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Puigdemont, presidente con los votos de Sánchez
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Josep Martí Blanch

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Puigdemont, presidente con los votos de Sánchez

El recadito es fácil de resumir: Pedro, tu margen de maniobra en Catalunya es muy limitado si quieres seguir siendo presidente de España

Foto: El candidato de JxCAT y expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE/David Borrat)
El candidato de JxCAT y expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE/David Borrat)
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Puigdemont se descodificó ayer a sí mismo en una jugosa entrevista en RAC1. Solo él puede hacerlo, en tanto que representa un proyecto caudillista en el que nada es ajeno a su voluntad. El expresidente de la Generalitat y de nuevo aspirante al cargo deslizó obviedades, añadió detalles a cuestiones sobre las que ya se había pronunciado y dio pistas sobre su estrategia para recuperar el cargo que perdió tras los acontecimientos de octubre de 2017. Esto último, en forma de recaditos a Pedro Sánchez, fue lo más sustancial de todo cuanto dijo, puesto que permite aventurar cuál es el camino que quizás tenga trazado Carles Puigdemont para asegurarse la presidencia de la Generalitat.

La obviedad copó muchos titulares, pero en realidad no dice nada que no supiésemos de antemano. Que Carles Puigdemont anuncie que si no es elegido presidente se jubilará políticamente es como afirmar con solemnidad que el día tiene 24 horas. Si Puigdemont demostró cuando ya fue presidente de la Generalitat un absoluto desinterés por las carpetas ordinarias del Gobierno de la Generalitat, es obligado pensar que una hipotética estadía en la bancada de la oposición no sería para él más que un bostezo interminable. A este hecho hay que sumar además la ley no escrita que aconseja que alguien que ha sido presidente debe marcharse a su casa una vez es derrotado, abandonando la primera línea de la actividad política.

Más enjundia tuvieron los detalles añadidos ya efectuados previamente, en concreto los que guardan relación con su regreso. Puigdemont dejó meridianamente claro que no regresará hasta después de las elecciones, cerrando la puerta a las especulaciones sobre su reaparición en medio de la campaña para provocar un vuelco emocional entre los votantes independentistas. De añadido, ayer también supimos que regresará, sí o sí, al Parlament el día de la sesión de investidura, con independencia de si es para ser elegido presidente o no.

Pero lo más interesante de la entrevista fue lo que se dijo durante los pocos minutos en los que se habló de escenarios de gobernabilidad tras el 12-M. Aunque no fue explícito, sí dijo lo suficiente para iluminar, aunque todavía de manera tenue, que el futuro Gobierno de Cataluña se decidirá con la amenaza del fin de la legislatura española sobre la mesa. El futuro de Sánchez formará parte de los comodines de intercambio y negociación que se utilizarán tras el 12-M. Y el recadito es fácil de resumir: Pedro, tu margen de maniobra en Cataluña es muy limitado si quieres seguir siendo presidente de España.

Puigdemont menospreció vehementemente al candidato socialista, Salvador Illa. Para él no es más que un mero franquiciado a las órdenes del presidente español. Y por eso Puigdemont quiso dejar claro que no habrá nada que negociar con los socialistas catalanes tras las elecciones. Si hay algo de lo que tratar, el hombre con quien despacharlo es Pedro Sánchez. Y esa hipotética negociación será de orden muy básico, según empezó a dejar claro ayer Puigdemont: cualquier maniobra encaminada a entronizar a Salvador Illa como presidente de la Generalitat que ponga palos en las ruedas de una mayoría independentista (no hace falta que sea absoluta) significaría el precipitado final de la legislatura española, puesto que el PSOE se quedaría sin los apoyos de Junts.

La amenaza que profirió Puigdemont iba referida explícitamente a un escenario en el que Illa accediese a la presidencia de la Generalitat con una maniobra similar a la que catapultó a Jaume Collboni a la alcaldía de Barcelona. Recuerden que fue Xavier Trias quien ganó los comicios municipales en la capital catalana, pero que una maniobra conjunta de Ada Colau y el PP apoyando en comandita al candidato socialista le birló en el último momento la alcaldía a los junteros.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/David Borrat) Opinión

Este fue el ejemplo que sirvió para proferir la amenaza. Pero en realidad va mucho más allá. Lo que ayer hizo Puigdemont tiene mucho más alcance que el explicitado. Puigdemont inició ayer la maniobra de asfixia a Salvador Illa con independencia del resultado que se dé en las elecciones. Se trata de empezar a dejar claro que la maniobrabilidad de los socialistas, aun ganando los comicios, será de lo más limitada. La jugada que empieza a tomar forma es la que al final hace posible la investidura de Carles Puigdemont sin que sea necesaria una mayoría absoluta independentista en el Parlament y orillando el hecho de que Salvador Illa sea el candidato más votado por los ciudadanos.

El imaginado jaque mate de Puigdemont no pasa obligatoriamente por ganar las elecciones. Y tampoco por que la suma de sus diputados y los de ERC alcancen la mayoría absoluta. Ni siquiera pasa por recabar los apoyos de la CUP o de otras formaciones independentistas que pueden estrenarse en el Parlament, como la ultraderechista Aliança Catalana, para lograr esa mayoría absoluta.

En realidad, le basta con ser segundo, por detrás de los socialistas, pero por delante de ERC, y que la suma de diputados junteros y republicanos se sitúe por encima de los sesenta diputados, aunque sea lejos de los 68 que marcan la mayoría absoluta.

Foto: El primer secretario del PSC y candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/Andreu Dalmau) Opinión
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En esa tesitura, los republicanos tendrían muy complicado escapar de la presión de Junts y optar por otras fórmulas como podría ser un tripartito de izquierdas (PSC-ERC-Comunes). Alcanzado ese primer objetivo, el acuerdo con ERC, Puigdemont exigiría la abstención de los socialistas para facilitar su investidura. Y a cambio, Pedro Sánchez tendría garantizado los apoyos del soberanismo catalán para seguir gobernando España. Si esta proyección acabase siendo cierta, Sánchez no habría solo indultado al expresidente de la Generalitat, sino que serían los votos socialistas en forma de abstención los que retornarían el cetro presidencial a Carles Puigdemont. Una restitución en toda regla avalada por el PSOE.

Este escenario se torna especialmente plausible viendo que Puigdemont sigue teniendo un gran interés en no cargar las tintas contra el PP más de lo necesario. Ayer, preguntado directamente sobre las duras declaraciones de Feijóo sobre la amnistía -la cacicada más vergonzosa desde el franquismo-, Puigdemont se limitó a apuntar que es normal que en campaña a todo el mundo se le caliente la boca. De hecho, fue casi más amable con el PP que con el PSOE. Y tiene sentido. La maniobra de inmovilización a los socialistas tras el 12-M pasa por hacer creíble que a él le da absolutamente igual quién gobierne España.

Gobierno independentista con el apoyo de una abstención socialista. Todo lo que es imaginable puede acabar sucediendo. Particularmente en Cataluña. Y alguien ha imaginado ya ese escenario.

Puigdemont se descodificó ayer a sí mismo en una jugosa entrevista en RAC1. Solo él puede hacerlo, en tanto que representa un proyecto caudillista en el que nada es ajeno a su voluntad. El expresidente de la Generalitat y de nuevo aspirante al cargo deslizó obviedades, añadió detalles a cuestiones sobre las que ya se había pronunciado y dio pistas sobre su estrategia para recuperar el cargo que perdió tras los acontecimientos de octubre de 2017. Esto último, en forma de recaditos a Pedro Sánchez, fue lo más sustancial de todo cuanto dijo, puesto que permite aventurar cuál es el camino que quizás tenga trazado Carles Puigdemont para asegurarse la presidencia de la Generalitat.

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