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Una idea del progreso muy particular: los españoles, cada vez más pobres
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Josep Martí Blanch

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Una idea del progreso muy particular: los españoles, cada vez más pobres

El escenario es el de una economía dopada que ni siquiera en estas condiciones es capaz de evitar que vayan deteriorándose las condiciones materiales de vida de un cada vez mayor número de ciudadanos

Foto: Varias voluntarias trabajan durante un reparto especial llevado a cabo por el Banco de Alimentos de Valencia. (EFE/Kai Försterling)
Varias voluntarias trabajan durante un reparto especial llevado a cabo por el Banco de Alimentos de Valencia. (EFE/Kai Försterling)
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El Instituto Nacional de Estadística presentó ayer los resultados de la Encuesta de condiciones de vida del año 2023. Y el resumen más ejecutivo de la avalancha de datos que contiene el trabajo es este: las cosas a pie de calle van a peor. Lejos de como debieran.

La carencia material y social severa pasó del 7,7% al 9% en 2023, mientras que el riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%, la tasa más alta desde 2015. También subieron, del 8,7% al 9,3%, los que llegan a final de mes con mucha dificultad. Ni siquiera el incremento de los ingresos fue una buena noticia, puesto que la inflación —la real, con más apetito que la oficial— se encargó de devorar este aumento de las rentas.

Ayer mismo, la principal red de seguridad para las personas con dificultades económicas en España que presta ayuda sin la exigencia de la burocracia para acceder a su auxilio —Cáritas— afirmaba que cada vez observa más complicaciones para que las familias puedan atender sus necesidades básicas. Por su parte, la ONG Educo aportó también como dato que 2023 fue el año en el que más niños tuvieron dificultades para nutrirse cada dos días con proteínas procedentes de la carne o del pescado. Si la cifra en 2004 era del 1,9%, ahora estamos en el 7%. Y subiendo.

Los datos, claro, siempre van por barrios. Hace menos de una semana la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico informaba que la economía española había sido la de tercer mayor crecimiento en 2023 entre sus países miembros. También durante el año pasado no paró de sacarse pecho por la robustez de la economía española en comparación con el resto de grandes países del club comunitario. Los ejercicios de propaganda vinculados a estas cifras positivas siempre olvidan que España fue también el país que más cayó durante la pandemia en comparación con sus vecinos y que para más inri fue el último en recuperar el PIB previo al covid-19. Por el camino, algunos países, como Lituania, Eslovenia o Estonia, nos superaron en PIB per cápita.

Foto: Tractorada en Palacios de Goda, Ávila. (EFE/Raúl Sanchidrián)
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Pero, volviendo a los datos presentados por el INE, habrá que convenir que el triunfalismo no debería tener cabida entre nuestros gobernantes. Que, con datos de crecimiento que sirven para reiterar insistentemente desde todos los altavoces que España va estupendamente, sigan escalando las carencias materiales y el riesgo de pobreza y exclusión social debiera ser motivo de cautela y seria preocupación.

No hay progresismo posible, por mucho que uno quiera atribuirse el monopolio de la palabra, si cada vez más compatriotas van quedándose directamente atrás y más niños dejan de tener acceso a una dieta suficiente que garantice su sano crecimiento. O si no para de incrementarse el número de ciudadanos que caminan por el alambre con el corazón en un puño porque saben que no pueden hacer frente al mínimo gasto extraordinario al que les obligue el azar cotidiano.

Foto: El empleo precario sigue azotando España. (EFE/Ángeles Visdómine)

Ante estos datos, que afloran también la realidad de una nueva pobreza —la de aquellos que no llegan ni siquiera trabajando—, cabría preguntarse si el escudo social del Gobierno es todo lo eficaz que debiera o si, como escudo, no tiene más agujeros que un gruyer.

Se dirá, desde la parte interesada, que los números todavía podrían ser peores de no ser por las políticas llevadas a cabo. Pero ahí habría que añadir que venimos jugando con los dados trucados desde hace tiempo, puesto que a la montaña de dinero procedente de la UE tras la pandemia hay que sumar también el incremento de la recaudación vía inflación (a cuenta del empobrecimiento del ciudadano) y la no aplicación de las reglas de consolidación fiscal. El escenario es, pues, el de una economía dopada que ni siquiera en estas condiciones es capaz de evitar que vayan deteriorándose las condiciones materiales de vida de un cada vez mayor número de ciudadanos. El escenario no resulta nada halagüeño para cuando el camino a un escenario de mayor equilibrio entre ingresos y gastos empiece a recorrerse con un mínimo de seriedad.

Sería injusto atribuir en exclusiva a la acción del Gobierno el empeoramiento de los datos presentados por el INE. España no es una isla en el concierto de las sociedades occidentales en lo que atañe a cuestiones vinculadas al incremento de la desigualdad y al empeoramiento de las condiciones de vida de sus ciudadanos. Pero sí puede y debe señalarse al Ejecutivo por el exceso de ánimo propagandístico que rezuma en todas sus intervenciones cuando versan sobre la evolución del bienestar de los españoles. Al final, la prueba del algodón es siempre la misma: cuánta gente cae por la borda o corre el riesgo de hacerlo. El INE nos ha dicho que cada vez son más. Es esta una idea muy particular del progreso.

El Instituto Nacional de Estadística presentó ayer los resultados de la Encuesta de condiciones de vida del año 2023. Y el resumen más ejecutivo de la avalancha de datos que contiene el trabajo es este: las cosas a pie de calle van a peor. Lejos de como debieran.

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