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Pura táctica, puro cinismo
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Pura táctica, puro cinismo

El presidente ha enfadado y decepcionado a muchas personas cómplices con su narrativa. Se han sentido utilizados. Así que queda por ver cuál va a ser el rendimiento neto en términos políticos de la maniobra

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Pool/Borja Puig de la Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Pool/Borja Puig de la Bellacasa)
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Un movimiento táctico. Y cínico. Eso era todo. Utilizando comodines pretendidamente imbatibles y contra los que no es permisible ni siquiera la duda: el derecho al derrumbe emocional, la privacidad de la familia y el feminismo. Faltó en la ecuación el cambio climático, que también hubiera podido introducirse en su discurso con un poco de imaginación: “Una mudanza es una agresión en forma de CO2 al planeta porque se hace con camiones, así que por responsabilidad y para no incrementar mi huella climática mi obligación es quedarme”. De haberse atrevido hubiera firmado el póquer de lugares comunes. Se quedó, por vergüenza torera, en el trío.

El presidente ha enfadado y decepcionado a muchas personas cómplices con su narrativa. Se han sentido utilizados. Así que queda por ver cuál va a ser el rendimiento neto en términos políticos de la maniobra. Sánchez ha fijado en muchas cabezas que hasta ahora creían en él la idea de que su modo de hacer es un permanente ejercicio de cinismo. Ayuda a creer en esta hipótesis que se abonara la hipótesis de la dimisión hasta el último minuto, visita a la Zarzuela incluida. No va a pasarle factura de inmediato, cierto. Pero ahí está una nueva brecha en su credibilidad, percibida ahora también por aquellos que, desde posiciones nada escépticas con su manera de proceder, han abonado durante cinco días la veracidad de la tesis del quebrantamiento emocional al que incluso un líder de acero tiene derecho. Hoy Sánchez es menos creíble que ayer para el ciudadano común que no vive su día a día en una trinchera partidista. El CIS, utilizado sin vergüenza alguna como infantería del gobierno, puede repetir su encuesta 'flash' en los próximos días. A ver qué números le salen.

Un punto y aparte, ha dicho Sánchez. Un punto y seguido, en realidad. Más frentismo, más guerracivilismo y probablemente reformas legislativas en el ámbito de la justicia que justificarán su discurso, pero que ningún país puede permitirse sin el concurso de una parte de la oposición.

Insistiremos una vez más sobre una idea ya repetida en este blog: Sánchez no es el único, ni el primero en hacer de la trinchera -buenos en la mía, malos en la otra- un modo de hacer política. Pero se mueve como un pez en el agua en este modo de actuar, puesto que hasta ahora le resulta de lo más rentable. No tiene, por tanto, ningún interés en cambiarlo y sí, en cambio, alicientes para incentivarlo. Su apelación a la reflexión para resanar el ambiente político en España es pura palabrería. Se encuentra en realidad muy cómodo en el juego de ir a buscar los tobillos de los demás. Igual que, para ser justos, hay que añadir que otros también disfrutan del mismo confort buscándole los suyos.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso. (Europa Press/Jesús Hellín) Opinión
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¿Y tanta puesta en escena para qué? Pues a la vista de cómo se han desarrollado los acontecimientos, conviene ir a lo obvio. Sánchez se juega en las elecciones catalanas buena parte de su apuesta política como gobernante. Y ha eclipsado la campaña con su teatralización, convirtiéndola en un plebiscito sobre su persona. El 12-M será el primer examen tras este órdago de chichinabo que ha durado cinco días y fecha en la cual el presidente espera recibir el primer cobro de intereses.

Respetando los derechos de autor de Carlos Alsina: ¿y las europeas? Pues más de lo mismo. La maniobra pretende a un mes y medio de los comicios europeos incitar a la movilización para optimizar los resultados del PSOE como única opción para aglutinar el voto de la izquierda desde la A a la Z. España nuevamente convertida en vigía de occidente, pero esta vez gracias a Pedro Sánchez, como él mismo se ha encargado de dejar claro en su alocución. Si además por el camino se merienda a Sumar y debilita al resto de sus socios parlamentarios mucho mejor. Yo o el fascio. Ese es el grito de guerra.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE / J. J. Guillén)

Si Sánchez pretendiera lo que dice pretender, le hubiéramos escuchado tender la mano a la oposición -¡o un par de dedos!-, practicar un mínimo de autocrítica y pintar su discurso con una paleta de colores que incluyera el gris. Lamentablemente, no ha sido así. Y a lo más que llega su intervención es a adenda de su discurso de investidura: unos cuantos ladrillos más al muro que ya anunció en sede parlamentaria que había que levantar. Ramón González Férriz clavó la cuestión de fondo en estas mismas páginas: Sánchez actúa como jefe de la oposición aun siendo presidente del Gobierno.

Está por ver que el espectáculo al que nos ha forzado a asistir vaya a salirle bien. Si la ciudadanía acaba haciendo la lectura de que el suicido por amor que se ha querido hacer creíble hasta el último segundo no ha sido más que una impostura, puede que el teatrillo en lugar de sumar acabe restándole. En las telenovelas basta un apunte en el guion para pasar de héroe en un episodio a villano en el siguiente.

Una lástima, sí. Porque es cierto que España merece una reflexión, serena y profunda, sobre el ambiente político y el funcionamiento de algunas de sus instituciones que requieren sin lugar a duda una puesta el día para la mejora y actualización de nuestra democracia. Eso es así. Solo que para poder llevarla a cabo se requiere de mayor seriedad y generosidad y menos tacticismo del que viene demostrando el presidente del Gobierno.

Un movimiento táctico. Y cínico. Eso era todo. Utilizando comodines pretendidamente imbatibles y contra los que no es permisible ni siquiera la duda: el derecho al derrumbe emocional, la privacidad de la familia y el feminismo. Faltó en la ecuación el cambio climático, que también hubiera podido introducirse en su discurso con un poco de imaginación: “Una mudanza es una agresión en forma de CO2 al planeta porque se hace con camiones, así que por responsabilidad y para no incrementar mi huella climática mi obligación es quedarme”. De haberse atrevido hubiera firmado el póquer de lugares comunes. Se quedó, por vergüenza torera, en el trío.

Pedro Sánchez
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