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El candidato del PP en Cataluña es lo urgente, pero no lo importante
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Josep Martí Blanch

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El candidato del PP en Cataluña es lo urgente, pero no lo importante

Los motivos de fondo de la dirección popular para no descabalgar a Fernández en favor de un candidato diferente no remiten a la necesidad de contar con un candidato mejor

Foto: El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Alejandro García)
El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Alejandro García)
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Esta sí, esta no. El PP ha desojado la margarita para determinar quien será su jefe de cartel en las elecciones catalanas del 12 de mayo. Alberto Núñez Feijóo ha confirmado a Alejandro Fernández como candidato. Su portavoz nacional, Borja Sémper, dijo ayer que antes de tomar una decisión definitiva iban a escuchar a los populares catalanes. Parecía una formulación de lo más razonable. Solo que en el fondo es impracticable y exagerada. Básicamente, porque no hay partido al que escuchar.

Esto es así porque el PP catalán no responde a la lógica de una estructura orgánica bien organizada, perfectamente implementada en toda la comunidad y con el motor a pleno rendimiento. Así que lo que estaba en condiciones de escuchar Feijóo antes de tomar su decisión eran un conjunto de opiniones individuales que, por una razón u otra, se decantan por uno u otro candidato.

Pero desde luego lo que no ha podido auscultar es algo que se asemeje a diferentes corrientes o sensibilidades ideológicas matizadas unas respecto a las otras que conviven en el seno de una organización y que luchan por imponerse unas a otras. Ni siquiera familias diversas, salvo aquellas que así puedan definirse por compartir intereses de lo más básico y que nada tienen que ver con el proyecto en sí. El PP en Cataluña es en este momento demasiado pequeño para un análisis de tanto postín.

Da, eso sí, para explicar, como en todas las casas, batallas personalistas, facturas pendientes y todo lo que pueda atribuirse al ámbito de lo humano en cualquier agrupación de personas, sea en un partido, la familia o la empresa. Así que el debate sobre el futuro candidato popular en Cataluña no iba de proyectos, que si más girondinos o jacobinos, que si más combativos o menos, que si más complacientes o menos con el soberanismo o con cualquier otro eje programático.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), junto al presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Quique García)

De entrada hay que decir que Alejandro Fernández, también candidato en las últimas elecciones autonómicas, es probablemente el mejor parlamentario del hemiciclo catalán. Y es también un político que conoce las particularidades y matices del mercado político en el que opera. Y, contrariamente a la imagen que de él se traslada desde hace unos meses, está lejos de ser alguien incapacitado para el diálogo con los nacionalistas si llega el momento en el que eso se pueda producir. De hecho, en el imaginario del catalanista conservador que algún día puede volver a plantearse votar al PP, como ya ha hecho en el pasado, la eurodiputada Dolors Montserrat resulta menos atractiva que Alejandro Fernández. Así son las cosas aunque muchos se empeñen en explicarlas al revés.

Los motivos de fondo de la dirección popular para no descabalgar a Fernández en favor de un candidato diferente, llámese Dolors Montserrat, Daniel Sirera, o cualquier otro, no remiten a la necesidad de contar con un candidato mejor. Tampoco a la voluntad de hallar un interlocutor más habilidoso y versátil para manejarse en la complicada sociedad catalana a causa del eje identitario.

Foto: El presidente del PP de Catalunya y líder del grupo en el Parlament de Catalunya, Alejandro Fernández. (Europa Press/Kike Rincón)

Los problemas de Fernández son tres: los resultados del ciclo electoral pasado, el haber levantado la voz contra los contactos con Junts autorizados por Feijóo después del 23-J y la debilidad organizativa de la organización de la que él, en tanto que presidente en Cataluña, es el máximo responsable.

Cosa distinta es que estas cuestiones puedan atribuírsele a él en exclusiva cuando nada de lo que ha sucedido en el PP ha escapado jamás del intenso marcaje que siempre ha practicado la dirección nacional.

Culparle sobre los resultados es discutible. Sacó como candidato a la Generalitat tres diputados en las autonómicas de 2020, uno menos que los que cosechó en 2017 Xavier García-Albiol, el actual alcalde popular de Badalona con mayoría absoluta. No parece una debacle, aunque sí es cierto que no se benefició de la debacle de Ciudadanos en esos comicios. Pero es que en las elecciones generales de 2019, Cayetana Álvarez de Toledo, enviada como paracaidista como cabeza de lista del PP por Barcelona, registró una marca difícil de repetir por mala: 1 diputado de 48 en abril y 2 cuando se repitieron las elecciones en noviembre. Por último, en las elecciones del 23-J, con el fichaje de Cs, Nacho Martín Blanco, la cosa mejoró, pero ni mucho menos como se preveía. El PP quedó anclado en los seis diputados, muy lejos de las expectativas iniciales. Diversos candidatos, pésimos resultados.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), durante un acto electoral con el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández (d), y el diputado por Barcelona, Nacho Martín Blanco (i). (EFE/Andreu Dalmau)

Cosa distinta es la acusación de deslealtad respecto a la dirección popular derivada de la queja abierta que Alejandro Fernández hizo sobre los contactos con Junts autorizados por Feijóo tras el 23-J. Ahí sí ha tenido el líder gallego un motivo justificado para deshojar la margarita, en la medida que su hombre en Cataluña ha demostrado tener carácter propio y no medirse más de lo necesario. Si eso ya es algo que históricamente no ha hecho nunca gracia a la dirección nacional, menos simpático ha de resultar ahora que Feijóo ha acallado tras las elecciones gallegas las dudas sobre su liderazgo y podía aprovechar para poner piezas en el tablero que respondan no más que a su confianza y que a él le deban la condición de haber alcanzado los galones de líder regional.

Por último, respecto a la maquinaria orgánica del PP, su falta de implantación y carencias de funcionamiento, hay que anotar que se trata de un problema endémico que responde a la propia debilidad atávica de la formación en Cataluña. Muy limitada en cuanto al número de cuadros, liberados, militantes y, en general, en todo aquello que permite a un partido mostrar pruebas de robustez tanto interna como externamente.

Pero lo sustancial va más allá del candidato finalmente escogido. Porque con más motivos o menos para mantener a Alejandro Fernández, lo cierto es que estamos ante una cuestión coyuntural que esconde lo estructural. Las elecciones de mayo al PP va a irle bien en Cataluña con o sin Fernández. La última encuesta (La Vanguardia) le otorga una horquilla entre 9 y 13 diputados, lo que significaría multiplicar por tres o por más de cuatro su representación actual. Pero ese incremento obedece a la lógica de la política nacional y a la cantada desaparición de Cs en el Parlament de la que sí va a beneficiarse el partido de Feijóo en esta ocasión.

Foto: El íder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), y el presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Archivo/Andreu Dalmau)

Lo urgente es siempre el candidato, también en esta ocasión. Pero lo importante, en cambio, es si algún día el PP dejará de ser en Catalunya una formación política meramente reactiva y en la que todos sus representantes institucionales y orgánicos son substituibles de un día para otro, bastando para ello que en Génova se levante una ligera brisa. Y si también algún día sus dirigentes, los que sean, dispondrán del mínimo margen de maniobra para, en el marco de lealtad a la nave nodriza, dotarse de una identidad y un carácter propio. Una organización a la que, como dijo ayer Borja Sémper, se deba escuchar antes de tomar decisiones.

Esta sí, esta no. El PP ha desojado la margarita para determinar quien será su jefe de cartel en las elecciones catalanas del 12 de mayo. Alberto Núñez Feijóo ha confirmado a Alejandro Fernández como candidato. Su portavoz nacional, Borja Sémper, dijo ayer que antes de tomar una decisión definitiva iban a escuchar a los populares catalanes. Parecía una formulación de lo más razonable. Solo que en el fondo es impracticable y exagerada. Básicamente, porque no hay partido al que escuchar.

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