Y es que, aun sabiendo que con 10 concejales sobre 41 no puede gobernarse una ciudad como Barcelona durante cuatro años, la estrategia de Collboni de hacerse la estatua y dilatar en el tiempo un pacto de legislatura con otras fuerzas políticas ha acabado abaratando el precio que deberá pagar en forma de cesiones para alcanzar un acuerdo.

Collboni ha conseguido que el escenario acabe siendo el más favorable para sus intereses y los de su partido. Puede escoger con quién se casa. Porque los pretendientes se le amontonan en la puerta de su despacho para ser los elegidos. Mientras tanto, el alcalde deshoja su margarita particular. La paradoja de la debilidad.

Foto: El socialista Jaume Collboni, con el bastón de mando tras ser elegido este sábado nuevo alcalde de Barcelona. (EFE/Quique García) Opinión
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La versión oficial de los socialistas es que continúan las conversaciones con todas las siglas y que se tomará una decisión definitiva antes de Semana Santa. Largo me lo fiais. Hay necesidad de presupuesto para que todas las áreas del ayuntamiento puedan trabajar con plena normalidad, pero se disimula la urgencia. Collboni no quiere pagar más de lo necesario y la presión del calendario añadiría una urgencia que no es buena para ningún negociador.

La versión de Junts difiere. Formalmente, las negociaciones están paradas y no se retomarán hasta que se tenga la garantía de que ellos son la apuesta para gobernar conjuntamente la ciudad. Pero matizan y suavizan el desplante que han sufrido en las últimas semanas —cuando todo parecía indicar que el acuerdo era inminente— para dejar claro que la posibilidad del pacto sigue abierta. El acuerdo PSC-Junts sería el único que solo con dos fuerzas alcanzaría la mayoría absoluta. Junts no tira la toalla, aunque ve la meta que llegó a estar tan cercana cada vez más alejada. La excusa que escuchan los junteros es que los socialistas se fían de Trias, pero no de Puigdemont, y que el primero ya ha anunciado que cuando se cierre un acuerdo —el que sea—, él abandonará la política. Sin negar estas reticencias, lo que de verdad ha cambiado el escenario es la aparición en la escena negociadora municipal de ERC, ausente desde el inicio del mandato de Collboni.

Foto: Ada Colau, junto a Ernest Maragall. (Europa Press/David Zorrakino)

El abandono de la política de Ernest Maragall, su candidato en las municipales y que había firmado un acuerdo de gobierno con Xavier Trias, ha propiciado que su sustituta al frente de las siglas republicanas en el ayuntamiento, Elisenda Alamany, facilitase el inicio de negociaciones, acercando la posibilidad de un Gobierno volcado a la izquierda en Barcelona.

Esta es la opción preferida también de Ada Colau. La exalcaldesa ha olvidado su intento de reprobación de Collboni y se ha marcado un tour mediático para explicar que el mismo alcalde le explicó hace unos días que el tripartito de izquierdas (PSC-ERC-comunes) era su opción preferida. Collboni la ha desautorizado —con el argumento de que por boca del alcalde solo habla el alcalde—, pero lo cierto es que en los mentideros barceloneses cada vez coge más fuerza esta posibilidad. El tripartito podría producirse en dos tiempos. En una primera fase, con la incorporación al Gobierno municipal de ERC, y más tarde sumando a los comunes, o de una sola tacada

Esta es probablemente la opción con mayor sentido político si se tienen en cuenta el resto de los escenarios en que se juega la partida de los pactos: Generalitat y Gobierno de España. El Gobierno catalán de ERC viene sobreviviendo gracias al apoyo de los socialistas, mientras que en las Cortes ERC es para Pedro Sánchez un aliado mucho más fiable que Junts. Anticiparía además un escenario que podría darse tras las elecciones catalanas, en las que la opción de un tripartito ya naturalizado en la capital catalana permitiría a Salvador Illa alzarse con el cetro de presidente de la Generalitat, incluso con una mayoría alternativa independentista que en estos momentos el CEO (el CIS catalán) no contempla.

Collboni ​intentará seguir abaratando el precio de los acuerdos mientras sus socios potenciales compiten entre ellos por seducirlo

Nada está cerrado. Y toca cubrirse las espaldas con los vaticinios. Pero las apuestas que se pagan peor en los mentideros políticos son las que anticipan un tripartito. Y ya sabemos que la apuesta que se retribuye menos siempre es aquella que los apostantes consideran más plausible. Aun así, la paradoja de la debilidad ya nos ha enseñado que conviene esperar la fumata blanca encima del edificio consistorial. Hasta entonces, Collboni intentará seguir abaratando el precio de los acuerdos mientras sus socios potenciales compiten entre ellos por seducirlo. Una debilidad, la de Collboni, tan real como de efectos particularísimos.

Jaume Collboni fue elegido alcalde de Barcelona el 16 de junio de 2023. Han pasado más de seis meses. Y en este periodo no han podido aprobarse las cuentas de la capital catalana para 2024 y Collboni ha sufrido un intento de reprobación por parte de los comunes de Ada Colau. Una reprobación que quedó en nada ante la imposibilidad de la exalcaldesa de reunir apoyos suficientes para su iniciativa. Hasta aquí, la imagen es de debilidad sin matices ni peros. Un mandatario municipal con solo 10 concejales sobre un total de 41, incapaz de aprobar las cuentas de la ciudad y caminando por el alambre de la reprobación no es precisamente la imagen de un Hércules político.

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