Es noticia
Dani Alves, el borracho que compraba ganado
  1. España
  2. Pesca de arrastre
Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

Por

Dani Alves, el borracho que compraba ganado

Para ser un depredador no hace falta ser un violador, esto último ya lo dirá la sentencia. Basta con dejar de ver personas y confundirlas con trozos de carne en movimiento

Foto: El exfutbolista Dani Alves, durante el juicio. (Europa Press/Pool/D. Zorrakino)
El exfutbolista Dani Alves, durante el juicio. (Europa Press/Pool/D. Zorrakino)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Semana de juicio mediático en Barcelona. Dani Alves, en el banquillo de los acusados por violación. Dentro de unos días sabremos la verdad procesal de la historia que ha secuestrado los informativos esta semana. Una sentencia que diga lo que diga no servirá para cambiar la perspectiva de los muchos ciudadanos que a estas horas ya han emitido su veredicto de culpabilidad o inocencia. Así son las cosas en este tipo de pleitos. Desde luego que el exfutbolista haya cambiado cinco veces su declaración inicial no favorece para nada la credibilidad del brasileño. Pero mantengámonos al margen por ahora de si estamos ante un violador o no. Ya hablará con mayúsculas la sentencia: Roma locuta, causa finita.

No obstante, hay detalles del caso que merecen atención más allá de lo que el juez acabe determinando. Un primer elemento es el derivado de una de las líneas de defensa de Dani Alves, cuya defensa ha trabajado la atenuante en caso de condena argumentando la embriaguez del acusado en el momento de los hechos.

El alcohol o las drogas como pasaporte a la impunidad o una condena menor. El Código Penal es exigente a la hora de validar la borrachera como atenuante o eximente. Pero, aun así, ¿no va siendo hora de ser todavía más estrictos y achicar la posibilidad de que uno pueda zafarse de las consecuencias de sus actos gracias a la botella?

Al volante, ir borracho es una agravante, ¿por qué debe ser una atenuante en una violación o en cualquier otro delito? ¿Por qué hacer daño a alguien conduciendo beodo es más grave que hacerlo sereno y violar a una mujer puede resultar, en cambio, menos gravoso si se hace con la sangre bañada en alcohol?

Tendrán sus motivos los especialistas en derecho penal para mantener esta diferenciación, pero a los profanos nos resulta ciertamente difícil de entender. Beber, salvo para los ya diagnosticados como alcohólicos, es una decisión individual. Y, como en toda decisión que uno toma, las consecuencias debieran afrontarse en su totalidad. No hay motivo para trasladar a la víctima parte del coste de las cogorzas que uno decide pillarse.

Una segunda cuestión no refiere al supuesto delito, sino al tipo de ocio en el que vienen produciéndose este tipo de agresiones sexuales en su conjunto y al comportamiento de quienes las protagonizan. La noche entendida como una feria de ganado. Un hombre de más de 40 años con la cartera llena irrumpe en un local, escoge reservado para observar con detenimiento qué especímenes jóvenes de los que pululan por el lugar le resultan atractivos. Señala su elección y algún mozo siempre dispuesto se dirige a las ovejas seleccionadas para que acepten la invitación de compartir mesa vip sin explicitar, claro, que tanta amabilidad exigirá algún tipo de contraprestación, cuando no un sacrificio.

Foto: El exfutbolista Dani Alves, durante el juicio en la Audiencia de Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)

Naturalmente, las cosas no siempre son así de sórdidas y se dirá —con razón— que para pasarlo bien hay que socializar y que la noche a todos, mayores o jóvenes, hombres o mujeres, nos confunde. Cierto. Pero también lo es que no hace falta que algo sea delito para que podamos afirmar que está rematadamente mal hacerlo. Se espera más de un tipo que rebasa los 40 a la hora de relacionarse con veinteañeros. Este es un mundo en el que hemos decidido que está bien que todos comamos del mismo plato. Pero la edad y la experiencia importan. Y comportan responsabilidad generacional. Para ser un depredador no hace falta ser un violador, esto último ya lo dirá la sentencia. Basta con dejar de ver personas y confundirlas con trozos de carne en movimiento a los que no queda otra que aceptar nuestro envite hasta el final. Esta noche, mañana, pasado y el otro, este tipo de interacciones se repetirán en las salas más top de nuestra geografía. ¿Qué puede salir mal?

Y un último apunte. Este lo pondremos en boca de su autora, para evitarnos los insultos fáciles y automatizados de quienes pretenden ejercer el monopolio del respeto al otro y en particular a las víctimas.

Louise Perry es una feminista británica, activista en una organización que trabaja en el ámbito de las mujeres agredidas y fallecidas en actos de violencia sexual. También es miembro de un grupo de expertos que actúa como lobby en la promoción de políticas feministas de su país. No es sospechosa, pues, de ponerse del lado de los agresores ni de apuntar a las víctimas para culpabilizarlas de la violencia que hayan podido sufrir.

Foto: Dani Alves, en la Audiencia de Barcelona. (Europa Press/Pool/D. Zorrakino)

En 2023, La Esfera de los Libros publicó en nuestro país su libro Contra la revolución sexual. Una nueva guía para el sexo en el siglo XXI. El texto de Perry parte de la siguiente afirmación: casi todos los hombres pueden matar a casi todas las mujeres con sus propias manos, pero no viceversa. Para añadir después que el 99% de los delitos sexuales son cometidos por hombres. Recopila estudios como el del biólogo David Buss, que en La evolución del deseo: estrategias del emparejamiento humano (Alianza Editoral, 2021) describe que entre un 27% y un 35% de los hombres contestan favorablemente a la pregunta de si forzarían a una mujer si tuviesen la plena garantía de no ser descubiertos. Y peor todavía: un 10% de los hombres, según la psicóloga social Dina McMillan, son susceptibles de adoptar comportamientos peligrosos para la integridad sexual de las mujeres.

Perry, definida en su país como una feminista carcelaria —partidaria de penas más largas y castigos más severos para los agresores sexuales, a quienes niega por la vía de los hechos la posibilidad de sanación y reinserción— advierte claramente de la necesidad de protegerse, aun a riesgo de ser despachada como una embajadora de la cultura de la violación.

¡No!, dice Perry. La realidad no cambia negándola o desdibujándola. Al violador solo podemos encarcelarlo, pero no evitar que actúe cuando no está entre rejas. De ahí a escribir que una mujer debe evitar emborracharse o quedarse a solas con desconocidos, aunque sean famosos, solo hay un paso. Perry lo da sin rubor, quizás ayudada y protegida por su condición de activista feminista. Es esta también una lección del caso Alves, aunque preferiríamos no tenerla que escuchar. Mientras llega el mundo que pretendemos, no hay que girarle la cara a la realidad. Eso dice Perry. Y por desgracia, los datos todavía le dan la razón.

Semana de juicio mediático en Barcelona. Dani Alves, en el banquillo de los acusados por violación. Dentro de unos días sabremos la verdad procesal de la historia que ha secuestrado los informativos esta semana. Una sentencia que diga lo que diga no servirá para cambiar la perspectiva de los muchos ciudadanos que a estas horas ya han emitido su veredicto de culpabilidad o inocencia. Así son las cosas en este tipo de pleitos. Desde luego que el exfutbolista haya cambiado cinco veces su declaración inicial no favorece para nada la credibilidad del brasileño. Pero mantengámonos al margen por ahora de si estamos ante un violador o no. Ya hablará con mayúsculas la sentencia: Roma locuta, causa finita.

Agresión sexual
El redactor recomienda