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Un terremoto político: el independentismo se rinde en las urnas
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Josep Martí Blanch

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Un terremoto político: el independentismo se rinde en las urnas

Lo más vistoso es el derrumbe de ERC. Pero que Carles Puigdemont sólo haya recogido tres diputados de los trece que han perdido los republicanos es igualmente sintomático

Foto: El líder del PSC, Salvador Illa. (Europa Press/Lorena Sopêna)
El líder del PSC, Salvador Illa. (Europa Press/Lorena Sopêna)
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Sin tregua. La pregunta a esta hora ya es: ¿Quién gobernará? Para eso votamos, claro. Pero antes de aventurarnos en la respuesta vale la pena detenerse en lo ya ha sucedido: en Cataluña ha habido un terremoto político.

Por primera vez desde las elecciones de 1984 los partidos antes nacionalistas, ahora independentistas, no alcanzan la mayoría absoluta. Tomen nota del dato porque es lo más disruptivo que ha sucedido en estas elecciones. Un cambio de rasante en toda regla. Socialistas y populares suman juntos más escaños que Junts y ERC. Vox casi triplica los de la CUP. La aparición de Aliança Catalana con dos diputados no altera la naturaleza de las cosas. Una de las peores pesadillas del antiguo pujolismo, que el nacionalismo fuera minoritario en el Parlamento, se ha hecho realidad. Llámenlo, si quieren, el efecto bumerán del proceso.

Lo más vistoso es el derrumbe de ERC. Pero que Carles Puigdemont sólo haya recogido tres diputados de los trece que han perdido los republicanos es igualmente sintomático. También que la CUP se haya dejado más de la mitad de sus escaños en el envite. El mensaje del electorado es de una claridad meridiana: se acabó el cuento que nos veníais explicando.

Las urnas también han enviado mensajes personalizados, con nombres y apellidos. Han dicho claramente a Oriol Junqueras y a Carles Puigdemont que su tiempo se ha acabado. Otra cosa es que quieran escucharlo y decodificarlo, claro. Junqueras intentará que el único fusible fundido de ERC sea Pere Aragonés para irse él de rositas. Pero está por ver que eso sea suficiente, por qué la reflexión en casa de los republicanos puede adoptar el aire de una guerra civil. Y previo al descalabro de ayer, los republicanos sumaron con anterioridad el de las generales y también el de las municipales.

Las urnas han enviado mensajes personalizados, con nombres y apellidos. Han dicho Junqueras y Puigdemont que su tiempo se acabó

Por su parte, Carles Puigdemont utilizará la carta de haber ganado tres diputados y el desplome de ERC para disimular que sus resultados tampoco han estado a la altura de las expectativas que él mismo había generado. Nótese, además, que para lograr ese ligero incremento, Puigdemont se ha visto obligado a recuperar a Jordi Pujol, a Artur Mas y parte de las esencias convergentes más clásicas. Con el discurso irredentista de la restitución no le alcanzaba. La lectura no admite dudas: agotado el comodín del chantaje emocional con los indultos y la amnistía, al soberanismo se le ha acabado el combustible. Y sin atreverse con nuevos liderazgos es imposible que reposte. El próximo desastre del independentismo van a ser las elecciones europeas. Escrito queda.

El campeón de la noche, junto a Salvador Illa, fue Pedro Sánchez, que ve reconocida de nuevo en Cataluña su arriesgadísima apuesta política. Si en las generales cosechó el rédito de los indultos, ahora ha recogido el de la amnistía. A partir de mañana puede explicar que gracias a sus decisiones el parlamento catalán es más constitucionalista que nunca. Y que su candidato tiene más del doble diputados que ERC y mira por el retrovisor a Carles Puigdemont, al que también ha dejado muy, muy atrás.

Foto: Salvador Illa celebra su triunfo ayer en la sede del PSC. (Reuters/Nacho Doce)
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Si la política se mide por objetivos cumplidos, habrá que reconocerle al presidente español el mérito de haber matado a besos las aspiraciones del soberanismo, lo cual ha de anotársele como una clara victoria política. También el PP tiene motivos para estar satisfecho. En clave española, el duelo Sánchez-Feijóo deberá esperar a las elecciones europeas. Galicia fue para los populares, el País Vasco permitió el resarcimiento de los socialistas y en Cataluña ambos pueden elaborar discurso a favor de sus respectivos intereses. Serán los comicios europeos los que midan la verdadera temperatura de la competición entre populares y socialistas en todo el tablero español.

Vamos con la gobernabilidad. Se antoja un escenario endiablado, como bien apuntaban las encuestas. Salvador Illa no tiene garantizada la presidencia a pesar de sus buenos resultados. ERC, por boca de Pere Aragonès, ya ha dicho que no participará de un gobierno tripartito de izquierdas y que su puesto está en la oposición. En paralelo, Carles Puigdemont ha expuesto a las claras que él ve la posibilidad de un gobierno soberanista -Junts y ERC- obligando a Pedro Sánchez a sacrificar al PSC en la hoguera de sus intereses en el Congreso. Así las cosas, no es momento para las afirmaciones y sí para las especulaciones. Lo más probable es que debamos esperar a después de las elecciones europeas para observar los movimientos definitivos que deberían permitir una investidura que se antoja complicadísima.

Los republicanos, más allá de las declaraciones en caliente de ayer por la noche, tendrán que mojarse. No podrán evitar el mal trago

Los republicanos, más allá de las declaraciones en caliente de ayer por la noche, tendrán que mojarse. No podrán evitar el mal trago. Y la pregunta que deberán responder es si se abren a una investidura de Salvador Illa, sucumben a los cantos de sirena de Carles Puigdemont o se ponen de perfil y apuestan por el bloqueo. Lo último no les conviene. Otras elecciones serían, a la práctica, una segunda vuelta a la francesa entre PSC y Junts, y los republicanos seguirían desangrándose en favor de sus competidores. Tampoco están muy interesados en ponerse bajo el paraguas de Carles Puigdemont para intentar una operación conjunta de chantaje a Pedro Sánchez a cuenta de las necesidades de éste en el Congreso, más habiendo anunciado que quieren pasar a la oposición. Así que la lógica apunta a la conveniencia de facilitar la investidura del candidato socialista. Pero es demasiado pronto para afirmar tajantemente que este vaya a ser el escenario.

Illa también podría ser presidente buscando el acuerdo con Junts. Pero eso pasaría por la retirada previa de escena de Carles Puigdemont. Y éste no tiene intención alguna de jubilarse con carácter preventivo. Queda un último escenario en el que Illa es presidente en segunda votación. Tendría suficiente con el apoyo de los Comunes, el voto favorable del PP y la abstención de Vox. Demasiadas carambolas que además comportarían marejada seria en las Cortes. Sería imposible para republicanos y junteros apoyar a Pedro Sánchez y que al mismo tiempo Salvador Illa accediese a la presidencia de la Generalitat con los votos de la derecha y la abstención de la ultraderecha.

Paciencia, pues. El terremoto es de tal intensidad que exige tiempo antes de que pueda darse nada por hecho. Y un apunte final, la fiesta merecida que hayan podido celebrar los socialistas lleva aparejada la consabida factura en forma de resaca. Las exigencias a la Moncloa van a incrementarse. Que se prepare Pedro Sánchez desde ya mismo. Y mucho más en el caso que Illa sea finalmente investido. Con Junts y ERC fuera del gobierno de la Generalitat, y con los republicanos replanteándose toda su estrategia, Sánchez va a sangrar en cada negociación. ¿Más que ahora? Sí, mucho más.

Sin tregua. La pregunta a esta hora ya es: ¿Quién gobernará? Para eso votamos, claro. Pero antes de aventurarnos en la respuesta vale la pena detenerse en lo ya ha sucedido: en Cataluña ha habido un terremoto político.

Salvador Illa Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)